
Por la calle del centro de Salta, estampas de otra Argentina, que no se veían en el centro de Buenos Aires o Mendoza, como motocicletas con toda la familia
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Por la calle del centro de Salta, estampas de otra Argentina, que no se veían en el centro de Buenos Aires o Mendoza, como motocicletas con toda la familia
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Ayer leí que el sitio más interesante de visitar aquí era el “Imperial Tea Garden” y como está con letreros indicadores hacia allí nos dirigimos. También leí que costaba 10¥, pero leo, es un decir, las normas que están en la entrada al lado de la taquilla y veo que hay un apartado donde nombra el mágico número de “1,2” o sea niños que miden menos que eso, otro donde está escrito 60 y 69, o sea precio reducido, y otro de 70, o precio más reducido, o gratis, o que los abuelos de más de 70 no podemos entrar.
No hay nada como (no) saber chino.

A la hora esperada aparece un propio con una fotocopia de mi pasaporte y me pregunta por señas si yo soy yo. Y efectivamente lo seguía siendo.
Nosotros esperábamos una furgoneta que fuese recogiendo a los turistas por los hoteles pero vemos que es un servicio particular.

Llegamos a la entrada de la “West Scenic Area”, Xizha, y al ir a sacar los billetes nos mandan a una ventanilla donde la joven habla inglés. ¡Por fin! Buda y Mao sean alabados.
Me apresuro a explicarle con el pasaporte lo mayores que somos y efectivamente tenemos un precio especial: de 150¥ a 100¥, lo que para el nivel de vida de este país me parece bastante caro: 20€ para el billete normal. Ten en cuenta que a diferencia de otros países asiáticos, excepto Japón y Corea, pero especialmente en la India, aquí no hay diferencia de precio entre los nacionales y los extranjeros. Creo que sí encontré el año pasado que algún descuento de mayores no se aplicaba a los extranjeros, pero por lo menos no te crujen como los indios.
Volvemos al lago y hacemos el mismo recorrido de ayer pero hoy todavía es de día, y además tenemos la esperanza de ver la puesta de sol sobre el lago aunque el oeste está bastante brumoso. Y como diría el poeta “esperando que el céfiro limpie el horizonte”.