Coleridge y yo.
Parece algo presuntuoso el título, aunque lo sería más escrito al revés: “Yo y Coleridge”.
Hace tiempo leí en la reseña de un libro de Hans Magnus Enzensberger que Coleridge, siendo ya un aclamado poeta asistía a las clases de química de ese centro y como decía la crónica, más o menos, “con estupor (esta palabra me encanta, la escribiría todos los días) de los profesores químicos y de sus colegas literarios”.