Y ya completada nuestra cuota cultural y religiosa nos vamos a comer. Buscamos y encontramos un restaurante donde estuvimos en nuestro primer viaje a Calcuta y del que tenemos un agradable recuerdo: ahora hay un solar. Lo que pasa por no actualizarte.
Así que lo hacemos en uno de una cadena de restaurantes y lo acabamos en una cafetería de esas llamadas “boutique”, donde las cosas están buenas y la decoración muy bonita y te cobran como en el Ritz. Imagino, que nunca he estado allí.
En el camino un buzón de correos que debe estar en uso pero no lo parece: no puede tener un aspecto más cochambroso y estar rodeado de más cosas ajenas a su función. Esta es la India eterna, la que encuentras cada año que vienes sin ninguna modificación ni actualización.
Más India: en una calle céntrica un joven está lavando un coche con agua y jabón. Me da la impresión que no es un particular sino un negocio de lavado de coches.
Otra: un establecimiento donde desarman televisores de tubo, los CTR de toda la vida, o eso imagino pues en la calle lo que había era un montón de carcasas de plástico de las pantallas. ¿Qué nueva utilidad les darán?
Todavía más: cuatro obreros llevan una estructura metálica bastante grande por una calle con muchos peatones. Uno de estos decide atravesarla y al final tiene que adoptar una postura de contorsionista a riesgo de partirse la crisma: no puede esperar.
Marisa y Luis se van de compras y yo a buscar los billetes de ferrocarril para nuestra próxima etapa de Calcuta a Guwahati.
Hay una oficina de venta de billetes exclusivamente para extranjeros lo que facilita el proceso, aunque siendo la India nada es tan sencillo como parece.
Te proporcionan un impreso que debes rellenar y en él está el número de la cola a la que llaman de viva voz. ¿Sería más fácil un sistema tipo charcutería o con pizarra electrónica? Pues lo sería, pero ¿por qué cambiar un sistema que les ha ido bien los últimos 200 años?
Atienden dos personas a los viajeros y a veces una sola, aunque por allí no paran de pasar empleados. Además hay una oficina separada por una mampara de cristal donde hay una docena más discutiendo y gritando, pero los sufridos compradores de billetes de ferrocarril estamos allí sentados esperando y viendo como cada transacción tarda de 15 a 30 minutos.
La mecánica, por si vienes, es la siguiente:
0. Punto previo. No hay ninguna ventanilla de información. O sea, que debes venir ya informado. Afortunadamente casi todo lo que necesitas saber está en la web de la compañía ferroviaria. (Antes debías utilizar una guía, tipo libro A4). Pero si tienes alguna duda debes esperar a que te llamen por tu número o a que un amable empleado que en aquel momento esté atendiendo a otro cliente levante la vista de la pantalla y te haga caso. Y te quiera contestar.
1. Acudes al mostrador y al que está atendiendo en aquel momento a otro viajero le pides un formulario. Consejo: mejor coge dos.
2. Rellenas el formulario: pones todos tus datos personales y los del resto de pasajeros. Por supuesto el número y/o el nombre del tren, fecha, clase y sitio que prefieres, o sea si litera inferior, media o superior. Creo que los mayores tenemos cierto derecho a pedir la inferior. Sobre este tema de las literas y de la idiosincrasia india en los viajes en tren escribí esto hace tiempo y creo que sigue igual. Así siempre pido una inferior para Marisa y una superior para mí si es 2AC o una inferior y una media si es 3AC. El segundo formulario lo rellenas con tus datos y la estación de destino solamente.
No olvides marcar si eres “Senior Citizen”, lo que te da derecho a un descuento y a esa selección de asiento/litera.
3. Te llaman y cuando presentas el formulario te dicen las firmas que te faltan y varios campos que no has entendido o que no sabes que poner. Dependiendo del empleado que te atiende aquello puede resultar fácil o te llevas una reprimenda.
4. Compruebas que aunque de tu origen a destino hay más de 20 convoyes diarios, solo hay “foreing quota” en uno de ellos y que no es el que tú has pedido o que en la clase que querías tampoco hay plazas libres por lo que debes modificar los datos no correctos. Aquí utilizas el segundo formulario.
5. ¿Llevas fotocopia del pasaporte y del visado? ¿No? Pues depende del ferroviario que te atiende debes ir a hacerte una, o quizás no te la pida o quizás se conforme con comprobar detalladamente tus datos allí mismo. Por eso es importante que no solamente tengas tu documentación personal sino la del resto de tu grupo que se ha ido alegremente a tomar un coctel al bar más cercano mientras tú te sacrificas por ellos.
6. Emiten tu billete y pagas en metálico. Quizás cuando leas esta crónica se pueda hacer con otros medios, pero por ahora puro metálico.
Me reencuentro con la familia, cena en un magnífico restaurante de comida iraní (o quizás persa, que en comidas no los distingo) y acabamos el día con la visita a un pandal que nos coge de camino al hotel.
PS
En el recorrido por el “pequeño kumartuli” Marisa ha hecho fotos in ninguna cortapisa e incluso algunos guapos “kumartuleños” han posado complacientes.
NB
Para despejar dudas busco la traducción de “idol” en el Wordreference y efectivamente lo traduce como “ídolo”, pero su definición en inglés es “an image or other material object representing a deity to which religious worship is addressed.”, lo que se corresponde con el significado de ídolo en castellano según el DRAE de “Imagen de una deidad objeto de culto”, pero no con el sentido popular de la palabra como de “imágenes que son adoradas en sí mismas”. Vaya, que no es que representen a Dios sino que lo son.
Así ninguna persona religiosa católica diría que “me voy a ver los ídolos de la parroquia”.
Etiquetas: Calcuta, DRAE, Guwahati, India, Kumartuli, Pandal, Senior Citizen, Wordreference
18/01/2021 a las 21:33
jajajajajaj, tampoco era al precio del Ritz, era carillo pero no tanto
y de verdad que no me puedo imaginar haciendo la colosal tarea para conseguir y comprar los billetes de tren y lo que ya me parece superlativo, llegar a donde realmente quieres en el tren , vagón y asientos elegidos, solo al alcance para los ávidos «indios» como tú Anjo! qué envidia y que suerte la nuestra .