59. India 2019. 20 de octubre, domingo. Vigésimo tercer día de viaje. Majuli. Día 3. Cuarta parte.

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Acabamos la tarde dando una pequeña vuelta por el centro de Garamur: una calle con algunas tiendas y en la que volvemos encontrar el hotel donde pensábamos quedarnos al llegar y al que nunca agradeceros bastante que no tuviésemos reservada la habitación.

Y como estamos en la India nos encontramos de nuevo con estampas típicas de este país, aunque aquí sean de ámbito rural, como este tractor varado en una calle del que Marisa fotografía los adornos que cuelgan de él.

O este anuncio de una clínica con una sola información: “Dolor y parálisis”. No sé si en lo escrito debajo en asamés proporcionarán más información al respecto.

Hay un pequeño mercado callejero de pescado y observamos que no solo los vendedores son todos hombres, sino que todos los compradores también. ¿Estará mal visto que compren las mujeres? ¿O será una política de discriminación positiva? ¿Qué dirían de este fenómeno social las feministas?

Y en un taller de esa calle principal otra fotografía notable: un herrero con un soplete.  Y por supuesto sin ningún elemento de protección.

Cuando vamos al pueblo pasamos por un cruce de caminos fuertemente vigilado por policías en uniforme de camuflaje y con mucho armamento. Le había preguntado a Monjit por el gran despliegue de ellos por la carretera de anteayer por la noche y me dice que es que debía ser por la visita de alguien importante del gobierno. Me hubiese gustado ver como cruzaba el Brahmaputra y con qué cortejo.

Esta mañana al volver al hotel hemos pasado al lado de un cuartel de las CRPF, “Central Reserve Police Force”, un grupo especial de la policía que creo que están solo en zonas conflictivas. Me sorprende que esta tranquila y apacible isla se la pueda considerar así.

En el cruce de carreteras le pregunto a uno de ellos por la dirección del pueblo, pues aunque estaba casi seguro prefiero no equivocarme.

Me lo dice y le pregunto si es “police or army”:  “Police”, me contesta, pero de los CRPF y en ambas respuestas se le nota un cierto orgullo. Me da la mano y también las gracias.

Regresamos al hotel, escritura, cena y a dormir.

Esta noche parece que se han ido todos, o casi todos, los clientes que han llenado este hotel el fin de semana  y en lugar del gerente está  el dueño que se muestra muy interesado en nosotros.

Lo imagino un próspero hombre de negocios que vive en Guwahati.

Espero que mañana esté Monjit, pues querríamos pasar la mañana aquí e incluso comer y coger el trasbordador por la tarde, pues preferimos estar aquí, en esta isla, que en Jorhat.

Esta  noche he cenado “small fish”. Efectivamente son unos pescaditos muy fritos que te puedes comer con la cabeza incluida y que me han encantado.

En este restaurante, el del hotel, he podido comer pescado todos los días. Y Marisa pollo, también todos los días.

Hay un camarero que incluso se ríe cuando le hago la comanda y antes de que se lo diga yo el añade: “No spicy”

Me temo que se nos habrá acabado la comida “comestible” en cuanto dejemos la isla.

Sigo escribiendo en el hotel después de dar el paseo por Garamur y Marisa me lee en su teléfono un artículo de La Vanguardia firmado por John Carlin donde comienza con la misma falacia que descubre el editor de este blog en un post que publicó ayer: se ha condenado a los políticos del “prucés” a 100 años de cárcel. Y eso lo escribe un influyente, y se supone que bien informado, periodista británico,

¿Ha sumado los cientos o miles de años a los que han sido condenados los católicos norirlandeses?

PS

Estoy escribiendo en la cama desnudo encima de ella y de vez en cuando me cae encima algún pequeño insecto.

No sé si es que se ha caído en pleno vuelo o es que andan por el techo y pierden la adherencia, pero no me da tiempo ni para darles un manotazo pues salen echando leches. No sé cómo Marisa puede hacer lo de “partirlos por la mitad”, como me dijo el otro día que hacía.

Consejo viajero. 

Al llegar a este hotel comprobé que aunque en la ducha salía  el agua con el adecuado caudal no ocurría lo mismo con el grifo del lavabo.

Se lo digo a un mozo que anda por allí (en los hoteles indios siempre hay “algún mozo andando por allí”) y comprueba que es así.

Le digo por señas que debe ser un problema del filtro del grifo. Intenta girarlo con la mano y no puede. Y menos mal porque no conocía el sentido que debía darle y lo hubiese apretado más.

“Se lo diré al manager”. Pero o no se lo ha dicho o no le ha hecho caso. Así que echo mano de mi herramienta multiusos en su avatar de alicate, lo desenrosco y efectivamente está  lleno de… vaya, de todo. Lo limpio y ya funciona a la perfección. Y no es la primera vez que arreglo algo así.

Y aquí el consejo: lleva siempre contigo unos alicates y/o una llave inglesa. Si tienes que decidir los alicates tienen más utilidad, te podrían servir como “sacamuelas” en el caso de que naufragases en una isla desierta y tuvieses necesidad de arrancarte alguna, que con la llave inglesa es jodidamente difícil hacerlo. Y doloroso.

 

Obviamente el conjunto de esta foto no es el que yo recomiendo que te lleves en tu mochila, pero es que no tengo otra de herramientas, además estas para fontanería y  odontología no parecen ser de gran utilidad, serían más bien para cirugía y manicura. O defensa personal. Y no creo que pasasen por los arcos de seguridad de los aeropuertos.

 

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4 respuestas to “59. India 2019. 20 de octubre, domingo. Vigésimo tercer día de viaje. Majuli. Día 3. Cuarta parte.”

  1. La otra Marisa Says:

    Veamos si esta versión te gusta. Dices:
    «Hay un pequeño mercado callejero de pescado y observamos que no solo los vendedores son todos hombres, sino que todos los compradores también. ¿Estará mal visto que compren las mujeres? ¿O será una política de discriminación positiva? ¿Qué dirían de este fenómeno social las feministas?»
    Se me ocurre que, si los pescadores son hombres, los vendedores son hombres… ¿cómo van a negociar el precio con mujeres (inferiores, por supuesto) a la hora de la venta en el mercado?

  2. alelsoles Says:

    Pues ya ves que en aquella charca de la mañana había «pescadoras», pero la próxima vez que vuelva me interesaré por esa característica de la idiosincrasia majuliana, que quizás sea asamesa o incluso india.

  3. La otra Marisa Says:

    Me has hecho recorrer el blog marcha atrás para encontrar el capítulo de las pescadoras (vas a creerte que tienes un número elevadísimo de visitantes y soy yo, torpe de mí buscando las cosas) Volviendo a tu argumento: según tú mismo dices, te han explicado que esas pescadoras pescan para su propio consumo, no para vender. Con el fin de que no te recorras horas buscando dónde lo dices, copio y pego tu explicación:
    «Monjit me dice que son gente pobre y que pescan para su alimentación, aunque en los mercados se ven esos pececitos pequeños. También son pequeñitas y escuálidas las “pescadoras” y no hay ni un solo hombre excepto un barrigudo que estaba a unos 50 m observándolas. No sé si será el comprador de la pesca o el dueño de la charca.»

  4. alelsoles Says:

    Sí, eso me dijo el manager del hotel, pero creo que no lo hacían para autoconsumo sino para vender los pescaditos.
    Y gracias por el baño de humildad sobre mis «escuálidos» (estos sí, más que los pescaditos) número de lectores. Que son, sois pocos pero encantadores e inteligentes.

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