Necesito cambiar dinero pues estoy casi sin blanca. En el banco hay una docena de jovencitas holandesas y bastante cola. Cuando les toca a ellas ninguna lleva pasaporte. Sorpresa de las holandesas. Ofrezco el mío. Sorpresa de la empleada bancaria. Mi buena acción se ve recompensada con no tener que hacer cola. Luego visito la cisterna de Teodosio. Dicho así parece la cisterna de un labrador de mi pueblo, pero era un emperador bizantino del siglo V. Hay varias construidas de aquella época y son impresionantes. Son unas cisternas subterráneas con unas columnas altísimas. No sé porque las guías a las columnas siempre las califican de «elegantes». Nunca llaman así a un plato de mejillones o a un púlpito. Pero a las columnas, sí. Son «elegantes». A esas cisternas se las empleaba, como a todas las cisternas (incluso a las del retrete que son las más humildes), para guardar el agua y alimentar luego los palacios o los baños… Esta de Teodosio es la más pequeña de las famosas pero sigue dejándote boquiabierto. Luego vuelvo a ir a sitios que ya conozco.
Este tipo de visitas no te deparan ninguna sorpresa pero son tan gratificantes… Vas a tiro hecho. Conoces el camino, o por lo menos no tienes que preguntar tantas veces como la primera. Y sabes de antemano que te gusta. Y lo puedes paladear mejor. Es como la segunda vez que comes cocochas.
Voy a la mezquita de Sukullu Mehmet Pacha en cuyo patio escribí estas notas. Es una de las más bonitas de Estambul. Es pequeña pero una preciosidad. Y también muy poco visitada, al menos en comparación con las grandes y famosas. Hay, además, una escuela coránica y los estudiantes recitan de memoria ante los profesores largos párrafos que imagino son del Coran. Serian la envidia de cualquier profesor español: chicos de 13 a 18 años, dóciles, educados y que no paran de estudiar hasta que se saben algo de memoria y que encima no esta escrito en su lengua. Solo tienen un defecto visible: como se ponen y quitan los zapatos sin parar no se los meten bien y tienen la parte del talón destrozada. Transforman los zapatos en babuchas. Algún dandy lleva un calzador encima. La mezquita esta cerrada y me la abre y enseña un muecín que luego intenta venderme sin éxito la colección de postales de la mezquita. Sólo sabe una palabra en español: madera. Bien curioso. Son las 12 y media y empiezan a cantar en todos los minaretes del barrio y se forma una buena algarabía. Vienen algunos hombres mayores a rezar. Ninguna mujer. ¿Entraran por otra puerta? ¿Será que con aguantar a sus maridos ya tienen ganado el paraíso y no necesitan rezar? Mi madre seguro que se apuntaría a esta tesis. Mi mujer no. Quizás es que las mujeres están haciendo la comida y eso es mejor que rezar. Por lo menos para los hombres. Nunca hago chistes con las religiones y menos ahora. El gremio de joyeros de una ciudad paquistaní ha ofrecido un millón de dólares por el autor de los chistes daneses. Además una mezquita de esa ciudad ha añadido un millón de rupias y un particular medio millón mas de rupias y un coche. Seguramente híbrido para no contaminar. Lo que no les han explicado a los cazarecompensas es que no es un dibujante sino doce.
Intento visitar de nuevo la mezquita que llaman la «pequeña Santa Sofía» pero sigue cerrada por obras. Al lado un precioso jardín que era donde estaba el patio de abluciones de la mezquita con un pequeño restaurante. Un descubrimiento. Luego voy a dar un paseo por la orilla del mar para ver las ruinas que quedan del palacio bizantino y que aquí daba al puerto del emperador. Quedan cuatro restos pero que te permiten pensar en la grandeza de aquellas épocas. Y de nuevo llego hasta el puente Gálata y me doy una vuelta por el bazar de las especias. La primera vez que estuve aquí me impresiono mucho. Ahora no tanto.
Cuando voy a mandar la crónica entra un grupo de hispanoamericanos para llamar a su país por teléfono. Una de ellas esta muy nerviosa llamando a su novio y parece que no le van muy bien las cosas. Les pregunto de donde son y me dicen que dominicanos y que están aquí de viaje. ¿Emplearan Turquía como entrada en Europa? Son jóvenes, con poco dinero (por la conversación de la joven)y no parecen turistas normales.
Coda musical. Al final del paseo me siento un rato al lado del mar. Suena la llamada a oración de las 15:30. Parece la música «Lux Aeterna» de Ligetti del film «2001 una odisea del espacio». Igual me equivoco.
14/03/2006 a las 13:22
Despues de leerte suelo cerrar los ojos e imiginarme todos los sitios donde has estado… y es que hasta pones banda sonora a la película que me monto en la cabeza… Muchas gracias AL.