Hoy el típico día de viaje sin ninguna mención especial.
Nos despedimos del magnífico hotel y nos vamos una vez más a la cercana estación de ferrocarril.
Siempre digo que es enorme, pero es que además hoy hay muchísima más gente que en las otras. Así llegas a la puerta de “salidas” y te encuentras a una gran masa de gente haciendo cola para entrar tras la identificación. Ya sabes, cuando entras en cualquier estación de tren o de autobús debes enseñar el billete (son siempre nominales) y tu identificador. Y como aquí lo hacen de manera automatizada a nosotros nos evita las colas pues debemos ir por una puerta especial donde un policía nos identifica con el pasaporte. Así que mi recomendación: ve con tiempo.
Y hoy nos hemos encontrado en la sala de espera de salidas con una inauguración o celebración, pero ni idea del motivo.
Media docena de empleados ejemplares se han colocado detrás de una barra metálica y cuando la bella presentadora ha dicho “¡ahora!” han tirado de esa barra y han aparecida letreros donde se decía qué se celebraba.
Luego unas jovencitas de “Coros y danzas” han interpretado unos bailes tradicionales, circunstancia que Marisa ha aprovechado para hacer algunas fotografías.
El acto ha finalizado haciendo preguntas a los asistentes y regalándoles un llavero o eso me ha parecido, cuando acertaban la respuesta.
Así le han preguntado a una joven que estaba a mi lado y que había levantado el brazo y después la zoquetona no sabía la respuesta, pero la hábil presentadora se lo ha dicho en voz baja y la otra lo ha repetido.
Cola para acceder al andén y siempre hay algún vivo que intenta colarse. Vaya, no lo intenta, que se cuela, a no ser que eso suceda en mi cola, pero ya empiezo a estar cansado de educar al pueblo chino, pues me sigue sorprendiendo que nadie rechiste.
Aquí, como en casi todas las transacciones comerciales, muchos viajeros utilizan el teléfono para acceder, pero pienso en los problemas que tendrán si se les pierde o se les estropea. Porque no puedes pagar una botella de agua y no la coges, pero si al intentar entrar en el andén tu teléfono no te responde…no sé cómo solucionarán estos casos.
El tren de los buenos y en una hora estaremos en Shanghái.
Delante de mí una rubia con unas gafas de sol enormes, pero no tengo que verle los ojos para saber que no es china: tiene una buena nariz occidental. En el interior del vagón hace más bien fresquito y todo el mundo anda con chaqueta o similar, pero esta joven lleva una camiseta negra de tirantes que le deja los hombros y casi toda la espalda al descubierto. ¿Imaginas el porqué? Pues claro, tiene su blanca espalda bien tatuada y ya sabes, si llevas un tatuaje y eso no lo sabe nadie es como si no lo llevases: hay que mostrarlo en todo momento y condición. Y esa es una cosa bien extraña, porque tú tienes un millón de acciones de Zara, por ejemplo, y no llevas un cartel como esos de “Compro oro” diciéndolo, pero llevas tatuada una cobra sanguinolenta y todo el mundo debe enterarse. Inexplicable.
NB
Esos señores con el letrero de “Compro oro” también me sorprenden, porque deberían emplear para esa función a gente con aspecto de poder comprarlo y no a unos menesterosos.
Nada más llegar a Shanghái vamos a coger el metro y previamente cargo las tarjetas de transporte para evitar cualquier sorpresa. ¡Qué gran invento es eso de las tarjetas de transporte! Y más en esta ciudad y con el chino de por medio.
El viaje es bastante largo aunque afortunadamente sin cambios de línea y además ya conocemos las salidas con escaleras mecánicas, pues esto es uno de los detalles más importantes que debes conocer: qué salidas y entradas tienen o no medios mecánicos para acceder a los andenes porque cuando llegas cargado con todo el equipaje y tienes que enfrentarte a las escaleras, las de verdad, las ruedas de tus maletas no sirven para nada.
Vuelvo a descubrir que aquí al metro lo llaman “metro” y no “subway” como en otras partes, pero de todas maneras llevo un mapa del metro en chino pues a veces pregunto por una estación en la calle y el personal no me entiende hasta que saco el mapa.
En el largo recorrido de la estación de ferrocarril al hotel Marisa me enseña en su teléfono el resultado de las elecciones en Aragón, porque esta mañana ya nos hemos enterado del resultado en el país, y ahora “profundizamos” más.
Y no te digo que otros periódicos no sean buenos y no te gusten más, pero cuando te has acostumbrado a uno, en mi caso a El País, pues lo leo desde que salió (guardo el número uno) y antes era lector de “Informaciones”, pues lo otros me resultan extraños y aquí, ya sabes, no se puede acceder a El País.
Hemos cambiado de hotel pues el que estuvimos cuando llegamos no nos gustó casi nada y hemos vuelto a uno de los del año pasado. El precio es mayor que el de Hangzhou, pero no tiene nada que ver. Aquí estamos pagando la proximidad a “East Nanjing Road” y por supuesto a “The Bund” hasta donde podemos ir andando. El de Hangzhou era un 4 estrellas alto y este un 2 estrellas.
La habitación es más pequeña que la del año pasado, pero tiene una bonita vista sobre los tejados cercanos y algunos de los grandes rascacielos.
En estos tipo de alojamientos se valoran mucho los espacios comunes, aunque nosotros no los utilizamos, pero este sí los tiene y además un buena conexión wifi.
Después de aposentarnos nos vamos a comer a nuestro restaurante favorito: un autoservicio donde vemos lo que vamos a comer y aunque es pequeño tiene una gran variedad: 66 platos diferentes y 4 sopas.
East Nanjing Rd, nuestra calle preferida también lo es de miles de chinos y de nuevo nos encontramos con la sorpresa de que tres jovencitas nos han pedido fotografiarse con nosotros. ¿Por qué lo harán? Porque en Shanghái no es como en otros sitios que apenas se ven extranjeros, que aquí hay bastantes, e imagino que en este puente de primero de mayo hay más por ser una fiesta mundial.
La próxima vez les preguntaré la razón de habernos elegido. Quizás Marisa les recuerde a algún personaje de un cuento tradicional chino, a una abuelita bondadosa que hace felices a los niños, o que se la come algún lobo capitalista malo. O algo así.
Tenemos un par de asuntos pendientes y queremos a resolverlos antes de nada, así que vamos a recoger un zoom que dejamos para arreglar en un taller fotográfico y luego a Carrefour a comprar.
Al salir del metro cercano veo Zara, mi Zara. ¡Qué alegría!
Y de nuevo preguntamos por el “Chalefú”, como aprendimos que lo llaman aquí.
Vamos a comprar té y damos con una empleada simpática y amable que nos ayuda.
Veo como el personal compra jínjoles a granel a más de 3€ el kilo y pienso que en mi pueblo te los regalan y no los quieres. De todas maneras la fruta es bastante cara.
Regresamos al hotel y vuelvo a encontrarme con un “retraso” tecnológico: para evitar que se acceda con el ascensor a plantas de oficinas que deben estar vacías por las tardes, colocan una placa metálica encima de la botonera donde solo quedan a la vista las plantas accesibles.
Y ya estamos en nuestra última etapa del viaje.
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