30. India 2019. 10 de octubre, jueves. Décimo tercero día de viaje. De Calcuta a Guwahati. Segunda parte.

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Se han ido los viajeros a Bután y así nos quedamos anchos en nuestro departamento, aunque de vez  en cuando se sienta alguno allí, no sabemos si es su sitio o lo hace porque le apetece, pero creo que es esto último.

Ayer cuando pasó el revisor  le pregunté si había alguna posibilidad de cambiar de clase y pasar a la 2AC: no había plazas libres.  Desde luego en este tren compruebo que no hay mucha diferencia entre estas dos clases, sí la hay con las otras literas que no son “AC”.

Antes de las 10 ya pasan los mozos del “pantry car” anunciando la comida, pues debes apuntarte  para cuando llegue el momento de servirla.  Y de nuevo Marisa no se atreve y yo no puedo.

Un ligero ayuno tampoco está mal. Y es que teníamos previsto habernos comprado comida antes de coger el tren, pero la lluvia de ayer en Calcuta  y las inundaciones siguientes de la calles nos lo impidieron.

Y si por ayer la tarde fue la “alegre muchachada” la que me impidió escribir, leer o simplemente reposar,  hoy día 10 al marcharse ellos han sido diversos pasajeros muy interesados en nosotros, especialmente dos: un niño al que su padre ha enviado desde otro departamento para practicar su inglés con nosotros (o eso imagino) y un representante farmacéutico  muy interesado en España, Europa y el mundo.  Así me ha preguntado por ejemplo si Venezuela estaba en Europa.  Pues no. Pero sí sabía que allí la situación era un desastre.  Imagino que también a muchos europeos les costará situar a Asam en un mapa.

Otra cuestión: “¿En Brasil hablan español?”. Pues no, que hablan portugués. He estado a punto de explicarle lo del tratado de Tordesillas, pero me he limitado a citarle  los países americanos que sí lo hablan. He evitado las particularidades de la Guayana  y similares.

He aprovechado para preguntarle cosas de Nagaland, pues aunque no es de ese estado sí vive en Dimapur, la principal ciudad,  y así me ha recomendado algunos pueblos y que no fuese a otros.

Y el niño.

Se sienta (mejor se encajona, como podrás ver en la foto) entre el señor representante farmacéutico  y yo y me pregunta, así de golpe,  si me gusta la Basílica de San Pedro y el Coliseo de Roma.

Y en aquel momento pienso que a lo mejor, o quizás que a lo peor, ya estoy muerto y un ángel celestial me está haciendo un examen para entrar o no en el paraíso.

Porque tú estás sentado en un tren renqueante de la India, viajando de Bengala Occidental a Assam, y cuando llevas 20 horas de viaje van y te preguntan, así a bocajarro, si te gustan esos dos maravillosos edificios.

Y es un niño de 9 años que lo hace sin ninguna malicia. Quizás un querubín. Pues eso, que a lo peor ya estoy muerto.

Y cuando me sobrepongo empezamos la conversación y lo divertido es que en algunas de las preguntas  y respuestas también interviene el señor de Venezuela.

Así me pregunta el niño si he visto corridas de toros. Y esta de los toros es la pregunta más odiada junto con la de la tomatina, que por supuesto ya me han hecho en este viaje.

Le explico pacientemente  al niño, que cuando yo era como él sí que iba a los toros, pero que ahora no voy y no me gustan nada.  Pues resulta que al jodido sí que le gustan.  Lo que no sé dónde podrá verlos. Quizás haya algún canal animalista gratuito en la tele.

Para contrarrestar le digo que en este país sí que matan a los búfalos aunque no lo hagan a las vacas y terneros. Y aquí interviene el señor: es que el búfalo es la representación del demonio.  ¡Hay que joderse con esta clasificación de los bóvidos!

También me explica que la vaca es tan sagrada que por ejemplo en UP, Uttar Pradesh, (aquí todo el mundo dice “iupi”) si pides para comer ternera puedes ir a la cárcel. ¡Que hay que ser gilipollas para hacerlo! Pues parece que alguno lo hace.

