Hoy el típico día de viaje sin ninguna mención especial.
Nos despedimos del magnífico hotel y nos vamos una vez más a la cercana estación de ferrocarril.
Hoy el típico día de viaje sin ninguna mención especial.
Nos despedimos del magnífico hotel y nos vamos una vez más a la cercana estación de ferrocarril.
Desde nuestra altísima habitación se contempla todas las vías con las entradas y salidas de la cercana gran estación de ferrocarril
Hoy último día en Hangzhou y lo vamos a dedicar a pasear por el lago, hacer un pequeño “crucero” por él y a visitar una calle que recomienda la guía.
Hemos entrado en situación de “laxitud total”.
Ya no hay problemas de transporte, ni búsquedas de excursiones. Todo fácil. Y que siga así.
Llega el tren y tenemos una desagradable sorpresa: acabo de descubrir que hay dos tipos de trenes rápidos y que la diferencia de unos a otros es notable. Y es que hasta ahora siempre habíamos cogido los de la clase superior, la “G”, y el de hoy es de la “D”. ¡El viaje más largo y vamos en el peor tren!
No, esta fotografía no es de ese tren, que es de un viaje por Birmania. Que hemos viajado en trenes peores que este de hoy.
Tenemos el tren a la 11 y diez así que no hemos tenido que levantarnos temprano después de estos días de prisas y madrugones.
Al dejar el alojamiento recordamos la desagradable sorpresa al llegar, a pesar de que la información de la guía ya avisaba que era mucho mejor que lo que podría sugerir su situación en un 4º piso de un edificio comercial.
Llegamos al hotel y cuando subimos a la habitación (hay que subir un piso más todavía y te recuerdo que la recepción está en el 4º) nos sorprende: es espaciosa, tiene un enorme ventanal de un lado al otro, con mesa y una especie de sofá, una gran cama y lo más curioso es que el cuarto de baño la hace parecer todavía mayor: está situado al lado de la puerta de la habitación y tiene las paredes de vidrio. Es muy poco íntimo, pero la habitación parece mucho más grande: más de los 28 m² que realmente tiene.