Es una moda cargante entre los componentes de nuestro Gobierno decir que «se dejan la piel» en su trabajo. Se le atribuye a Lenin la frase «el Estado lo puede gobernar una cocinera». Los cien años posteriores parece que no le han dado la razón en el sentido que él decía de simplificación de las tareas. Los políticos actuales posiblemente utilizan esa absurda metáfora de la piel, hiperbólica en grado sumo, uniéndola al aspecto del trabajo extenuante en algunas cocinas o al sacrificio personal que hacen por nosotros. No sé si a mis conciudadanos les parece, como a mí, tan grave y tan sugerente de grandes quemados, de accidentes con fricciones con superficies rugosas o de rasgos reptilianos.
Archive for octubre 2025
El uso pernicioso de dejarse la piel.
23/10/2025Manifestación.
03/10/2025El jueves 2 de octubre volvía a casa en tren. Dos paradas después de subirme entraron siete personas, una adulta y seis adolescentes, todas con alguna identificación de símbolos palestinos, pañuelos, banderitas y banderas; había terminado una manifestación cuyo comienzo vi en la calle de Atocha y volvían a casa contentos. Al verlos me puse a leer en el móvil un libro de Richard Osman. Una joven con una gran bandera al cuello se sentó frente a mí. Estaba eufórica y me dijo educada y entrometidamente ¿Qué opina del genocidio de Gaza. Que es una guerra muy cruel. Porqué no la llamas genocidio Porque sería el genocidio de comienzo más difícil y de final más fácil de todos los habidos y en especial de aquel para el que se creó la palabra. Y esa mierda qué quiere decir (ya no era tan educada). Pues que en todos los genocidios las víctimas estaban desarmadas y entre todas procuraban salvar a mujeres y niños y duraban bastante tiempo; en éste las víctimas estaban armadas y disparando bastante y no cuidaban a las mujeres y los niños de los demás a los que casi con seguridad no impedían que se les acercasen y que el final sería inmediato en cuanto Hamas depusiera las armas. Sionista nazi nos tenemos que bajar. Seguí en el tren una parada más. Ya no pude y no me hubiera atrevido tal como iban las cosas a decirle que no me gustan los secuestradores ni los soldados encapuchados ni la propaganda masiva de uno sólo de los combatientes ni las dictaduras que se enfrentan a las democracias (por muy imperfectas que sean y por muy enloquecidos que sean sus políticos que aunque no lo parezca algún día serán sustituidos), ni las teocracias que utilizan peones de miseria y de rencor a los que podrían ayudar de muchas maneras. Pude decir sionista sí, nazi jamás Hamas. No creo que apreciase mi mal humor.