44. China 2019. 22 de abril, lunes. Vigésimo primer día de viaje. Crucero por el Yangtsé. Día 5. Chongqing. Día 1. Segunda parte.

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Tengo que reconocer que hasta que no leí lo del viaje por el río no había oído hablar de tan importante ciudad, lo que solo demuestra mi ignorancia.

En un principio teníamos previsto haber llegado a esta ciudad ayer domingo y haber estado 4 noches, pues además de la ciudad  misma queríamos visitar un par de sitios desde aquí, pero al hacer el crucero de un día más hemos recortado y estaremos solo  3 noches; una de las ventajas de viajar así es que alargas o acortas las estancias en función de tus intereses  o de los avatares del viaje, que a veces coinciden ambas cosas y a veces no.

Así que hoy vamos a dedicarlo a visitar algo de esta ciudad y los otros dos días, si logramos comunicarnos con la recepción del hotel, haremos alguna excursión.

Una ventaja de este hotel es que está a unos 20 metros de una entrada de metro, vaya, que está solo cruzando la calle. Y empezamos a descubrir y a intentar “controlar” esta clase de transporte.

Primera cosa buena: las máquinas expendedoras de billetes tiene la opción “English” y no hemos necesitado ayuda para obtenerlos pues aquí, como en otras ciudades, la tarifa depende de la estación de entrada y de salida.  Y es que estas ciudades con metro, y más si las estaciones tienen también los nombres con caracteres latinos, es muy fácil moverse.

Pido en el “Service Center” un mapa  y me mandan a uno que está en la pared. Que no, que en papel. No hay. Y es que en este país todo el mundo utiliza el teléfono; no he visto a nadie buscar una estación de metro en los mapas de la pared. Por si acaso hago una fotografía.

El metro es moderno, tanto que parece recién inaugurado. Las estaciones enormes y espaciosas y todo muy limpio. Y un borrico que habla por teléfono como si no hubiese ondas electromagnéticas  y lo hiciese directamente con su cuñado que está a  50 km.

Con el metro nos vamos a  Ciqikou, que es una mezcla de lo que debió ser esta ciudad hace 100 años, junto con un conjunto de tiendas  y restaurantes que hacen las delicias de los “chonchineses” y de los turistas que paseamos por allí.

Y a pesar de ser lunes y las 10 de la mañana aquello está lleno de gente. Los fines de semana será un infierno.  Y un infierno es el gusto del picante por esta gente: no he visto en mi vida una mayor concentración de alimentos con guindillas como aquí. Hay grandes recipientes donde están hirviendo o friendo cantidades enormes de este condimento.

Y como hay mucho joven, a pesar de la hora y el día de la semana, también encontramos un árbol donde han colgado cientos de corazones con románticos mensajes tipo: “Chen, tuya para siempre, Lí”. Vaya, eso imagino pues por más que busco no encuentro ninguno que no esté en chino.

Y cosas de la globalización también hay un ridículo candado en forma de corazón.

Hay tantas cosas para comer con un aspecto delicioso que es difícil sustraerse a sus encantos. Al final nos decidimos por una brocheta de calamar.

Cuando van a echar el picante  Marisa les corta con un “no, no, no”. Pues a pesar de eso picaba como un demonio y así se acaba toda nuestra posibilidad de comida, porque todo, pero todo, todo, está rociado e impregnado de aquellos aceites rojos que solo indican que es “hot spicy”.

Así que tenemos que conformarnos con un gran yogur que estaba exquisito y que encima nos ha costado menos de lo que marcaba, pues se lo digo a la joven que me ha devuelto de más y me enseña una frase que dice: “Si compras dos tienes un descuento del 13%”. Escrito así, pero todo en chino y solo con letras pues no había ni un solo número.

Enfrente de los yogures hay una tienda donde venden algo de comer y hay una cola tan larga que un empleado de ese establecimiento les deja sombrillas  a los “colistas” para que se protejan del sol.

Delante de algunas tiendas colocan a un empleado   vestido de “chino antiguo” y en una de ellas se dedican a maquillar a las jóvenes como si fuesen antiguas, imagino que la gente sabrá relacionarlas con algún momento histórico, y que luego se fotografían allí mismo, como hacían en Kioto.

Nosotros pasamos cuando acaban de maquillar a una que debe ser el reclamo del negocio, pues cuando regresamos todavía anda por allí.

Hay muchos establecimientos de “fideos” que los hacen en el momento y para demostrarlo tiene a un empleado en la calle echando la pasta fresca a través de un colador de forma continua. Allí no nos enteramos qué eran exactamente, pero luego he leído que se llaman  “Suan La Fen”y que están hechos de pasta de boniato.

En la calle veo un conjunto de contadores de agua que harían las delicias de mis amigos fontaneros. Pensar que eso está al alcance de cualquier cafre  y que nadie lo toca me deja muy sorprendido. Y una vez  más: ¿Por qué todos los vándalos y macarras se han quedado en España?

En algunas tiendas para tomar té ponen a unas guapas jovencitas que lo preparan con vistas a la calle haciendo unos movimientos como de ballet con sus manos.

En una de ellas además hay otra jovencita tocando una especie de bol tibetano. Lo especial  es que lo hace con partitura.

Entramos en una antigua tienda de ultramarinos pues un letrero en la calle dice que fue muy importante para el PCCh.

Realmente es para fanáticos de la historia moderna de China.

En este entorno hay un antiguo templo, el de Baolún Si. Subimos a verlo y no está  mal pero no mata. Claro que si es el único…

En uno de los establecimientos un señor pinta con tinta y lo hace con la palma de la mano. Se anuncia como “el primer hombre que pinta con la palma de la mano en China”. Eso del “primer” siempre me resulta intrigante. ¿Qué querrá decir?

Y un montón de gente especial, por lo menos para nosotros, pues los de aquí no les prestan ninguna atención.

Con el metro regresamos al hotel y descubrimos otra novedad: hacen control de líquidos. Pasas el equipaje por el típico control y al final debes  poner tus botellas de agua en un examinador de líquidos. Cuando haya mucha gente no sé como lo resolverán pues, sobre todo la gente mayor, llevan siempre el termo con el té encima, quizás les hagan beberse un trago del termo y así demostrar que no es nitroglicerina.

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