
Hoy sí es el último día de Calcuta y de la India, y lo tenemos que dedicar a las compras aunque también queremos ver un par de pandals de la lista del periódico “The Telegraph” donde recomendaban cuatro de ellos, entre los que estaba el que visitamos ayer.
Como ayer fue Divali parece que el personal aún está descansando y la circulación es muy tranquila. Así el recorrido desde nuestro hotel al metro, de menos de 10 minutos, que suele ser un calvario de bocinazos y de andar por la calzada, pues la acera está en muchos tramos impracticable, hoy parece la mañana de Año Nuevo.

Además, algunos puestecitos callejeros de comida que también cortan el paso por las aceras todavía no han abierto, pero el árbol que estratégicamente impide el paso en una acera al haber instalado a su lado un poste sigue allí.

Y los árboles de la acera a los que han colocado unos “alcorques a la inversa” también.

Algunos establecimientos todavía cerrados muestran la falta de confianza de sus propietarios con el prójimo: han colocado varios candados en la puerta metálica que está por delante de otra puerta también metálica. Y eso que a mí me parece este país uno de los más seguros del mundo, pero debe ser que no todo el personal piensa así.

También se ven a veces algunos edificios bastante altos donde en todos los balcones y ventanas, hasta en los pisos superiores, han colocado verjas cerrando totalmente el espacio. Si hubiese un incendio aquello sería una ratonera.
Buscamos el primer pandal en una zona bastante céntrica donde a veces encontramos grandes edificios que debieron ser algo importante en tiempos pasados, ahora están en un estado lamentable. Así este de la foto, que además perteneció a un tío abuelo del célebre agente Bourne, como puedes ver en el nombre que campea (¡pensé que jamás podría utilizar este verbo, “campear”!) en la fachada.

Se asemeja a los autobuses de esta ciudad.

Encima el de esta foto es de la policía. Que debe inspirar poca confianza cuando la ves en este cacharro, aunque en honor a la verdad si lees con cuidado el letrero dice que “for Kali puja 2019” así que parece que cuando acabe esta festividad quizás lo lleven al desguace. (No creo). Y debe dar tanta seguridad, vaya, tan poca, que han dejado la matrícula delantera colgando porque tapaba el acceso a la anilla de arrastre del autobús.
La diferencia es que cambiar la flota sería costoso pero posible, y solucionar el problema de habitabilidad de todos aquellos edificios, de los cuales muchos parecen de la época colonial, será algo imposible. Como eliminar todos los barrios con infraviviendas.
No creo que haya ningún gobierno de ningún color que pueda arreglar esta ciudad.
Te gustará, te horrorizará, la soportarás, la evitarás… pero Calcuta sigue fiel a sí misma y así seguirá hasta el fin de los tiempos.
¡Calcuta no tiene remedio!

No te puedes explicar como un país que acaba de lanzar un satélite a la luna (con poco éxito, es cierto, pero lo intentó) no puede solucionar el problema urbano de esta ciudad.
Pero no se puede.

Enfrente de una comisaría de policía (y hay muchas en Calcuta) hay una docena de motos abandonadas en una acera que no sirven ni para chatarra. ¿Por qué nadie las quita? Porque a lo mejor un árbol no lo puedes cortar para no molestar a los conservacionistas radicales o porque han colocado una figura o un estampa de un dios del abundante panteón hindú o el poste que he descrito más arriba tampoco, para no soliviantar a “los amigos de los postes que impiden el paso de los peatones”, pero ¿quitar aquel montón de cochambre?
Lo dicho: Calcuta no tiene remedio.
Recuerdo que en Delhi había una calle en el barrio mochilero que era estrecha aunque llena de vida y algún munícipe decidió que había que ampliarla: tiraron algunas casas y otras las cortaron por en medio. Pues en esta ciudad no sé si se ha hecho algo semejante, pero aunque se hiciese no se resolvería nada.

Pasamos al lado de un adivinador del futuro. Vi uno semejante al bajar del barco volviendo de Majuli en Nimatighat, pero este de hoy tenía el puesto preparado aunque él no estaba. Y si tiene un puesto quiere decir que hay gente que se sienta con él en el suelo de la acera para que le diga el porvenir. Y no solo te dice lo que te va a pasar sino que también parece que te vende algún amuleto como se ve en la fotografía.

Por lo menos este no tiene miedo a que le roben la mercancía.
Camino del pandal que buscamos encontramos otros que no deben ser tan notables pero que merece la pena echarles un vistazo, pues siempre hay alguna sorpresa como uno en el que el dios o la diosa tiene forma de sirena o de tritón o como se llamen en la mitología hindú a las figuras mitad pez mitad humanos.

Y delante de la sirena otra figura que podría ser de la “Guerra de las galaxias”.

Cada pequeño pandal que encontramos tiene alguna particularidad especial pero siempre mantiene a Kali con su misma representación.

Y donde no suelen faltar diversos instrumentos musicales de percusión, que siempre son muy fotogénicos.

En la calle las tiendecitas conservan las guirnaldas decorativas de Diwalli. Quizás hagan como en algunos sitios con las de Navidad, que permanecen hasta el otoño.

Calles de las que desconoces el nombre si no fuese por los rótulos de las tiendas como aquí te puedes percatar que estás en “S. N. Barnejee Road” por la tienda de la foto.

¿Y si no hay tiendas?
Siempre las hay y en caso contrario estás perdido pues casi ninguna calle tiene “nombre oficial”, vaya, ese que esperas que ponga el ayuntamiento del lugar.
Claro que te puedes encontrar con una tienda como la de la foto de abajo que esté “arrotulada” y entonces debes confiar en que te puedas comunicar con el señor que la atiende.

El único problema es que como casi siempre están enganchados a alguna aplicación del teléfono a veces no les hace demasiada gracia la interrupción, pero generalmente son amables.

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