Y desde la estación nos vamos a hacer nuestra visita turística del día: “M50”. Iba a decir “la M50”, como se dice en Madrid, pero en este caso sería más propio decir “el M50”.
Es lo único que nos queda por visitar de lo que la guía califica como “Shanghái’s Top 13”.
El “M50” no está al lado de ninguna estación de metro como casi todo que hemos visitado hasta ahora, pero se puede llegar bien desde la estación de ferrocarril. Así pasamos por una parte de la ciudad que no es turística, con algún gran edificio de oficinas y también con alguno de pisos.
Y como no es algo monumental, ni religioso, no sabes que estás en el M50 hasta que no ves algunas paredes o mejor tapias de un edificio en obras con pintadas en ellas. Y un rinoceronte. Vaya, una “estatua de”. Esta tan moderna y atrevida que contrasta con un vendedor ambulante de boniatos.
Las dos caras de Shanghái: un centro de arte moderno y un vendedor callejero de algo con tan poco “glamour”.
Más tarde, cerca de allí, vemos a uno que rebusca entre la comida. Pero no la comida que deben echar a la basura en Alcampo o Lidl, no, que es la que han debido echar algunos restaurantes de la zona. Vaya, una escena no apta para almas sensibles y menos para estómagos delicados. Te adelanto que en situaciones así nunca hacemos fotografías.
Y de la calle Moganshan que delimita el complejo salen, o entran, unas callecitas hacia dentro flaqueadas por galerías de arte, tiendas de artesanía, sobre todo de cerámica y algunos estudios de artistas.
Marisa se ha entusiasmado con la visita.
Desde luego estás en otro Shanghái, que no es el de la China “normal”, ni tampoco el Bund, ni menos la de Pudong. Excepto el precio del café con leche, que nos ha costado más que la comida.
Todo este lugar había sido un conjunto fabril de pequeñas factorías y según la guía de “fábricas de algodón”.
Y casi en todas las salas tenían algún visitante, pero dado el tamaño de esta ciudad eso no es mucho decir, aunque me imagino que debe haber más movimiento al atardecer.
Una característica de este lugar y otros semejantes es ver a jovencitas que vienen aquí a fotografiarse, casi en plan profesional, pero con alguna amiga o amigo.
Digo lo de “profesional” porque suelen llevar bolsas con ropa para cambiarse. También por las poses que emplean, aunque quizás sea una cosa generacional pues Marisa me dice que nuestra nieta también hace las mismas tonterías.
En una galería preguntamos cual es la mejor opción para coger el metro y nos recomiendan una diferente a la que utilizamos para llegar hasta aquí, así que nos tocará preguntar.
Camino de allí pasamos por un gran edificio en construcción que cuando se finalice tendrá visitas turísticas de lo espectacular que será si es como muestran las fotografías de las maquetas. Lo más curioso es el remate que tendrá con una especie de jardines flotantes.
Esto se compensa con unos grandes edificios tipo colmenas, pero con toda la superficie exterior acristalada.
Cerca del metro pregunto a un vigilante de un parking por él. Y como siempre me sorprende que no me entienda: la estación está a unos 50 m, como luego descubrimos, le enseño el plano del metro donde obviamente debe poner algo en chino. Pues nada.
Ya en la estación del metro me asombra un señor mayor, pequeñito y flexible que va con dos grandes bolsas y se cuela pasando entre los barrotes del torno. Debe hacerlo todos los días por la facilidad con que pasa. Igual era antes un contorsionista de un circo, dada su flexibilidad.
Pequeño descanso en el hotel y de nuevo a Pudong. Ahora queremos ver el Bund desde allí.
La llegada al paso elevado en forma de anillo que está debajo de la “Oriental Pearl TV Tower” nos vuelve a dejar con la boca abierta a pesar de que es la tercera vez que estamos aquí. Y como siempre con gente por todas las partes.
Nos acercamos a la “Riverside Avenue”, al lado del río, y el espectáculo es impresionante.
Detrás tienes todas las grandes torres de Pudong, delante de ti, al otro lado del río Huangpu, los preciosos edificios del Bund.
Ahora vuelvo a recordar la frase de “mejor una cama en Puxi que una casa en Pudong”. Parece mentira viendo aquello que la frase se atribuyese a un dicho de 1987.
NB
Puxi, es la zona urbana de Shanghái al otro lado del río.
