Hoy comenzamos el día con el desayuno en nuestro nuevo hotel: es algo que siempre me sorprende en los hoteles indios, la cantidad de hombres, generalmente muy jóvenes que trabajan en puestos que en España están casi siempre reservados a mujeres. Aquí son solo dos de unos veintitantos años y, también como casi siempre, delgados y más oscuros que la mayoría de la población.
Hay 5 habitaciones pero somos los únicos que desayunamos en el salón comedor. O no hay más huéspedes, que no creo, o son indios y a ellos les gusta hacerlo en la habitación.
Y ya con nuestra habitual tortilla francesa con un toque indio, nos lanzamos a la conquista de la difícil Calcuta.
Desde nuestro alojamiento hasta el metro hay unos 10 ó 15 minutos que sería un paseo si no fuese por el camino que debemos seguir: primero una ancha avenida con las aceras ocupadas por negocios diversos, como por ejemplo la cocina de la foto de más arriba. (No creerías que la cocina de arriba sería la del hotel, ¿verdad?)
Así llegamos a la calle principal, ancha, muy larga y con una carretera sobrelevada por encima de ella y con la aceras con una particularidad que dificulta la marcha: los anti-alcorques. No sé cómo llegaron a esa extraña situación: en lugar de hacer las aceras nuevas encima de la viejas, las hicieron debajo de ellas.

A.J.C. Bose Road.
Empezamos la visita por el templo de Kali.
En esta ciudad hay dos templos importantes dedicados a esta diosa. El más grande y moderno está situado en el norte y realmente se llama Templo de Kali en Dakshineswar y no tiene estación de metro cercana, que sí lo tiene el otro, el más antiguo y adonde iremos hoy, el templo de Kalighat.
Para nosotros es un clásico la visita a este lugar: fácil acceso, un entorno muy interesante y un templo en el que encuentras todo lo que esperas encontrar en un templo hindú: mucha gente, mucho más fervor y alguna extravagancia como aquí el sacrificio de animales.
El metro de Calcuta también es otra experiencia, pero no traumática: va gente pero no es agobiante, o por lo menos según la hora.
Antes de llegar ya hay alguno que se ofrece para hacerte de “guía”, pero si lo rechazas, como hacemos nosotros, desisten enseguida.
En el camino encontramos a un planchador callejero. Es sorprendente que sigan utilizando planchas que en otros lugares serían objeto de museos etnológicos: planchas de hierro que calientan en unas estufas de carbón.
Como hay que entrar descalzo y hay demasiado personal como para dejar el calzado libremente en una puerta lo dejamos en un puestecito de golosinas que regenta un niño.
En esta ocasión y por diferentes circunstancias la visita ha sido mucho más rápida que otras veces.
En el exterior un grupo de mujeres con un hombre, un joven y varios niños rodean a otro niño al que un peluquero o quizás un sanador le va a afeitar la cabeza. Y digo “sanador” porque parece que lo hace de una forma ritual y quizás no sea un simple rapado, además de la atención de un grupo tan grande alrededor suyo. O quizás sea un rito de paso. No sé y no lo pude preguntar.
En aquel entorno la moto más cochambrosa que he visto en mi vida. Seguro que un artista de “trash art” la convertiría en un pieza de museo. Pero importante. El museo y la pieza.
Desde allí nos dirigimos a ver un par de calles cercanas donde fabrican figuras para la “Durga Puja”. Y como estamos en estos días ya encontramos algunos pandals, que no estarán en la lista de los mejores o más visitados pero que son muy interesantes, por lo menos a los ojos de estos turistas.
En algunos pandals suele haber un brahmán ejecutando algunos ritos y además un grupo de músicos.
Y también en el camino encontramos otra rareza y más si piensas que estamos en un país de los más adelantados del mundo en el terreno de las tecnologías de información: una pequeña imprenta donde un señor está componiendo a mano un texto en una plancha para imprimir en una antigua prensa.
El trabajo se complementa con otro señor que está cortando las páginas impresas con una cizalla también totalmente manual.
¿Y todavía me preguntas que porqué vengo a este país?
En Calcuta hay un barrio, o quizás un conjunto de calles, famoso por ser el lugar donde fabrican los “clay idols”, que es como llaman en inglés a las esculturas de barro que fabrican para uso doméstico, pero especialmente para los festivales de estos días y se llama Kumartuli. Pero hay un par de calles en este entorno del templo de Kali donde también se hacen estos “ídolos”.
Es curioso porque si fuesen representaciones de Santa Águeda o de la Virgen María serían “esculturas religiosas”, pero al no ser de la religión verdadera, pues ídolos, “idols”.
Así que si vienes a este templo aprovecha para visitar también estos talleres pues están siempre con las puertas abiertas y no les importa que curiosees en ellos.
La fabricación de las figuras es muy especial: hacen una estructura de paja y luego la cubren con barro y más tarde con otro barro más fino con la ayuda de tiras de tela en un proceso lento y repetido. Finalmente la pintan. La cabeza y las manos las hacen aparte y las añaden en el último momento.
He leído que el tercer ojo de la cara de Durga, el que está en la frente, se lo añaden el último día.
También se ven algunas figuras no en muy buen estado y sorprende en aquel entorno; imagino que son esculturas rescatadas del río y aunque han perdido la pintura y a veces parte del recubrimiento de barro, todavía se pueden volver a recomponer. Sería lo que se llama un “producto reacondicionado”. Y si a ti no te importe llevar un Iphone 23Plus de esta forma parece que los dioses tampoco se preocupan demasiado por ello.
Pero además de Durga vemos que están “montando” otras figuras diferentes, muchas con la lengua fuera y es que en pocos días será la “Kali Puja” y seguramente estas corresponden a ese otro avatar, Kali.
Uno de los trabajos más penosos es el hacer la mezcla de barro con paja o virutas de madera o de caña, pues se hace con los pies y con la ayuda de una azada. Si alguna vez te quejas de la dureza de tu trabajo ponte a ti mismo en ese lugar: con los pies dentro de un montón de barro mezclándolo.
Vemos descargar una enorme figura a medio acabar desde un camioncito. Lo han hecho entre una decena de jóvenes y con gran dificultad. Y piensas en lo sencillo que sería hacerlo con una pequeña grúa. ¿Y qué harían los otros nueve?
Y en aquel entorno encontramos un pandal muy especial, empezando por el nombre: “Password”.
Se entra a través de un pasillo, tipo cueva, donde cuelgan ristras de números de plástico. El interior es un mundo cibernético presidido por la omnipotente Durga. Espectacular.
Etiquetas: Calcuta, Clay idols, Dakshineswar, Durga Puja, España, India, Kali, Kali Puja, Kalighat, Kumartuli, Pandal
18/01/2021 a las 21:17
realmente Calcuta es un museo en sí, para nosotros es sorprendente casi todo lo que hacen y lo que vemos, lo de la fabricación de las esculturas fue muy interesante.
los pandals, increibles
eso si como bien apuntas, es una ciudad complicada para la movilidad pedestre