
De nuevo amanece un día precioso y con el mar de Mármara enfrente de nuestro balcón.
Y de nuevo un verdadero desayuno turco (o al menos lo que nosotros, “turistas accidentales”, entendemos como tal): mil tipos de aceitunas (me encantan), dos mil de mermeladas, quesos frescos blancos, algún embutido (nunca de cerdo), vegetales diversos….
Así que si lo qué esperas es un bocata de jamón y un croissant andas jodido.
Hoy salimos de Estambul al final de la tarde así que vamos a dedicar la mañana a recorrer algunas mezquitas, pues ayer no lo hicimos dado que al ser viernes hay algunas restricciones por las horas del rezo.
La primera mi favorita, que además está muy cerquita del hotel: la “Pequeña Santa Sofia”.
Fue la Iglesia de San Sergio y San Baco y ahora es la “Küçuk Ayasofya Camii”.
El emperador Justiniano la construyó hacia el año 527 antes de Santa Sofía y se cree que por los mismo arquitectos de esta y convertida en mezquita alrededor del año 1500. Sufrió diversos avatares y estaba en tan mal estado que fue incluida en la lista de la Unesco de monumentos en peligro. Finalmente fue restaurada y abierta al culto de nuevo en el 2006.
Una maravilla y además te permiten subir al deambulatorio que hay en el primer piso y así contemplar no solo las escrituras coránicas sino también los frisos bizantinos.
Marisa ha debido colocarse un pañuelo en la cabeza, pero por lo menos no una falda como en Georgia.
¿Por qué a Dios le molesta tanto el pelo de la cabeza de las mujeres? ¿Y por qué a ese mismo Dios le encanta la barba masculina? Seguro que hay una explicación.
En el exterior un puestecito de “Free Literature” y me hago con un ejemplar de “Miracles of the Quran” con ánimo de leerlo.
Desde allí a otras de mis favoritas y además de Sinán, la Mezquita de Sokollu Mehmed, “Sokollu Mehmed Pasa Camii”, pero está cerrada, no abren hasta la una.
Allí hace años tuve un pequeño altercado con un abuelo que era profesor de la madrasa que hay en esta mezquita. Me parece que se empeñó en venderme unas postales y que no hiciese fotos.
Y acabamos el trío con la Mezquita Azul, Mezquita del Sultán Ahmed, “Sultan Ahmet Camii”.
Hoy es algo imposible: más gente como no había visto nunca, que hasta hay que hacer cola para entrar. Y mira que he estado veces aquí.
Veo aparecer a un grupo de negros muy trajeados con alguna señora vestida muy exótica acompañados de algún funcionario turco y con gorilas con audífono como esos de las pelis.
Entran por un lado reservado a visitantes especiales y dejan los zapatos en la puerta al cuidado de uno de los escoltas que además lleva un paraguas (¿será un paraguas estoque?) y un gran calzador que imagino será para que no tengan que agacharse a la salida.
El resto de los pecadores tenemos que llevarnos los zapatos en una bolsa de plástico que te proporcionan en la entrada.
Su interior sigue siendo igual de espectacular que siempre, pero hay tanta gente y huele tanto a pies…
Además, como en las mezquitas de esta ciudad, a los infieles no nos dejan pasar de unos metros de la entrada. Excepto si eres un político negro, que entonces sí puedes pasar hasta el mihrab, incluso aunque seas mujer.
A mí me parece muy bien que para evitar distracciones en las tareas del alma no dejen hacer ruido, ni pasearse, ni…, pero para todos. O es que si eres un musulmán, aunque seas ateo, y solo entras para hacer fotos sí puedes hacerlo y si no, no.
Yo, como siempre propongo la doctrina de la reciprocidad (que se puede aplicar siempre que el otro no sea el Sr. Putin): tú eres turco, llegas al Pilar de Zaragoza y no pasas 3 m de la puerta. Y encima te tienes que poner un cachirulo o, peor, una capa española que tenga bordada la palabra Lepanto.
Pienso en lo divertido que hubiese sido que les hubiesen birlado un par de zapatos, aunque hubiese sido uno solo, a aquellos VIP.
También he recordado la vez que un alto político norteamericano visitó esta mezquita y llevaba un estupendo tomate en sus calcetines.
Nos sentamos un rato en los bancos de la plaza enfrente de la otra maravilla (hoy vamos “de maravillas”): Santa Sofía. Nos comemos un caramelo y veo a una familia que están en un banco cercano y que nos miran. Les ofrezco un “Spanish Candy honey and sugar”. Imagino que llevará un montón de aditivos, pero solo les digo lo bueno para que no tengan duda.
Son paquistaníes con aspecto de clase media alta. Les digo que una vez estuve a 100 m de la frontera de su país, en el espectáculo tipo bombero-torero (para los jóvenes: eso era una charlotada que duró hasta los años 60) de los ejércitos indio y paquistaní.
Bueno intento transmitirles ese “feeling”, pero no tengo ni idea de cómo se dice “bombero-torero” en inglés y menos “charlotada”.
“¿Y por qué no visitaste nuestro país?”.
“Hombre, es que las noticias sobre Paquistán no son muy alentadoras para ir de turistas”:
“Nada, que vengan a mi país y serán mis huéspedes en mi casa de Lahore”.
Si al llegar a Madrid les digo a mis hijos que el mes que viene nos vamos a Lahore les da un ataque.
Afortunadamente cuando nos despedimos no nos dan su dirección, porque sino por no haberles hecho un feo hubiésemos tenido que ir.
Y ya me imagino a Marisa: “Te vas tú solo, yo no pienso ir”. La verdad es que luego se ablanda, pero no sé si para Paquistán…
Total, que no iremos.
Estos días la gran moda entre los turistas son unas coronitas de flores, como una guirnalda, que llevan las niñas y las señoritas. Hoy los vendedores callejeros hacen su agosto.
Etiquetas: 2014, Corán, Estambul, Georgia, Mar de Mármara, Mezquita Azul, Mezquita de Sokollu Mehmed, Paquistán, Santa Sofía, Sinán, Turquía, Zaragoza
10/11/2021 a las 20:26
tu doctrina de la reciprocidad, te la compro, me encanta la idea, proponla que seguro les encanta a los maños jejeje
y si si dices muy bien , a Pakistán??? nooooo , déjate que no está el «horno para bollos» brrr que miedito nos harías pasar
un beso
10/11/2021 a las 22:43
Creo que Pakistán, así como Afganistán (y quizás algún otro «istán») están fuera de nuestras fuerzas. ¡Quién tuviera 70 años!
Pero nos quedan un montón de países y de «Calcutas» que visitar.