Y con los bolsillos repletos de yuanes o renminbis (todavía tengo que estudiar el tema) nos lanzamos a la conquista de Shanghái, nombre que se pronuncia como dos palabras monosilábicas: “Shang Hái”.
Nuestro alojamiento está a unos 50 metros de “East Nanjing Rd”, de la que la guía dice que en 1920 se abrió el primer gran almacén y que aunque lo fue, ahora ya no es la “crema” de las compras en esta ciudad, pero que su tramo peatonal permanece como uno de los más famosos y llenos de gente de China. Y realmente es algo notable.
Lo primero que me encuentro es una tienda de “Pull & Bear” y aunque no sea exactamente Zara me alegro igual.
La segunda sorpresa es lo limpio que está todo, aunque después de ver el metro ya no me sorprende tanto, pero sí que hay gente barriendo y recogiendo pequeños desechos continuamente.
Después me topo con una tienda de Apple (o del “puto Apple”, como diríamos los de Android). Y también los primeros mendigos que te piden directamente.
En un banco una señora budista sentada (¿tibetana?) con el rosario en la mano. ¿Por qué esta señora sería una figura simpática en España y se rechazaría si fuese una católica con un rosario de rezar el rosario?
En una calle cercana a la gran calle vemos unos tendedores perpendiculares como los que vimos durante el trayecto en tren que nos trajo aquí.
Y por último, y no es un sorpresa, que todo está en chino y a veces solo en este idioma, sin los caracteres latinos.
La guía recomienda un restaurante cercano a donde nos encontramos.
NB
Bueno, este no es el restaurante recomendado, pero le salió tan bien la foto a Marisa…
También la misma guía dice que no te equivocas si pides un plato de berenjenas con salsa de soja y “mápó dòufu”. Las berenjenas las encontramos en la carta, pero no la otra recomendación.
Yo me siento un poco imbécil cuando en un restaurante recomendado por la guía además pido lo que recomienda ella, pues pienso que dirán: “Mira otro despistado con los platos del libro”. Pero todavía más si tengo que sacar el librito y enseñar el nombre, pues dada mi pronunciación china me pueden sacar un plato de tofu, como ese, o unos alicates.
Marisa descubre “anguila crujiente” y ha resultado un éxito nuestra primera comida china en China.
Porque es algo que me preguntó el editor: “¿Hay restaurantes chinos en China”. Pues de momento no. Sí que hay una forma de comer que se parece más al buffet de un restaurante chino que a otra cosa: el personal pide varios platos y van, vamos, picando de uno y otro. Pero nada de primero, segundo y postre. Y casi todo el mundo agua del grifo o té.
En mi interés de conocer el país y a su gente echo una ojeada a la mesa contigua. Son una pareja joven de enamorados (vaya, no se tocan pero lo imagino por su comportamiento) que han pedido doble comida que nosotros y que cuando se van compruebo que se han dejado más de la mitad.
¿Recuerdas el famoso consejo de las madres a las hijas de que al futuro marido se le conquistaba por la comida? Vaya, no recuerdo si era “por la comida” o “por el estómago”. Pues aquí al revés: el pretendiente despliega su poderío pidiendo “a cascoporro” y ella demostrando su inapetencia.
Y no sé si forma parte del ritual del cortejo prenupcial, pero el pretendiente aquí, al levantarse ha soltado un gran regüeldo. Como despedida.
¿Será una marca de masculinidad? ¿También eructan ellas en plan bestia en otras circunstancias? Un enigma.
NB
¿Por qué he elegido la palabra “regüeldo” y no la más fina de “eructo”?
En primer lugar porque se escribe con diéresis y tengo pocas oportunidades de escribir palabras con este signo ortográfico (no siempre me encuentro con zarigüeyas, ni pingüinos) y en segundo lugar porque el verbo “regoldar” (que da lugar a “regüeldo”) viene de regurgitar , verbo que me encanta, pero que tampoco puedo emplear.
Este despilfarro de comida contrasta con un abuelo que está recogiendo botellas de plástico, que machaca antes de guardarlas en un gran saco.
Al final de la zona peatonal de “East Nanjing Rd” hay una gran lápida de granito rojo donde se fotografía el personal. Y es que vemos a muchos con aspecto de turistas de pueblo e incluso a algunos en grupo que deben ser del IMSERSO chino a los que obligan a llevar una gorra roja. Bueno, lo de “obligan” es cosa mía.
Al final de esta calle se encuentra “The Bund” y cuando llegas allí no lo gritas, pero piensas en un gran “¡Aaaah!”.
¡Es algo impresionante! De lo más impresionante que he visto en mi vida en una ciudad.
Y si por el día es “¡Aaaah!”, por la noche hay que añadir muchas más aes a esa interjección.
Todavía más espectacular e impresionante. Y dado lo cerca que esté del hotel, vaya, que se puede ir andando, repetiremos la visita más días.
Y para acabar el día el último descubrimiento: los novios shanghaineses, vaya, algunos de ellos, viene a fotografiarse de noche a una zona de “The Bund” y ellas siempre con vestidos rojos y con los hombros al aire, aunque hoy refrescaba a esa hora. Bueno, creo que se llama “palabra de honor”, nombre precioso con un significado estúpido, aunque hubiese sido igual de estúpido llamarle por ejemplo “alpargata marinera”, pero este mucho más feo.
El fotógrafo suele llevar un par de ayudantes que después de situar adecuadamente a la pareja (aunque le hacen muchas más fotos a ella que a los dos juntos) cogen una tela roja larga la levantan, la mueven y la sueltan, momento en que el fotógrafo (y Marisa) aprovecha para hacer la toma definitiva. Y lo gracioso es que todos hacen lo mismo.
Así que volveremos seguro al Bund.
The Bund.
La guía dice de él que es el símbolo colonial de Shanghái y que fue el “Wall Street” de la ciudad, un lugar donde floreció el comercio y donde las fortunas se hicieron y perdieron.
Se trata de un paseo fluvial a orillas del río Huangpu con una serie de edificios notables, y algunos preciosos, construidos muchos de ellos a comienzos del siglo XX y que además tiene la particularidad de tener enfrente, al otro lado del río el distrito de Pudong, la parte más moderna y con los edificios más increíbles que te puedas imaginar.
Cada uno de los edificios singulares de ambas orillas, y hay muchos, darían para una crónica cada uno. Wikipedia dice que hay 52 notables en el Bund de los que lista unos 30.
El paseo se extiende más o menos un kilómetro desde el Parque Huangpu hasta la Torre de la Señal Meteorológica, “Meteorological Signal Tower”. Por lo menos a efectos de recorrido turístico.
La guía dice algo que lo que atrae a las multitudes son las hipnotizantes vistas de Pudong desde el Bund. Y doy fe de ello.
Había un dicho en los años anteriores a la segunda guerra mundial que decía algo así como que “prefiero vivir en una choza en el Bund, que en un palacio en Pudong”.
Obviamente ahora ya no es así y me temo que muy pocos pueden elegir vivir en cualquiera de los dos lados.
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