1. China 2018. El país. I.

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Como siempre empecemos con el nombre. Aquí no hay duda: China.
En la lista de la RAE de “Países y capitales, con sus gentilicios” dice: “China (la). País de Asia. Gent. chino, -na. Cap. Pekín”.
La duda la tengo yo si se debe decir “China” o “la China”.

En el caso de “la India” la misma RAE dice que “En español, el nombre de este país de Asia se usa preferentemente precedido de artículo” y que “Su uso sin artículo, …aunque sí minoritario y, por ello, menos recomendable”.

 

Así que hice un comentario en El País, donde la escriben sin el artículo y recibí esta contestación, que a mí me pareció un pelín soberbia: “Con independencia de lo que proponga el diccionario, EL PAÍS sigue un criterio propio en el uso de nombres propios de países o localidades, recogido en nuestro Libro de estilo. En el caso de India es preceptivo escribirlo sin el artículo”.

Fundeu, a quien también consulto, dice al respecto:
“El empleo o no del artículo antes del nombre del país es algo dictado por la costumbre del pueblo, por la tradición histórica o por el uso literario. …Es correcto de las dos maneras. A veces es también cuestión de oído en una frase o gusto estético: ¿China o la China? Como prefiera”.

Lo que ocurre es que en esta ocasión vamos a visitar solo tres ciudades y me parece una exageración decir que hemos estado en “la China”, así que creo que llamaré a este viaje “Hong Kong, Macao y Shanghái” y a ellas solamente me referiré con una somera descripción que espero ampliar a lo largo de estas crónicas cuando las visite.

Hong Kong.

Cuando oyes esa palabra, y más si eres de mi edad, lo primero que te viene a la mente son muchos chinos, todos muy apretados, y británicos coloniales viviendo como británicos coloniales. Y algún junco (1) navegando por su bahía.
¿Será esta la ciudad que me encuentre?

La Wikipedia dice de ella que oficialmente se llama “Región Administrativa Especial de Hong Kong de la República Popular China”, “Hong Kong Special Administrative Region of the People’s Republic of China” y veremos que se refieren a ella como SAR, “Special Administrative Region” y lo es desde el 19 de diciembre de 1984 cuando China y el Reino Unido firmaron un acuerdo en el que la primera se comprometió a que su sistema económico no se impondría a la ciudad, la cual gozaría de un alto grado de autonomía en todos los aspectos excepto en asuntos exteriores y defensa, durante los siguientes 50 años. A esto se le llama “un país, dos sistemas”.


Tiene 1108 km cuadrados, lo que si fuese un país lo situaría junto a un montón de cuya existencia nada conoces, ni conozco, pero a nivel nacional estaría entre Zaragoza, 973 km, y Albacete, 1126 km. En ambos casos me refiero al término municipal, no al provincial.

Pero, eso sí, con mucha más gente: 7.191.503 (según estimación de la Agencia de julio de 2017), frente a los 171.107 de Albacete (según su ayuntamiento, que si la Agencia tiene los datos de esta ciudad, que lo tendrá, no los publica).

Y si fuese un país lo situaría por su población al nivel de otros como Laos, Serbia o Bulgaria. Y eso de tanta gente en tan poco espacio ha creado la leyenda, basada en la realidad, de que tenía la mayor densidad de población del planeta. Y no es así: Macao es la primera con 21.339 (esos sí que deben estar apretaditos), y Hong Kong la cuarta con 6.698. Lo que ocurre es que una zona de esta ciudad, Kowloon, si fue un verdadero enjambre: en 1993 “se llegó a alcanzar la relación de 1.900.000 h/km²”, según Wikipedia.


De todas maneras te recuerdo la densidad de algunas poblaciones de Teruel de las que escribí en mi viaje a Corea: Pancrudo 1,2 o Cosa con 1,0, o Puertomingalvo con 1,1. O una comarca entera como el Maestrazgo con 2,7 habitantes por kilómetro cuadrado.

Las lenguas oficiales son: el cantonés, que lo habla el 88.9% de la población, el inglés con el 4.3%, y el mandarín con el 1.9%.

Su religión: budistas o taoistas el 27.9%, protestantes 6.7%, católicos 5.3%, musulmanes 4.2%, hindúes 1.4%, sijs 0.2%, otras o ninguna 54.3%.
Esta precisión en los tantos por ciento en ambos datos se debe a los estudiosos de la Agencia.

