3. India 2019. 28 de septiembre, sábado. Primer día de viaje. De Madrid a Delhi.

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Como en este viaje la novedad es que viene con nosotros nuestro hijo Luis, no tenemos “transporte familiar” y vamos con el tren y metro hasta la T1 de Barajas.

Como no tengo fotografías de la terminal pongo esta de un caballito del diablo, insecto que viaja continuamente. Vaya, que no para de moverse.

Este terminal siempre me engaña pues desde que llegas con el metro hasta los mostradores de facturación hay un buen trecho, pero como el recorrido es a través de sucesivos pasillos no muy largos no da la impresión de su longitud. La facturación en los mostradores de Air India es rápida y poco servicial, aunque en descargo de la joven que nos atendió hay que decir que la pobre tosía sin parar. O sea que debería haber estado en su casa y no trabajando. Claro que nosotros no teníamos la culpa, aunque soportamos sus  (desagradables)  maneras.

Además ahora el acceso a la “zona con pasaportes” se hace con unos artilugios electrónicos que te evitan la usual poca amabilidad de la policía que te controla el pasaporte.

Oye, que entiendo que estar sentado allí mirando pasaporte tras pasaporte durante dos o tres horas debe ser un trabajo horrible, pero es que no han visto plantar arroz en el sudeste asiático o picar piedra en el Himalaya indio. O sea, como con la azafata resfriada: que yo no tengo la culpa. Además también tienen ese tedioso  trabajo los policías de otros países  y te saludan y tratan amablemente.

O sea que aquí, hoy, mejor con los robots.

El acceso al avión es en el aeropuerto de Madrid pero podría  ser cualquier instalación semejante de la India: un caos.

No he visto un montaje peor organizado en Europa.

También es una novedad que viajemos los tres juntos, así que ocupamos tres asientos contiguos.

Al lado de nuestro avión uno con una cabeza mezcla de señor y de cóndor en la pintura del fuselaje. “Fuselaje”: ¡qué nombre tan bonito! Quizás no para ponérselo a un hijo, pero sí para repetirlo en voz alta en momentos críticos cuando la vida te golpea: “¡Fuselaje!”  Y parece que te vienes arriba: ¡Fuselaje!

En la pantalla la información en inglés y en hindi: hay 7263 km hasta Delhi. Y llegaremos allí a las 8:45 de la mañana. Porque con la India seguimos teniendo ese extraño desfase: 3 horas y media.

Salimos de Madrid y en mi pantallita  tengo el mapa del recorrido. Un trayecto sencillo aunque pasaremos por encima del mar Caspio (a ver cuando Marisa se decide a que lo visitemos) y antes de entrar en la India parece que atravesaremos Afganistán.

Un mapa muestra el comienzo del recorrido con un extraño hito: “Titanic 1912”. Vaya, más que extraño me parece un poco macabro, aunque nosotros no vayamos a pasar por allí.

Las instrucciones de seguridad primero en hindi y luego en inglés en las pantallitas individuales. Aquí no emplean a los famosos del deporte como antes los de Qatar con los futbolistas sino que son personas “casi” normales con aspecto indio. Alguno parece más guapo y elegante de lo normal pero no se pasan de “glamour”.

En la información le dedican bastante tiempo a consejos del cuarto de baño. Demasiado si piensas que en otras aerolíneas  ni lo mencionan. Quizás aquí tengan en cuenta a su público indio  y detallan cosas que a un viajero occidental no tienen ni que nombrárselas.

Luego cuando voy al lavabo me sorprende el potente olor a almendra amarga (o eso me parece): es una tableta que huele fortísimo y así enmascaran cualquier otro tipo de olor.

Y llega la primera muestra gastronómica: un aperitivo a base de un sobrecito con cacahuetes,  pero la sorpresa viene de las botellitas de vino: son indias.  La verdad es que no son demasiado buenas, pero me ha gustado poder probar esta nueva especialidad: un de “chenin sauvignon” y otra de “cabernet shiraz”.

Luego en la comida, y a diferencia de lo que suele ser habitual, no te ofrecen bebida, solo te incluyen con la bandeja una botellita de agua.

Como siempre hemos elegido dos cosas distintas y así Marisa puede quedarse con la menos picante.  Que vamos camino de la India.

No recuerdo el otro viaje con esta línea para compararlo, pues hace muchos años, pero la comida de hoy ha sido flojita.

Marisa y Luis están viendo la misma película, una española, y se ríen como hace tiempo no los veía así. ¡Qué felicidad!

Se apagan las luces y tras un buen sueño nos despiertan a las tres y media para un “refreshment”, que así llaman a una cajita de cartón con un cruasán frío, casi helado, con algo en su interior que quizás sea queso  y una botellita de zumo.

Estos de Air India no se esmeran demasiado con las comidas.

Amanece encima de Paquistán: grandes extensiones montañosas sin rasgos  de vegetación, ni de poblaciones.

Pronto llega un precioso mar de nubes y ya no sabes si lo que tienes debajo es un vergel o un desierto.

Y en poco más de 8 horas ya estamos en Delhi.

Resumen: lo peor del vuelo la restauración; lo mejor la risas de Marisa y Luis viendo la película; neutro, que no ha habido ni un minuto de turbulencias.

Fe de erratas. No mías, de Air India.

Al llegar la información de la pantallita dice que hemos viajado 7509 km y llegamos a las 8:00.

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Una respuesta to “3. India 2019. 28 de septiembre, sábado. Primer día de viaje. De Madrid a Delhi.”

  1. Luigi Says:

    (la película que nos hizo las «delicias» del vuelo fue «Campeones»)

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