Uno de los placeres de viajar en tren y más en los trayectos largos es que además de poder ver el paisaje, leer y dormitar, puedo escribir estas crónicas, pues algunos días no tengo tiempo de hacerlo y ahora lo recupero.
Obviamente esto no es obra mía, que es escritura cuneiforme de Cavustepe del reino de Urartu, que parecen nombres de ciencia ficción, pero no, que la fotografié yo.
Estamos en el tren que nos llevará de Jinhuá hasta Yichang. Si además el personal en lugar de chino fuera japonés esto sería lo más parecido al paraíso a 301 km/h como indica el luminoso del vagón: cuatro filas por delante de nosotros una señora está viendo una película en su teléfono y lo hace sin cascos y con el ánimo de que todos la podamos oír como ella.
De vez en cuando alguien empieza una conversación telefónica y lo hace con tal volumen que se podría oír en el vagón que nos precede y en el que nos sigue.
Pasan señoritas uniformadas, aquí de azul celeste, que muy sonrientes ofrecen bebidas, quizás dentro de un rato comidas, y lo más sorprendente bandejas de frutas. Debe ser algo típico comer fruta en el tren.
Pero de todas maneras es un viaje placentero con una única pega: salimos a las 15:54 de Jinhuá y no llegaremos a Yichang, nuestro próximo destino, hasta las 22:20 y esa es una hora horrible para cualquier cristiano que llegue a una ciudad y más china. Piensa que los autobuses dejan de funcionar a las 6 y pico de la tarde y que si vas cenar después de las 7 puede que no haya nadie más que tú o que no quede casi nada de comida por lo menos en los de tipo autoservicio que son los mejores para nosotros, pues elegimos lo que vemos. Así que imagínate a las 10 y media de la noche.
Como el tren no sale hasta las 4 de la tarde tenemos toda la mañana para no hacer nada y así nos demoramos más en el desayuno, que está incluido en la tarifa de la habitación.
Hay un par de mesas con restos, lo que indica que sí hay más clientes, pues me temía que estuviésemos solos dado que ayer esta sala estaba vacía y sin ningún tipo de rastro de vida.
Hoy elijo una especie de vegetal peludo. No me imagino como se podría pelar con los palillos pues es la única herramienta en este restaurante junto con una cuchara de esas que suelen verse en los restaurantes chinos en España. Y como estamos solos lo pelo con los dedos. Ha resultado ser como una mezcla de boniato y patata. Para probarlo una vez, pero no para repetir. También me atrevo con un hatillo todavía más difícil de manejar: imagínate que coges una gran hoja de maíz, le pones dentro arroz pegajoso, pero muy, muy pegajoso, envuelves todo y lo atas primorosamente con una cuerda. A pesar de utilizar las dos manos me ha costado mucho abrir aquello. Pero sí repetiría, eso sí, pero únicamente si estamos solos porque me he puesto perdido.
Y no te digo nada de comer los huevos duros con palillos.
Entregamos la llave del hotel, me devuelven el depósito, pero tenemos poco dinero así que nuestra primera prioridad es conseguir cambio y en la zona de la estación no hay ningún banco.
(Estoy escribiendo en el tren y en este momento le pido al joven que está detrás de nosotros que baje el volumen de su conversación telefónica. Además de que los chinos son de natural gritones suelen hablar con los cascos puestos y desconocen el volumen que emplean. Eso los jóvenes, que los mayores gritan como condenados y no utilizan cascos).
Creo que esta zona de la ciudad está en desarrollo ahora, pues además de que la estación es muy nueva están haciendo unas obras enormes que imagino serán su futuro metro.
Ayer por la noche Marisa descubrió en su teléfono el traductor de español a chino y lo utilizo para preguntar en recepción el autobús para ir al centro de la ciudad.
Miedo me dan estos traductores y más con el chino que no tienes ni idea de qué habrá entendido.
