52. China 2019. 25 de abril, jueves. Vigésimo cuarto día de viaje. De Chongqing a Hangzhou. Segunda parte.

by

Llega el tren y tenemos una desagradable sorpresa: acabo de descubrir que hay dos tipos de trenes rápidos y que la diferencia de unos a otros es notable.   Y es que hasta ahora siempre habíamos cogido los de la clase superior, la “G”, y el de hoy es de la “D”. ¡El viaje más largo y vamos en el peor tren!

No, esta fotografía no es de ese tren, que es de un viaje por Birmania. Que hemos viajado en trenes peores que este de hoy.

Los asientos son más estrechos, no son reclinables, no tienen reposacabezas y…vaya, que son menos confortables.  Así que busco al revisor, que aquí es un agradable joven vestido como un almirante de la armada.

NB

¿Por qué a los militares y eclesiásticos les gustará tanto el oropel? ¿Y hay alguna relación entre oropel y oropéndola?

Le pregunto si podemos cambiarnos a primera clase pues he comprobado que es mucho más confortable y que además va medio vacía. Y el precio. Y decidimos cambiarnos.  Así que cogemos el equipaje y nos vamos hacia allí.  Pero el joven ha desaparecido y estamos allí medio de pie, medio sentados, hasta que al final aparece con una joven que es la emite el nuevo billete. Le pago, me los da y resulta que nos los ha dado en dos vagones diferentes. Le digo que no y entonces con la ayuda de su teléfono me pregunta:  “Do you want live together?”.

¡Joder preguntarme ahora si queremos vivir juntos! Porque quizás el verbo “live” tenga un significado especial para los robots traductores de teléfono que sea “estar sentados en un vagón de tren”, pero para mí es “vivir” y preguntarme eso de  ”¿Quieren vivir juntos?” me parece excesivo, como de película americana cuando hacen la tontada esa de “renovar los votos”.

De todas las maneras le contesto que sí y podía haberle dicho como en las novelas románticas que “forever and ever and ever”. Bueno esto me lo he inventado.

Me contesta con el teléfono que “nos sentemos juntos y que si viene algún viajero que tenga ese asiento que nos cambiemos”. Le contesto que “nasty de plasty” y que nos volvemos a nuestro sitio original.  Y le devuelvo el nuevo billete. Así que deshacemos el largo camino con todo el equipaje y el pobre joven detrás de mí, seguro que maldiciéndome. Cuando llegamos nuestro sitio está ocupado por los que suben sin asiento, pero se van sin rechistar y el joven me devuelve la pasta. Así que aprenderé para la próxima vez, pues creo que es la primera que pido una mejora de clase: antes de nada ver lo que me ofrecen y luego cambiarme.

El proceso completo ha sido algo más complicado, pues además del joven almirante han intervenido un par más de jefes de algo.

Marisa está preocupada porque falten las bandejas de comida, pues lo que hemos comprado lo reservaremos para la cena.  Así que vamos al vagón restaurante para aprovisionarnos.

La bandeja viene acompañada de otra con arroz blanco y le digo a la camarera que una sola de arroz de las dos. Y no lo entiende. Ni ella, ni la media docena que esperan. Y es que para un chino rechazar la ración de arroz de la comida debe ser algo inimaginable.

Y como en nuestro asiento se escribe bastante mal y este viaje lo voy a dedicar a recuperar los días retrasados de estas crónicas, me voy a  la “zona restaurante”, un trozo de vagón al lado del mostrador   donde venden las comidas  y que dispone de unas mesas.

Detrás de mí una partida de cartas. ¡Mira que les gusta jugar a los chinos!

En un lavabo un letrero encima del váter turco te advierte que “Only  For Human Waste And Toilet Paper”. Nunca había visto una forma tan delicada de llamar a los excrementos:  “human waste”.  Por si acaso  lo busco en el diccionario y resulta que “waste”, además de  “residuos” o “desechos”, que sí conocía, también significa “excrementos”  o “heces”, lo que no sé porqué tienen que añadir lo de “human”. Así que si llevas un perrito o una iguana no puedes echar allí sus caquitas.

Marisa se queda en su asiento y yo en la mesa. Imagino que cada vez que el capitán del tren pasa pensará que “este imbécil quería ‘vivir siempre junto’ a su mujer  y se pasan el viaje separados”.

