47. India 2019. 17 de octubre, jueves. Vigésimo día de viaje. De Mokokchung a Jorhat. Primera parte.

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Esta mañana me he despertado temiendo por mi espalda después del viaje de ayer desde Kohima.

Estaba pensando que en algún lugar de aquellos terribles baches alguna de mis antiguas dolencias vertebrales volvería a aparecer al machacar de forma inmisericorde un elemento contra otro de mi columna.

Pues no, me he levantado como si en lugar de uno de los peores viajes de  mi vida hubiese ido en la línea 6 de metro de Madrid desde  Méndez Álvaro hasta Avenida  de América.

Porque lo de ayer fue todavía peor que el de Dimapur a Kohima, pues a pesar de que había menos circulación el conductor iba mucho más rápido.

Desayunamos en el hotel y seguimos sin entender porqué la guía lo califica como “spiffy”.

Te recuerdo: “spiffy”  es “elegante” o “a la moda”.

La cerradura de la puerta de la habitación me recuerda a los hoteles de mis primeros viajes y que creía desparecidos: un pasador con un gran candado.

Hace años te recomendaban que te llevases tu propio candado pues algunos de ellos eran muy endebles y en otras ocasiones porque alguien podría haberse sacado una copia  y regresar al cabo de los días  y abrirte la habitación. Yo anduve así con un candado robusto mío, pero ya había abandonado la costumbre.

Pues aquí lo vuelvo a encontrar.

Otra característica de este hotel es que han comprado los grifos de los lavabos más pequeños de lo que sería necesario y entonces el chorro del agua sale pegado a la pared vertical  adyacente y no te cabe ni un dedo, vaya, que casi no te puedes ni lavar las manos.

Y lo más extraño: que para cerrar la caja donde están instalados los enchufes han utilizado como pasador lo que parece el ala de una libélula, que a mí me ha recordado una de las pelis de espías, quizás de James Bond, en la que el protagonista ponía un pelo en el quicio de la puerta  y así sabía si alguien había entrado en su ausencia.

Aquí ponen un ala de libélula y si la sacas se te rompe y no hay medio de que no se enteren a no ser   que caces otra igual y coloques una de sus alas.

Marisa me saca de tanta ensoñación y me dice que ha debido ser una casualidad que el ala haya caído allí. Pero no creo. ¿Tú has visto muchas alas de libélula cayendo del cielo? ¿Y que además acierten a entrar en esa minúscula ranura?

Lo dicho, cosa de agentes secretos. Quizás había algún microfilm dentro y no se me ocurrió mirarlo.

Internet sigue fallando y los jóvenes recepcionistas, que parecen creerse los reyes del mambo, van de “ni puto caso” a “este cliente es imbécil”.

En el gran patio que hay delante  del hotel hay una especie de gran cabaña que creo que es una copia de un “morung”, esos  alojamientos comunales para los jóvenes solteros en los grupos naga.  Aquí me imagino que es puro decorado.

Después del desayuno decidimos darnos una vuelta por alguna de las calles del centro que no vimos ayer.

Al salir del hotel un letrero indica que cerca está la “Alpha Company” de la “Nagaland Police” que tiene como emblema un gran toro que parece que te vaya a embestir con este bonito  eslogan: “Security Service Sacrifice”.

Cerca de allí una tiendecita con el escaparate cubierto con una gruesa tela metálica para evitar el acceso a las golosinas.  Muy confiados no parecen ser lo de  este pueblo.

Llegamos al “Police Point”, que es el centro de la población, y un gran letrero en una pared te pregunta si estás  interesado en las misiones. Después de la disertación anterior sobre los espías podría tratarse de “misiones” como las que encargan en las pelis a los de la CIA o el MI6, pero otra información debajo dice que es del “Nagaland Bible College” y me hace deducir que son “misiones” de misioneros.