La señora lee el mensaje traducido, llama al señor que nos acompañó el otro día a la estación y este tras buscar en su teléfono nos escribe el número de cuatro autobuses, más una frase o quizás una palabra que imagino querrá decir algo así como “por favor, señor conductor, este hombre quiere bajarse en el centro, indíquele donde”.
Llegamos a la cercana estación de autobuses y, por si las moscas, voy a preguntar a una joven que está en el mostrador. Le enseño el mensaje y los 4 números de autobuses y me dice que no, que ninguno de esos, que coja otro. Y podrás encontrarles muchos defectos, pero son la gente más ayudadora que me he encontrado en los viajes. Así que nos acompaña hasta la parada del autobús. Hay que destacar que es tan grande la sensación de seguridad que la joven solo coge su teléfono dejando todo el mostrador desatendido.
Al subir le enseño el mensaje escrito al conductor y este cuando llegamos al centro me indica por señas que nos bajemos y hacia donde tenemos que ir.
Y aquello se parece a cualquier cosa menos a un “centro de ciudad”. Como hay un par de centros comerciales imagino que el traductor nos ha jugado una mala pasada. Piensa que esta ciudad es muy grande y que no tenemos ninguna referencia urbanística, o sea que igual estamos en la Puerta del Sol que en Leganés, o en el Paseo de la Independencia o en Casetas, por buscar otra comparación.
Entonces empezamos una profunda reflexión entre Marisa y yo sobre qué entenderíamos por el centro de Barcelona en una parada de autobús: ¿el barrio gótico?, ¿el paseo de Gracia?, ¿las Ramblas?, ¿la Diagonal?
Pero se nos abren las puertas de la esperanza cuando vemos allí mismo un edificio con estas grandes palabras: “Bank of China”.
(Lo que sigue son las tribulaciones que hemos pasado hoy para conseguir cambiar dinero. Lo cuento para que estés prevenido en el caso de que hagas un viaje semejante).
En este viaje en un momento en que no podíamos cambiar nos dijeron en un par de sitios que fuésemos al Banco de China y aquí estábamos. Y está claro que al alejarte de Shanghái cada vez hay menos posibilidades de encontrar a alguien que hable inglés, así que en cuanto entramos y pregunto al vigilante de la puerta “Change?”, quizás por mi aspecto me lleva a un mostrador donde empiezan a llamar a gritos a alguien que resulta ser una joven muy sonriente y empezamos la conversación:
-Buenos días, quiero cambiar dinero de euros a renminbi. (Hay que decir “renminbi” y no yuanes)
(Te dejo el enlace de la pronunciación de renminbi para que veas porque no me entienden).
-¿Tiene tarjeta de crédito de un banco?
-Of course.
Y le saco la tarjeta de crédito del Banco Santander.
-No, no, del “Bank of China”.
Pues será el famoso Banco de China que todos me recomendaban como última opción para cambiar, pero si no eres cliente no lo hacen.
-¿Hay algún banco cercano?
Y me señala enfrente de donde estamos.
Conseguimos llegar “enfrente” después de atravesar unas grandes calles con mucho tráfico y sin pasos de peatones y efectivamente encontramos otro banco.
Y algo parecido. Buscan a un joven que habla inglés y la misma repuesta con el añadido que según él en el único banco de la ciudad en que cambian es el “Bank of China”.
“¿Pero puedo sacar dinero con mi tarjeta de un cajero?”.
Pues no, solo con tarjetas de bancos chinos. Y además me asegura que no me cambiarán en ningún banco así que le muestro mi desesperación. Obviamente sin ningún éxito.
¿Tú sabes lo que es estar en China y tener el equivalente a unos 100€ solamente en moneda nacional cuando todavía te quedan dos semanas más de viaje? Porque mañana en Yichang quizás encontremos cambio, pero no lo sabemos y es que Jinhuá tiene 5 millones de habitantes y es sorprendente y preocupante esta situación. Y eso que estamos en el centro. Si las cosas se complican tendremos que regresar a Shanghái, suponiendo que tengamos suficiente dinero para el billete, pues como he explicado el otro día la Renfe china no admite tarjetas de crédito que no sean chinas.
