Llegamos a la casa de Sri Aurobindo y también está cerrada, aunque el jardincito sí se puede visitar, pero con la particularidad de que la mitad debe hacerse descalzo. ¡Malditos zapatófobos!
Porque allí ni hay tierra sagrada, ni puedes ensuciar el terreno, pero debe ser que en esta parte del espacio les gusta que el personal toque la tierra con sus pies y quizás así se consiga algún efecto positivo de energía. No se me ocurre otra tontada semejante para la prohibición.