De la moción de censura de esta semana algo llamativo es que dos de las profesiones que viven de la palabra, políticos y periodistas, desconfían de ella. Lo menos que han dicho del acto es que es ocioso cuando no un esperpento. Pero si en un sitio al que se va a hablar (parla mento) la palabra de un anciano competente es ociosa, la representatividad del sitio queda muy en entredicho. Será quizá porque sólo se escuchan en el hemiciclo palabras de unos pocos electos y que un ciudadano está siempre de más.