Salimos del recinto del templo de Dakshineswar y nos sentamos en una sombra para estudiar el siguiente paso.
Nada más hacerlo se sientan a nuestro lado una joven pareja y sin mediar palabra nos ofrecen un trocito de dulce de los de las ofrendas. Y aunque no nos hace mucha gracia nos lo comemos. Quizás hayan sido pasados por el manto de la Virgen del Pilar en su versión local, o sea de Kali, después de un par de horas de cola y no podemos hacerles un feo.