Templo taoista de Pak Tai.

Templo taoista de Pak Tai.

Dos notas al respecto: los budistas y taoístas o no se distinguen o son lo mismo para los analistas de Langley.
Y contrasta estos 54.3% de ninguna religión con los datos de España, por ejemplo: católicos 67.8%, ateos 9.1%, no creyentes 18.4%.

Yo no recuerdo que me hayan preguntado por la religión en ninguna estadística.

Un dato adicional de la misma fuente: mucha gente practica el confucionismo sin tener en cuenta su religión o creencias, entendiéndolo más que como una religión, como una filosofía de la vida.

Y acabo el estudio poblacional con los grupos étnicos: chinos 92%, filipinos 2.5%, indonesios 2.1%, otros 3.4%. ¿Por qué hay tantos filipinos e indonesios? Lo descubriré durante el viaje.


Curiosamente no dan información sobre los gordos, lo que en otras ocasiones me sirve para compararlos con nosotros, así que tendré que estudiarlo sobre el terreno, pues quizás no haya o ha sido difícil contarlos de lo apretaditos que viven. O es que a los chinos eso no les preocupa y no los contabilizan estadísticamente.

La economía.

Pues Hong Kong es un importante centro financiero y de servicios. Y por su renta per cápita ocupa el puesto número 18, con 61.000$, por detrás de Suiza y por delante de EEUU. En la misma tabla nosotros estamos con 31.220$ en el puesto 38.


Una de las cosas que ha aumentado espectacularmente ha sido el turismo de los chinos del continente debido al levantamiento de las restricciones, o mejor la suavización de ellas para viajar, que tenían antes. Así han pasado de 4,5 millones en 2001 a 47,3 en 2014 y aunque luego descendió el número de visitantes ha vuelto a resurgir y ahora está en 44,45 millones, siendo un 76% del total, que fueron 58,47. Una barbaridad.


¿Y cómo Hong Kong llegó a ser Hong Kong?

Históricamente esta ciudad ha sido un puerto importante, un centro de producción de sal y de comercio de perlas, y curiosamente un centro de atracción de refugiados ya desde que la dinastía Song que tuvo que trasladar aquí la corte por la invasión mongola.

A comienzos del siglo XIX los británicos organizan (por no decir “montan”) lo que se llaman las “guerras del opio” en las cuales consiguen que China les entregue la isla de Hong Kong en 1842. Más tarde, en 1860 les ceden Kowloon en la parte de la península y ya en 1898 les alquilan por 99 años (que ya son años) los llamados “Nuevos Territorios” que constituye el 86,2% del territorio de Hong Kong y que comprenden parte del norte de Kowloon así como 200 islas más. O sea, un atraco colonial.

NB
Confío en que el Reino Unido, Gran Bretaña o Inglaterra no tengan una calle o plaza dedicada en Barcelona, porque como la señora Colau se entere de estos desaguisados ya saben lo que les espera.

Durante la segunda guerra mundial Hong Kong fue ocupada por Japón desde 1941 hasta el final de la guerra.

Cuando Mao toma el poder miles de refugiados entran en la ciudad procedentes de China. Vuelve a ocurrir lo mismo cuando el llamado “Gran Salto Adelante” y la hambruna que provocó. Y de nuevo con la “Revolución Cultural”.

Más tarde la Sra. Thatcher firma el acuerdo de devolver la ciudad a China en 1997 lo que provoca una fuerte salida esta vez de Hong Kong hacia Estados Unidos, Canadá y el Reino Unido.

Y así hemos llegado hasta hoy.

NB
Sobre los juncos.
Su palabra inglesa es “junk”, que además del más común significado de “basura”, también significa “genitales”. Te lo advierto por si visitas la ciudad y le dices a algún anglófono lo mucho que te gustan o admiras los “juncos”.


(1)
Para tus conocimientos náuticos.
Quizás cuando visites esta parte del mundo, en un alarde de soberbia marinera, le digas a tu acompañante “¡qué bello junco!” o “¡mira como boga ese chino en su sampán!” (lo de “bogar” sería ya lo que más), te quiero recordar que ambos términos no son equivalentes. El junco es un barco chino a vela de mediano tamaño y el sampán es pequeñito, muchas veces a remo y se utiliza para recorridos fluviales o costeros solamente y que en muchas ocasiones sirve también de vivienda al sampanero.

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