Nos bebemos uno de los vasos que nos compramos y siempre es una sorpresa. Porque en inglés decía “Milk tea” y el resto de la información todo en chino. Lo abro y hay una bolsa grande de polvos que no sabemos qué es, pero que Marisa llega a aventurar   que quizás es una papilla, otra bolsita con leche condensada, un tarrito de plástico con un jarabe dulce trasparente y unos trocitos como de gel y una bolsita de té, lo único reconocible junto con la leche. Le echo el agua hirviendo de la que hay en cada vagón (¡gran invento este!) lo removemos  y no tengo claro qué bebemos pero está bueno.

Marisa vuelve a su sitio y yo sigo escribiendo.

En una estación se suben dos jovencitas, una gordita y la otra flaca y se sientan frente a mí. La primera me dice varias veces “jaló, jaló” y quizás imagina que ya habla inglés. No les hago ni caso, pero a la gordita la tengo hipnotizada  con tanto escribir. Seguramente no había visto a nadie escribir con caracteres latinos y menos en tanta cantidad y tan rápido.  Porque a mí también me hipnotizan las escrituras orientales, sobre todo la china y la japonesa, pero ellos lo hacen lentamente y lo mío les debe parecer obra del diablo.

Se van las chicas y aparecen dos jóvenes que se sientan frente a mí.  La verdad es que este departamento tipo restaurante se ha llenado, imagino que de viajeros con billete sin asiento.  Estos dos últimos parecen tranquilos, pero uno de ellos apesta a tabaco. Y es que en este viaje tan largo en cada estación que para un poquito los fumadores bajan al andén, encienden su cigarrillo, dan dos caladas, lo apagan y lo tiran. Y de esta manera ya están dos pasos más cerca del EPOC, del cáncer de vejiga,…

En el otro lado una joven se está metiendo una bandeja de cuellos de pato. Lo curioso es que utiliza un guante de esos de gasolinera para no mancharse. Vaya, hay restaurantes donde te los proporcionan si se supone que el plato no es apto para los palillos y tienes que usar las manos.

Y así en algo más de 11 horas llegamos a la estación de Hangzhou que tantos problemas nos dio cuando vinimos la primera vez, pero que ahora para nosotros ya es una “estación amigable”.

Si vieses como se ponen a fumar como locos  en cuanto tocan el suelo los viajeros del tren no te lo creerías. El día en que prohíban fumar  en los andenes y en todo el recinto de la estación, que lo prohibirán, habrá unas carreras para llegar a la calle que producirán muertos por arrollamiento. La fortuna será que con los problemas respiratorios no tendrán mucho fuelle para correr.

Como nuestro próximo destino es Shanghái y nos iremos el 29, siendo el 1 de mayo una gran fiesta en todo el país y te advierten que en esos días puede haber problemas de alojamiento y transporte, decidimos sacar los billetes esta misma noche.

Pregunto en un mostrador de información y la señora con ayuda de su teléfono me informa y luego nos acompaña hasta dejarnos en el camino adecuado. Una vez más la amabilidad del personal es algo fuera de serie.

Sacamos los billetes casi sin cola, pues a esa hora, cerca de las 12 el personal debe estar en sus casas.

Compruebo que nos han dado billetes separados, regreso a la ventanilla, pero me dicen que no quedaban más que esos dos asientos. Por lo menos estaremos en el mismo vagón y el trayecto es corto.

Llegamos al cercano hotel  y de nuevo la agradable sensación de  lo conocido. Y encima este hotel es un encanto.  Y ahora estaremos 4 noches, la pena es que como he escrito al comienzo de este día aprovechamos muy poco los hoteles    y sus facilidades.

A veces pienso (y creo que me repito) que me daría lo mismo en un palacio (donde también he dormido en nuestro primer viaje a la India) que en un muladar.  (A Marisa de ninguna manera).

PS

Durante este largo viaje he tenido una idea brillante que seguramente encantará a los que va destinado.

Me he encontrado varias veces estando en Chongqing, de la que te recuerdo que se pronuncia “Chonchin”, diciendo que estamos en “Chinchón” y no con ánimo de hacer un chiste, sino que, como me  pasaba también en Japón, trastocaba el orden de las silabas  y así decía que quería ir por ejemplo a “Tokushima” cuando realmente quería ir a “Tokumisha”.

Pues bien, sugiero a la Ilustre Corporación Municipal de esta ciudad madrileña que se hermane con Chongqing. Seguramente a los ediles de ambos   lugares les encantará  visitar  a los del otro lugar y con viajes pagados, que es por lo que imagino que las ciudades lejanas (las cercanas son enemigas) se hermanan.

Una idea estupenda, ¿verdad?

Adelanto a los de Chinchón que vayan preparados para los banquetes de recepción, porque debe ser la ciudad del mundo con más picante por habitante.

Etiquetas: , , , ,