30. China 2019. 15 de abril, lunes. Decimocuarto día de viaje. Jinhuá. Zughé. Segunda parte.

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Zhuge.

La guía dice que es una “fascinante composición de arquitectura tradicional de un pueblecito chino y esquema feng shui: fue diseñada de acuerdo con el “bagua” (ocho trigrams) del I Ching”. Quiera decir esto lo que quiera decir.

 

Desde luego si ves su mapa esquemático comprobarás que es algo especial su distribución urbanística.

También que para protegerse  sus callejones están diseñados para que los forasteros se pierdan por ellos. Y que aunque es uno de los pueblos más comercializados de esta zona sigue teniendo vida propia.

Una cosa muy especial es que se cambió el nombre del original Gaolong al actual dado que la mayoría de sus habitantes se llamaban Zhuge y además aseguran ser descendientes de Zhuge Liang, importante político del siglo III. (Un poco exagerados, ¿no?). Fue nombrado “patrimonio nacional” en 1996.

Según Wikipedia hay 890 familias y  2879 habitantes; según la guía 4.000.

Entramos en el recinto del pueblo y es una maravilla, por lo bonito, por lo interesante  y porque estamos casi solos, Vaya, en el primer sitio que vistamos, “La casa del primer ministro” estamos solos hasta que llega un grupo del IMSERSO chino, pero ellos van a lo que van (y lo conozco de mis viajes imsersoranos) y en dos minutos se han ido todos después de mirarnos con sorpresa.

Este palacio construido casi enteramente de madera tiene unos impresionantes relieves en la parte superior de la galería. Algo notable.

Y pensamos en cómo estaría ayer domingo. Vamos encontrando más gente, generalmente pequeños grupos de jóvenes y algunos treintañeros, como uno que se han querido fotografiar conmigo. Y me sigue pareciéndome increíble que alguien me considere algo raro para hacerlo. Al final de la tarde nos volvemos a encontrar y otro me pide también lo mismo.

Hay un recorrido recomendado que es fácil de seguir y en cada uno de los principales sitios a visitar hay un letrero con información en chino y en inglés. En uno de ellos encontramos un gran letrero que dice en inglés “Instrucciones. Instrucciones permanentes para la familia y reglas de aprendizaje”, pero el resto de la larga descripción  solo está en chino.

Por el pueblo hay algunos pequeños negocios dirigidos al turista, generalmente con algún artesano trabajando, como un señor que pinta abanicos, pero no son nada agresivos. No, no los abanicos, los vendedores.

También señoras que hacen botitas de bebé de ganchillo o de punto.

Pero la gracia de este pueblo es que lo han conservado como era hace muchos años y todavía viven en él y algunos con menesteres que han desaparecido como lavar la ropa en algunos de los estanques que hay. O un carpintero a la antigua usanza.

Es la hora de comer y no tenemos claro si hay sitios donde hacerlo así que el primero que encontramos nos quedamos y comemos allí. Gran error. Solo había salchichas  y tofu frito y estaba regulero. Vaya, la peor comida de todo el viaje.

Lo único interesante es que había cuatro señoras jugando al mahjong y Marisa pudo fotografiarlas.

A pesar de que podríamos  pasar allí más horas no queremos demorarnos por el temor a quedarnos sin autobús. Piensa que en muchos sitios dejan de funcionar a las 6 y media de la tarde y nosotros tenemos que ir andando desde aquí a la marquesina de la carretera a esperar el nuestro. Corta espera y llegamos a Lanxi. En su estación de autobuses indagamos si hay alguno directo a Jinhuá sin las combinaciones de esta mañana y afortunadamente hay uno, así que llegamos  felices y contentos al destino sin ningún contratiempo.

¡Qué fácil es viajar por China cuando la cosas salen bien!

En esta zona los autobuses tienen megafonía y letreros luminosos, pero solo en chino.

Así que hoy hemos tenido una aventura viajera  un tanto accidentada  por la mañana y otra turística en Zhuge que ha merecido la pena. De todas maneras en los próximos viajes intentaré buscar destinos que no tengan tantas incertidumbres de transporte. Ahora bien los transportes públicos funcionan muy bien con paradas definidas, pero la barrera del idioma es insalvable.

