Y finalmente la última etapa del viaje, o más bien la penúltima pues aún tendremos que ir de Barajas a casa, pero eso ya no es “viaje”; pues ahora la última de Hong Kong a Madrid.
Y finalmente la última etapa del viaje, o más bien la penúltima pues aún tendremos que ir de Barajas a casa, pero eso ya no es “viaje”; pues ahora la última de Hong Kong a Madrid.
Desde nuestra altísima habitación se contempla todas las vías con las entradas y salidas de la cercana gran estación de ferrocarril
Hoy último día en Hangzhou y lo vamos a dedicar a pasear por el lago, hacer un pequeño “crucero” por él y a visitar una calle que recomienda la guía.
Hemos entrado en situación de “laxitud total”.
Ya no hay problemas de transporte, ni búsquedas de excursiones. Todo fácil. Y que siga así.
En una de las calles de Nanxun fabrican un dulce a la vista del público y lo hacen en varios establecimientos: colocan a un empleado que estira y estira una masa y la retuerce varias veces can gran fuerza. No sé qué consiguen al final, pero es muy curioso.
Hoy el día ha acabado con una risa.
Llegamos al hotel por la noche y comprobamos que no queda papel higiénico, así que aprovechando que quiero preguntar en recepción por nuestro viaje de mañana se lo pido al recepcionista.
Empiezo preguntándole cómo ir a las plantaciones cercanas de té, donde fracasamos cuando intentamos ir en nuestra primera estancia en esta ciudad. Y el solícito joven me entrega dos bolsistas de té. “Muchas gracias pero no, lo que quiero es ir la plantación”. Así que echa mano del traductor telefónico y empieza esta interesante conversación:
Salimos del banco, felices con los yuanes duramente conseguidos, volvemos sobre nuestros pasos y damos con una plaza enorme, pero grande, grande y que quizás se considerase el centro de la ciudad.
Domingo de Ramos.
Dejamos este estupendo hotel pensando que seguramente no volveremos a estar en ninguno semejante en este viaje, pues además ha sido un gran salto desde el monacal y austero YHA de Shanghái a este lujo.
Cada vez me afirmo más que, en nuestros viajes, en lugares donde estamos pocos días es preferible que el hotel esté próximo a la estación: es una gran ventaja.
Hoy ha sido un día con altibajos.
Nos hemos despertado con lluvia aunque ha parado sobre las 11 y el ordenador después de agotarse la batería ha vuelto a funcionar. (Y no se ha incendiado esta noche). No volveré a sintonizar la SER.
Para compensar el desastre tecnológico digital Marisa le dedica una buena sesión al analógico juego de té. (Que no nos llevaremos a pesar de las tentaciones).
Hoy el día ha comenzado bien, se ha complicado, ha mejorado mucho y ha acabado bastante mal.
Joven birmano reparando mi ordenador.
Empiezo por lo malo.
Estamos en el hotel preparándonos para ir a dormir y en el ordenador estoy oyendo las noticias de las 5 de la tarde, hora española, en la Cadena Ser. Acaban y el ordenador se bloquea y empieza a sonar su altavoz como una cigarra, o algo así. Y no hay forma ni de parar el sonido, ni el ordenador, hasta que se acabe la batería. Y es que en este modelo no se puede quitar la batería si no es desarmándolo y si no es en caso de muerte no voy a hacerlo. Así que lo cubro con toallas, pues temo que los vecinos de la habitación se quejen dado el volumen de la chicharra y que además impida nuestro descanso nocturno.
Y encima que el ordenador se caliente tanto con aquella envoltura de algodón que se incendie: castigado pasará la noche dentro de la bañera.
Llegamos al Bund y sigue pareciéndonos una maravilla.
Antes de subir al paseo fluvial hay un gran jardín vertical y el personal se fotografía delante de esa pared y a veces es muy divertido ver las poses que hacen. De todas maneras tener de fondo Pudong mejora cualquier fotografía.
Hoy no hay demasiada gente aunque sí nos encontramos con occidentales mayores que dan la impresión de formar parte de un grupo pero desperdigado, nada que ver con los uniformados (de cabeza) abuelos chinos.
Ya estamos en China, vaya en Hong Kong, que como descubrimos el año pasado, es China, pero no “China, China”.
En uno de los pasillos del aeropuerto, camino de la salida, nos encontramos con unas duchas con un divertido dibujo donde se repiten los roles con el rosa para ellas y el azul para nosotros.