El paseo está animado, pero tranquilo, quizás por ser ya tarde, con parejas y algún pequeño grupo de amigos, y los grupos de turistas ya no vienen por aquí, pero te lo recomiendo, por lo menos por la noche: uno de los paseos más bonitos que recuerdo.
Hoy además había un guitarrista y cantante acompañado de un batería que lo hacían muy bien. En el lugar donde dejar el dinero (y la gente dejaba) había dos letras con los códigos QR. No sé si sería para dejar el donativo o para seguir su carrera artística.
Una particularidad muy especial: el cantante era albino. El único que he visto en este viaje. Y es que lo de los albinos tienen un significado especial para mí. Pues aquí en el paseo al lado del rio Huangpu un albino cantando y tocando la guitarra y muy bien.
Había bastante gente escuchándole pero nadie aplaudía al acabar. Debe ser cosas de la idiosincrasia china.
Viendo todo el espectáculo nocturno de Pudong y del Bund, Marisa exclamó: “¡Cuántos carretes se tirarán!”. Y es que todavía piensa a veces en “analógico” o como dicen los franceses de forma más bonita en “argentique”.
NB
Una observación necesaria: Marisa siempre piensa en analógico, no solo “a veces”, que la frase de arriba puede llevar a confusión, que los que “piensan en digital” son los robots.
Y recordamos los días de los carretes y que cuando nos íbamos de viaje calculábamos uno de 36 por día. Y eso a algunos amigos les parecía un disparate. “Yo me llevo uno de 12 y todavía me sobran”, nos contestaba alguno de ellos.
Aunque es de noche cerrada siguen circulando gabarras y algún buque de carga. Pensaba en como sería la vida de los que los conducen (¿pilotan?) siempre haciendo el mismo recorrido, arriba y abajo, pero también hace algo parecido el conductor de un autobús urbano, por ejemplo el 27 de Madrid. Claro que el del 27 se va a dormir a su casa o a pasear con su señora o a tomar una caña al acabar la jornada y los de la gabarra tienen la casa dentro, el paseo en la cubierta y el bar en la popa. Y quizás una mujer en cada puerto.
Llegamos al final del paseo y cogemos el ferry para cruzar el río hasta el Bund. Cuando abren la cancela los pasajeros se lanzan como locos, pues a esas horas todos debemos ser turistas y el espacio en la cubierta es muy pequeño y es más interesante el lado izquierdo, que es el que se llena enseguida.
Y solo por 27 yuanes cruzas el río, llegas al Bund y de nuevo te sumerges en la maravilla de este paseo y además teniendo enfrente la espectacularidad de Pudong.
Hay mucha gente y hablan animadamente de manera que hay un murmullo de fondo notable y curioso.
Cuando llegamos a la zona que está enfrente de Nanjing Rd aquello es increíble. Y es que el personal sale de esa calle, sube las escaleras hasta la parte superior del paseo y de repente se enfrentan a Pudong en todo su esplendor y se quedan de piedra. Vaya, no tanto, porque empiezan a sacar fotografías con el teléfono como locos. Y además se forma una barrera de 6 ó 7 filas de manera que casi no se ven los edificios del otro lado del río. Si anduviesen 50 metros a cada lado tendrían una visión completa, pero no, todos al mogollón.
Regresamos al hotel más tarde que nunca, tanto que nos pasó lo de la maldita última cena que describí al comienzo de la crónica del día.
Pero no fue lo único malo de la jornada. Resulta que cuando llegamos al hotel había un joven indostánico esperando el ascensor. No se aclara con lo de los botones de subida y bajada y aunque intento explicárselo me dice que dan lo mismo. Le pregunto: “Eres indio, ¿verdad?”. Y creo que me dice que sí. Entonces llevado por mi falta de consideración y de sentido común y porque habíamos bajado dos veces al sótano cuando queríamos ir al sexto piso le digo que en la India da lo mismo un botón que otro, pero que en China no. Veo que me he pasado y para congraciarme le pregunto que de qué parte de la India es: “De Paquistán”. Que me querría haber muerto. Que es como si hablas con el Sr. Puigdemosnt y das por supuesto que es de Vallecas, o confundes a uno de Gran Canaria con Tenerife.
Le pedí perdón mil veces, que todavía le debe resonar en su cabeza el “I’m sorry, I’m sorry”.
Que no se puede ser más patoso.
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