Además hoy hemos aprendido una característica informativa china que nos ha despistado bastante. En Lanxi preguntamos por el andén de nuestro autobús y la empleada nos dice que el seis con los dedos, pero con los de una sola mano: el pulgar y el meñique.

Vamos a cenar y aunque son las 7 de la tarde ya no hay nadie y solo quedan unas pocas cosas.

Hemos visto pasando por la calle varios negocios de pedicura  y Marisa se decide a ir a uno de ellos. Hace años estuvimos en uno en Bangkok y aquello era un timo para turistas. Aquí elegimos uno que tiene varios clientes en aquel momento. Les pregunto por los precios y me enseñan un gran cartel. En una parte hay un precio y en la opuesta otro. Pregunto cuál es la diferencia  y no hay forma de entendernos. Al final un cliente al que le están trabajando en aquellos momentos los pies me explica con dos palabras de inglés que una columna es la del precio y la otra del tiempo. Así que cogemos el de una hora que es el que parece que nos recomienda ese cliente. Aquí ya ves que hay mucho “parece” en la comunicación.

Es un negocio que va muy bien pues no paran de entrar a preguntar, pero si con cada cliente están una hora aquello puede prolongarse mucho.

A Marisa como al resto de los pacientes (¿se les llama así?) les empiezan metiendo los pies en remojo tras añadirle un líquido maravilloso al agua; inmediatamente un enérgico masaje de hombros, espalda y cuello tras los que te trabajan los pies y acaban con un masaje de pies y pantorrillas.

Acaba tan contenta que me dice que tengo que probarlo yo, así que cuando nos despedimos intento preguntarles que cuando abren por la mañana. No sé qué han entendido porque me dicen con grandes aspavientos que no, que no. Quizás mi pregunta sonaba en chino como “Me gustaría darle una generosa propina”. Mis amigos ya saben que no estoy a favor de esa práctica contractual: al personal hay que pagarle por su trabajo.

Un día estupendo, con una mañana incierta (verdaderamente muy, muy incierta) y un final feliz.

Observaciones antropológicas. O así.

1- En Wuzhen vemos una tienda donde tienen una serie de longanizas colgadas en la calle, imagino que para secar. Lo curioso es que en la pared exterior al lado de un jamón y trozos de carne hay también unos pescados secos con un aspecto lamentable.

2- Una señora que lavaba la ropa en uno de los estanques la golpeaba con un instrumento “ad hoc”, pero lo especial es que era de plástico. O sea que esa costumbre ancestral sigue vigente cuando tiene ese utensilio de ese material y no uno de madera, heredada de sus antepasados.

3- Este pueblo tenía una gran tradición de medicina con hierbas y parece que sigue así. Hay muchos vegetales puestos en la calle para secarse e incluso hay una farmacia donde un médico o quizás un curandero le toma el pulso al paciente, habla con él y le da una  receta de hierbas que le preparan allí mismo. Insisto, solo tomándote el pulso.

Marisa me ha insistido para que lo probase, pero no me he atrevido. A ver si me descubre algo que no conozco. Y encima no le habría entendido.

4- Los habitantes de este pueblo, o quizás de todo el país, no tienen pudor a la hora de tender la ropa en la calle. Hemos visto ropa interior en cualquier parte puesta al sol. Incluso aprovechando donde secan las hojas de tabaco.

5- Sorprende, vaya, me sorprende a mí, que en los lugares donde hay exposiciones de material de tipo etnográfico aquellas piezas estén al albur de que se las lleve cualquier desaprensivo. Obviamente no son piezas valiosas, tipo coronas de jade o similares, pero en otros países durarían 5 minutos. Solo he visto una pieza de cobre que estaba amarrada y sujeta con un candado.

6- Y de nuevo un lamento que repito con frecuencia: ¿por qué todos los macarras y vándalos nos han tocado a nosotros y los suevos y alanos a los otros? Porque no se ve ni una pintada. Ni una raya en un cristal del transporte público.

¿Es cultural o hay  fuertes castigos a los infractores?

7- Este pueblo es una maravilla para los pintores pero solo nos hemos encontrado con uno que, además, formaba parte de una bonita estampa.

8- Vendían trozos de pescado seco, pero con aspecto de no poder sacar nada de ellos. Una cosa bien rara.

 

 

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