Coleridge y yo.
Parece algo presuntuoso el título, aunque lo sería más escrito al revés: “Yo y Coleridge”.
Hace tiempo leí en la reseña de un libro de Hans Magnus Enzensberger que Coleridge, siendo ya un aclamado poeta asistía a las clases de química de ese centro y como decía la crónica, más o menos, “con estupor (esta palabra me encanta, la escribiría todos los días) de los profesores químicos y de sus colegas literarios”.
Así que le preguntaron (no sé si los unos o los otros) la razón de la asistencia: “Para enriquecer mis provisiones de metáforas”.
Pues algo así podría responder yo cuando me preguntan que porqué viajo a la India: “para enriquecer mis experiencias”. Lo que pasa es que si sigo así me voy a morir lleno de experiencias, pero ¿para qué me servirán?
Pues para nada.
Seas seguidor de las creencias que prometen un “más allá” o de las que aseguran que no hay nada más que “más acá”, todas tus experiencias no te servirán de nada.
Por lo menos a Coleridge le servían para las metáforas de sus poesías.
Te dejo una de ellas y mira si encuentras su relación con la química.
«La brisa buena sopló, la espuma blanca voló, /El surco seguía libre detrás; /Éramos lo primero que alguna vez irrumpía/ Dentro de ese mar silencioso”.
Y como querrás saber más de este poeta te dejo el enlace a una grabación maravillosa de su poema “La Canción del Viejo Marinero“, de donde proceden los versos de más arriba.
Por si te parece muy larga aquí tienes enlace a otro vídeo sin esos «espacios mudos» y por Richard Burton e ilustraciones de Gustavo Doré. Impresionante.
El primero con posibilidad de subtítulos y el segundo con el texto en la pantalla.
El inglés de nuevo.
Hace años compré un laxante en la India de esos de medicina tradicional para un familiar, pero nunca se lo di y ahora me lo encuentro en casa y veo con sorpresa que se llama “Castor Oil”.
Fácil, ¿no? “Castor” pues «castor» y “oil” pues «aceite», así que “aceite de castor”, pero dado que ese animal no creo que sea habitual allí pienso que debe ser un nombre “artístico” del producto y cuando lo busco en el diccionario casi me caigo de culo: “castor oil” es “aceite de ricino”. Por eso lo vendían como laxante, pues recuerdo que en mi infancia se utilizaba como tal y que también se usaba como castigo político no sé si en la guerra, de la que oía algunas historias siendo niño, o bien en la posguerra.
Claro que también se utiliza como producto de belleza, función a la que lo destinaré.

Flor del ricino. Jardín botánico de Madrid.
Otro medicamento.
Recibo una nota dirigida a mi dirección, pero en la que me llaman “Estimado Señor Zhan Zhu”. Una vez en un avión, creo que de KLM, también me creían chino por mi apellido.
Esta gente vende un producto para la halitosis. ¿Cómo se habrán enterado? ¿Quién, o qué enemigo personal, les ha contado tan terrible secreto? Pues se trata de una arcilla cuyo bote de 200 gr cuesta 38€ (más gastos de envío). O sea a más de 200€ el kilo. ¿Será la arcilla con la que fue creado Adán? Porque si no, no tiene otra explicación. Veremos que más me ofrecen y a ver si logro enterarme de esa manera quien es el topo entre mis seres queridos.
El peligro de las redes sociales.
Tenemos una fotografía de una señora que hice en uno de mis viajes en solitario al este de Turquía, concretamente en Midyat, y que no me gusta nada y a pesar de eso está entre las más vistas de todas las fotos que tenemos en Flickr.
Tanto es así que es “contra” ella con la que hago la única trampa en esta aplicación: sube tanto en visitas que se “comería” a la anterior y entonces, cuando se aproxima, me desconecto de la aplicación y veo esa foto contigua como si yo no fuese yo y así cuenta como “vistas” y sube la estadística.
Pues bien, resulta que la han incluido en un grupo alemán que se llama “Schöne Frauen haben Hängebrüste”, ni idea de qué puede significar. Acudo al traductor de Google y casi me desnuco (utilizo este eufemismo para no repetirme con el «me caigo de culo»): “Hermosas mujeres que tienen senos caídos”.
Y vuelvo a lo que dijo (que no lo dijo) el Gallo: “Hay gente pa’to”.
Claro, que tras escribir esto me percato que la otra foto, la que hago la trampa, también está en un grupo raro de cojones y también alemán: “Gummihandschuhe Haushaltshandschuhe”, o sea “Guantes de goma para el hogar”.
¿Será que los que son raros son los usuarios alemanes de Flickr?
El correo electrónico.
Leí un artículo de Esther Tusquets quien para hablar (mal) del correo electrónico se refería a otro artículo, o quizás a una conferencia, de Heidegger quien hacía la misma crítica, pero de la máquina de escribir con relación a la correspondencia manuscrita.
Ahora espero que alguien haga lo mismo con los sustitutos del correo electrónico, porque me está ocurriendo con frecuencia y más en este viaje: “No, no tengo dirección de correo” o “¿No tienes Facebook?”.
Y Marisa no para de decirme que la gente ya no utiliza ese medio de comunicación cuando me sorprende que algún ser querido no conteste a mis notas.
O sea la antiguamente criticada inmediatez del correo electrónico ahora es un medio lento y lo que al personal le gusta recibir es un corto mensaje con una foto que diga “Estupenda fabada” o “Cojonuda piscina”. Bueno, quizás no digan ni eso y solo “Espda fab” o “Cjn swp”.
¿Qué diría hoy Heidegger?
La foto de más arriba obviamente no es de Heidegger, que es de un novicio de un monasterio budista de Sikkim aprendiendo a escribir tibetano.