Pero un caballero cristiano no se rinde tan fácilmente a la adversidad y decidimos seguir en la misma dirección que nos ha indicado el conductor del autobús, “hacía el centro”, y de repente veo el letrero salvador (o eso esperaba) del ICBC, “Industrial and Commercial Bank of China”, pues en Shanghái pudimos cambiar en una oficina de ese banco sin problemas, excepto larga cola de espera.
Entramos, pregunto por el cambio y de nuevo la misma liturgia: buscan a una jovencita que habla algo de inglés. Me pregunta si tengo el pasaporte, que cuanto quiero cambiar (y aquí voy subiendo la cantidad vistas las dificultades) y nos lleva a una “Zona VIP” según dice el letrero donde entramos. Y eso que el importe no tenía nada que ver con el de los tesoreros de algunos partidos políticos cuando iban a bancos ginebrinos.
Y allí en una salita, con un mostrador con un cristal de arriba abajo, me enfrento al terrible dilema de saber si seré aceptado o no.
La joven que está detrás de ese mostrador ha tenido la ayuda de un joven que al final he sabido que también hablaba algo de inglés y todo con la supervisión de una jefa que además de su porte de jefa llevaba una insignia del partido en la solapa.
La primera sorpresa es que la joven del mostrador tenía delante de sí un ábaco. ¡Un ábaco en el ICBC que es el primer banco del mundo! La segunda es que debería ser la primera vez que cambiaban moneda extranjera, pues no han parado de buscar códigos escritos en papeles para teclearlos en su terminal. La tercera es que debía ser la primera vez que veían un pasaporte, pues de todo el tiempo transcurrido, quizás unos 45 minutos, han estado mirando el pasaporte unos 15. Ten presente que lo más parecido a un visado chino de 2019 es un visado chino de 2018, y tenía los dos, porque le han pegado varios repasos y no paraban de hablar entre ellos. Y a todo esto sin confirmarme si nos iban a cambiar o no. Y por supuesto ni se me ocurría preguntar por el tipo de cambio.
Al final me entregan un formulario tipo sábana, como el de las votaciones para el senado español y entonces ha vuelto a aparecer la joven del comienzo para ayudarme a rellenarlo y ella ha escrito algunas de la informaciones en chino y aunque no sé qué ponían lo he firmado obedientemente.
Los tres al otro lado del vidrio repasan la información y llaman por teléfono. Quizás llamaban al de Marisa, pues al comienzo del proceso me han preguntado si teníamos teléfono. Y como han debido llamar a un teléfono chino pues no han contestado. Y va y me preguntan si tengo un amigo en China. Y en aquel momento se han derrumbado todas mis esperanzas. O casi. Incluso he pensado que si no nos querían cambiar en cuanto me devolviesen el pasaporte nos iríamos dejándoles con los euros, que ya estaban al otro lado de la mampara de vidrio, y eso sería un problema para ellos. Tal era mi desesperación.
Nueva pregunta: “¿En qué hotel están?”. Les digo que nos vamos de Yichang pues estamos viajando por China, aunque afortunadamente tengo una tarjeta del hotel y no sé si los han llamado y les han confirmado que somos buenas personas y que no nos hemos llevado las toallas, ni el ADSL.
Ha sido un verdadero infierno que ha durado unos 50 minutos. Y eso que estábamos en la “VIP Zone”.
Al final me enseñan un papel para que confirme si estoy de acuerdo con el cambio. Vaya, aunque hubiese sido el peor del mundo. Como para ponerte a discutir por eso.
Pero es que estamos hablando del ICBC. Increíble.
¿Te imaginas que estuviésemos con la peseta, como estarán los de la República Catalana?
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