En este recinto de Kamakhya, como en otros templos importantes, también hay un ghat donde se acercan algunos fieles, pocos, a rezar y lavarse.
Y luego varias capillitas para las que no hay que hacer cola donde siempre hay un brahmán sentado con una familia. No, no con su familia, sino la de los visitantes que le han encargado ese rito que está ejecutando en aquel momento.
Y no sé, y me gustaría saber (por eso hay que volver y volver), si llegas y le dices al brahmán que “quiero un rezo de 100 rupias” o uno de 500 y en función de la pasta lo hace más largo y fructífero o más corto y estéril.
Vemos a una familia con un niño pequeño que lleva una cabrita de la mano con un cordel. Como si llevase un perrito. Y la acaricia. Cuando la decapiten ¿qué pensará el niño?
Hay un árbol al que los fieles le van atando un cuerdecita a lo ancho del tronco. Esa cuerda de color rojo y amarillo la han comprado en las tiendas donde venden las ofrendas y va con el paquete completo incluido el coco y unas cintas brillantes que se colocan en la frente.
Delante del árbol de la cuerda un grupo de brahmanes con sus camisas y faldillas rojas charlan y ríen animadamente esperando que acuda algún creyente. ¿Tendrán algún tipo de subsidio al margen de lo que les dejan los fieles? ¿Será como en España donde todos pagamos a los profesionales de la religión?
Desde luego, trabajar, no trabajan, y los de este templo tenían un aspecto muy saludable.
También vemos a un joven con largos cabellos como los que llevan los santones del Himalaya.
Aunque llegamos al lugar del matadero a Marisa no le hace ninguna gracia verlo, pero yo sí le doy una ojeada y hay un palo en forma de y griega mayúscula, “Y”, atravesado por otro en la parte alta. Colocan la cabeza de la cabrita allí y ¡zas!, la cabeza al suelo.
Todo sea por la gloria de los dioses.
Yo me había quitado los calcetines y llevaba las plantas de los pies asquerosas y me las pude limpiar, pero Marisa había decidido seguir con los calcetines y tenía el problema que si se los ponía las zapatillas se mancharían sin remedio, así que un consejo: si visitas un templo de dudosa limpieza mejor entra totalmente descalzo, que es más fácil limpiarte lo pies que los calcetines. A no ser que te de mucho asco, claro.
Salimos del complejo religioso y cuando estamos mirando la forma de utilizar la aplicación de OLA para llamar a un coche vemos que anuncian un autobús que va a la estación, o sea al lado de nuestro hotel.

Paltan Bazaar.
Frugal comida y al atardecer nos vamos al río Brahmaputra, pues ya sabemos por donde acceder.
La orilla del río sigue igual que en nuestra anterior visita: pantalanes con barcos amarrados, algunos varados y gente trabajando en la reparación de otros.
En uno de ellos fotografío la instalación eléctrica. Conozco a algún electricista que se moriría al ver estas instalaciones.
Aún más. Un operario está trabajando con una gran radial una pieza de hierro. Su único elemento de protección son unas chanclas de goma, porque podría ir descalzo. Ni gafas, ni guantes, ni nada.
Descubrimos una empresa que organiza pequeños recorrido (ellos los llaman “cruceros”) por el río pero no podemos hacerlos por el horario.
A pesar de lo que nos dijeron de que ahora está prohibido echar a Durga y su corte al río, sí encontramos algunos restos de esa ceremonia.
Gran puesta de sol sobre el Bramaputra.
Y desde allí en un paseo nos vamos al “Fancy Bazaar”. Aquello sigue siendo Guwahati y aunque es muy bullicioso no es tan agobiante como el “Paltan Bazaar” donde nos alojamos.
En este hay gente por todos los lados, pero con menos circulación de vehículos y con tiendas y puestos de mercado uno detrás de otro. Y seguramente también con muchos musulmanes pues vemos una mezquita bastante grande y graciosamente iluminada. No estoy seguro pero creo que era la “Kamarpatty Masjid”.
Hemos comido solo regular y con pocas posibilidades de comer mejor y además Marisa está empeñada en comprar fruta, pues ese es un elemento ausente en los restaurantes o en los desayunos de los hoteles así que nos acercamos a un puesto donde una señora compra unos plátanos enanos. Le preguntamos y nos dice que son estupendos y mucho mejores que otros que parecen normales. O eso hemos entendido porque siguiendo su consejo compramos los platanitos.
¡Maldito consejo! No había comido plátanos tan malos en la vida. Que los tuvimos que tirar.
Y andando, andando y preguntando, preguntando llegamos a nuestro hotel.
Se acabó Guwahati.
Etiquetas: Brahmaputra, Durga, Guwahati, India, Kamakhya, Paltan Bazar
06/02/2021 a las 22:24
preciosa la foto de la puesta de sol!