Los ritos.
Observando los ritos del festival del monasterio de Auniati volví a pensar en mi incapacidad para comprenderlos y por supuesto para ejecutarlos, a no ser que fuese un profesional de ellos y lo tuviese que hacer por necesidad económica.
Y sigo pensando que debe haber una interpretación antropológica de todos ellos, pero que algo que quizás en el siglo X a. C. o incluso del V d. C. tuviese algún tipo de significado ahora en el siglo XXI (pero en cualquier momento después de Voltaire y sus amigos de la Ilustración) no puedo entenderlos y tampoco que gente adulta y en algunos casos inteligentes los siga realizando.
¿Por qué los monjes dieron cuatro vueltas cantado (y saltando los más jóvenes) alrededor de los mástiles y no 17?
Y lo mismo con los tabúes.
¿Por qué los musulmanes no comen cerdo? (Por favor, no me digas lo de que Mahoma descubrió la relación entre la triquina y la enfermedad que produce).
Y si me das una interpretación tipo Marvin Harris, dime porqué lo siguen haciendo en el siglo XXI en las poblaciones sedentarias.
O los extravagantes preceptos católicos: “Ayuno y abstinencia durante toda la Cuaresma”. O rezar los 15 misterios del rosario.
Y de los judíos ni te hablo.
Pues ritos, tabúes y extravagantes preceptos me siguen fascinando, pero todavía me siguen sorprendiendo más que los sigan haciendo y creyendo en ellos.
Y de todos, los que se llevan la palma son los hindúes, como estos vishnuitas de las satras de Majuli me han vuelto a recordar.
Richard Gere.
Ya ves, uno que cree en los ritos. Y en los mitos.
Leí un artículo sobre este actor y hablando sobre la película “First Knight”, en España “El primer caballero”, decía: “En cuanto leí el guión encontré similitudes ente este fantástico reino de Camelot y el Tíbet, esta idea de que existe una sociedad sabia dominada por un espíritu altruista y amenazada por las fuerzas del mal”.
Ya sabes, el “espíritu altruista” era el estado teocrático de los lamas y “las fuerzas del mal” los comunistas chinos.
Manuel Vicent.
Y aquí uno que no cree en los mitos, pero sí en la vida. Y en la muerte.
“Con el solsticio de invierno la luz va abriendo día a día el compás, y dentro de ese cono luminoso en el que estamos condenados a bailar ¿a cuántos idiotas tendrás que soportar? No importa. La muerte y la gloria se las llevará el viento hasta el corazón del verano y cuando llegue el otoño nada deberás agradecer salvo la dicha de sobrevivir al milagro de estar vivo”.
Sobre la citas.
A propósito de las dos entradas anteriores me pregunto: ¿cito yo demasiado?
Pues una más, en esta ocasión de Javier Cercas:
“De hecho, tengo la sospecha (o más bien la certeza) de que quien nunca cita a nadie sólo puede hacerlo por dos razones: una es que no sabe que la mayoría de las cosas que decimos han sido ya dichas, y casi siempre mucho mejor de lo que nosotros podríamos decirlas; otra es que, aunque quien escribe sin citar sepa que no paramos de repetir lo que ya han dicho otros, pretende hacer creer a quien le lee que es de cosecha propia aquello que en realidad es de cosecha ajena, que ha salido de su cabeza aquello que salió de otra”.
Y concluye: “La primera posibilidad convierte a quien no cita en un ignorante; la segunda, en un desalmado, en un saqueador”.
Y yo no quiero ser un ignorante, vaya, más de lo que soy, y tampoco un saqueador, así que entonces cito.
Aunque también me puede pasar como en la historia que cuenta el autor al final del artículo: que dice una frase pensando que era una cita latina y resulta que era suya. A mí me ha pasado con una frase que atribuía al editor de este blog y que un día me contestó que no la había dicho nunca.
Cuando uno de mis hijos decía una frase del tipo “Odio las borrajas”, yo les contestaba: «Como mi amigo dice a sus hijos: ‘Solo se debe odiar al desorden y al pecado’».
Claro, que refiriéndose al odio preferiría que mis hijos dijesen lo que dicen que dijo la presidenta del congreso de EEUU, la señora Pelosi, cuando le preguntaron si odiaba al Sr. Trump: “Como católica, me ofende que use la palabra odio en una frase dirigida a mí”.
Vaya, que no hay que odiar ni al Sr. Trump, ni a las borrajas.
Mi cita preferida.
Hay una cita que suelo repetir en alguna crónica de mis viajes, la de la muerte del replicante interpretado por Rutger Hauer, en “Blade Runner”.
Pues bien, este actor murió un poco antes de comenzar este viaje y al leer su obituario descubrí que la primera vez que lo vi en una peli fue en “Delicias turcas”, de la que no recuerdo nada excepto las especiales circunstancias en las que la vi y su título en inglés, que me sigue resonando como una coletilla, ”Turkish Delight”, nombre que descubrí que significaba otra cosa que la que imaginé cuando fui al cine.
En aquello época íbamos al sur de Francia desde Barcelona para ver películas que aquí estaban prohibidas. (Sobre esto ya escribiré una crónica en otra ocasión). Y la más famosa era obviamente “El último tango”.
Fuimos con un amigo a verla, pero no era la hora de la sesión y aprovechamos para ver otra que por su título nos pareció de tipo erótico, porque a ti en el año 1973 te dice “Delicias turcas” y piensas en harenes y odaliscas.
Error. Era una historia de amor en la que el protagonista era Rutger Hauer, pues ya sabéis que era un actor holandés como esa película y su director.
Luego lo descubrí, y me maravilló en Blade Runner y finalmente me encantó, en “Lady Halcón”, con la maravillosa Michelle Pfeiffer, interpretando al caballero Navarre.
Pues se ha ido “como lágrimas en la lluvia”.
Delicias turcas.
Muchos años después de ver esa película en un viaje a Estambul leí una recomendación de una pastelería donde hacían las mejores “delicias turcas” de la ciudad. Resultó ser un lugar encantador propiedad de unos señores que apenas hablaban inglés, como hacen muchos de esa ciudad que tienen contacto con turistas, pero sí un perfecto francés, herencia de cuando este idioma era la lengua franca de esta zona.
Realmente era una confitería buenísima adonde volvimos en otras ocasiones a aprovisionarnos de esos famosos dulces y caramelos y donde una vez les llevamos turrón, pues ellos fabricaban un excelente mazapán.
Por cierto que las “delicias turcas” no se llaman así en turco sino “lokum”.
No encuentro ninguna fotografía de ese establecimiento de Estambul así que te dejo esta de la preciosa confitería «Camilo de Blas» de Oviedo.
“Bonus track”.
Aquí tienes un enlace a un vídeo con la escena final de lo de “Blade Runner” con posibilidad de subtítulos.
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