Pero, ¿dónde irán los misioneros nagalandeses? ¿Cuáles serán para ellos las “tierras de misiones”?

Pues igual los envían a España y así como hay monjitas de aspecto oriental en los conventos españoles  también puede que empiecen a llegar misioneros baptistas para evangelizar a esos descarriados jóvenes conciudadanos.

De los 12 que impartirán las clases hay  4 que parece que no son indios, uno de los cuales es una mujer (no está mal, una mujer de 12, que parecen católicos) y que es del «Colegio Caribeño de la Biblia», que debe ser algo serio, pero que aquí parece un poco de chiste.

Pero vaya, si quieres hacerte misionero el curso está recién comenzado y dura 6 meses.

(Cuando escribo este borrador como no sé cuándo podré publicar esta crónicas me temo que toda esta información no te servirá de mucho. Vaya, de nada.)

Mokokchung tiene una buena situación trepando  a lo largo de varias colinas, lo que hace, como en Kohima, que tenga una bonita vista, pero que haga muy poco práctico el visitarlo, además de que no hay nada especialmente  visitable.

A pesar de eso intentamos encontrar algo dando un paseo de un par de horas mientras se hace la hora de coger el transporte.

Sigue siendo una ciudad india pero mejor organizada, más limpia y con los policías de tráfico  intentando que la circulación funcione lo mejor posible, a diferencia de Kohima, por ejemplo, que parecían puestos en los cruces para hacerlo todo más complicado o como mal menor para estar como si no estuviesen.

En la calle un punto kilométrico de la NH-2 dice: “Kohima 150 Mokokchung 0”.

Debería decir también las horas que debes echarle para hacer esos 150 km: 6 horas.

Delante del “Allahabad Bank” hay un parapeto rodeando toda la fachada y detrás del tramo que da a la puerta de entrada un vigilante fuertemente armado. También lo he visto en algún otro banco y me sorprende.

¿Quién sería el cenizo que atracase un banco en Nagaland y luego huyese a toda velocidad? O sea a 10 ó 20 por hora.

Pues se deben creer que sí lo van a hacer.

Lo curioso de este banco es el letrero que hay en su fachada y que en Europa pondría los pelos de punta a los de “protección de datos”.

“La sucursal de Mokokchung del Banco Allahabad informa a todos los moroso de préstamos  que devuelvan los prestamos vencidos  pues en caso de no hacerlo sus fotos y detalles de cada moroso así como de sus avalistas serán publicadas en la prensa local seguida de una demanda  en el juzgado”. (Más o menos).

PS

Cuando estoy a punto de publicar esta crónica leo una noticia de un pueblo cercano al mío, Castellote, donde aparece el párroco de allí: negro y con un apellido claramente africano. O sea que sí, que ya nos están evangelizando desde los llamados antes “países de misiones” y para los cuales el día del Domund los niños salíamos por las calles con una hucha que representaba la cabeza de un negrito o un chinito para recoger limosnas para esa labor evangelizadora.

Otra forma para obtener fondos era hacer una bola con el “papel de plata” de las chocolatinas y entregárselas a… pues ya no recuerdo a quien exactamente, pero imagino que sería a alguien del estamento religioso. ¿Qué harían con los cientos de bolas?

¡Qué tiempos aquellos!

NB

Parece que  todo lo que recogíamos con las huchas y con las bolas de papel de aluminio fueron a parar a la misiones africanas pues no veo a ningún cura por España que sea chino.

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2 respuestas to “47. India 2019. 17 de octubre, jueves. Vigésimo día de viaje. De Mokokchung a Jorhat. Primera parte.”

  1. La otra Marisa Says:

    No me digas que sujetar un cierre con un ala de libélula no es elegante.

  2. alelsoles Says:

    Elegante mucho, pero tú prueba a hacerlo y que no se te rompa después de utilizarlo.
    Esta primavera te guardaré unas cuantas para que te ejercites.
    Un beso

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