El niño cuando acaba la batería de preguntas  se queda un rato entre el señor y yo  y luego se va con su padre a su departamento. Imagino que al regresar  este le dice: “¿Pero no le has preguntado  por Van Gogh?”. “Pues no”.  “Vuelve ahora mismo y pregúntale al abuelito extranjero qué opina”.

El niño no conocía a Velázquez pero sí a Picasso. Menos mal que no me ha preguntado por Dalí, que tanto gusta en el mundo oriental.

“¿Y has visto el Guernica?”, me pregunta.

Y vuelvo a pensar que me he muerto  y que estoy en el examen de acceso al cielo. ¡Un niño de 9 años de un pueblo de Assam!

También me pregunta por la música clásica y un montón de cosas más. Menos mal que no le interesaba el tema deportivo porque hubiese quedado fatal.

Total que entre él y Pranit (el señor) no he podido escribir.

Acabo con las dos cosas que más me han sorprendido de las diferentes  charlas.

En Nagaland el deporte rey es el fútbol, el Barcelona  el que tiene más seguidores y Messi casi un dios. Así que voy a  hacer el ridículo más espantoso  en lugar de cubrirme de gloria  si fuese capaz de nombrar a algún futbolista importante. Porque imagino que Kubala y Basora, que me suenan de cuando era niño no sirven. O Núñez, que era un señor pequeñito que tenía una constructora que hacía muchos bloques de pisos en Barcelona y que era el presidente del club.

Visto lo puesto que estaba Pranit en el tema fútbol he aprovechado para preguntarle si había españoles jugando en Calcuta: pues sí en el “East Bengal Club”. Imagino que serán los maridos de las jóvenes del vuelo en el que llegamos a la India.

La otra sorpresa, y esta sí fue grande,  es que nos preguntaron si éramos misioneros cristianos al decirles que íbamos a Nagaland. ¡Misioneros nosotros! Sí que nos deben ver acabados: dos abuelitos  camino de una misión para acabar sus días allí. Como Brel, que se fue a las islas Marquesas, nosotros a Nagaland, pero en plan religioso.

El niño se llama “Palak” y como ese nombre significa “espinacas”  en hindi le pregunto si no tiene problemas en la escuela. Pues no. Y además resulta que “palak” en bengalí significa “pestaña”. Tendría que haberle explicado que en España también había un político anarcosindicalista muy importante llamado así y que le hubiese ido que ni clavado el nombre: Angel Pestaña, Angel Palak.

Se despide de nosotros pidiéndome la dirección de correo. Seguro que me escribe.

Durante el día el trayecto pasa por grandes extensiones llanas plantadas de arroz, salpicadas de vez en cuando por alguna aldea con palmeras y casas sencillas. No es espectacular el paisaje pero, ahora por lo menos, es bonito.

En algunas estaciones, siempre con muchos viajeros esperando en los andenes sus trenes, hay jóvenes durmiendo en el suelo. Por el aspecto de sus equipajes son militares que se desplazan de un lado para otro. Las esperas suelen ser largas así que  lo hacen dormitando y descansando.

Y así llegamos a la caótica  estación de Guwahati después de unas 22 horas de viaje y 972 km, lo que da un escalofriante promedio de 44 km/h.

Aquí te dejo el enlace a Google Maps del recorrido.

PS

Estoy por enviarle el enlace de esta crónica al niño Palak, pero miedo me da la traducción de los robots que pueden hacerle del castellano al asamés.

Me preocupa especialmente la frase “Pues resulta que al jodido sí que le gustan”.

Palak, si me lees  has de saber que aquí “jodido” es una palabra con significado cariñoso, nada que ver con el acto sexual.

Y que me encantó haberte conocido.

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Una respuesta to “30. India 2019. 10 de octubre, jueves. Décimo tercero día de viaje. De Calcuta a Guwahati. Segunda parte.”

  1. Luigi Says:

    Que bonita y relajada lectura dominguera

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