Este tren no va a la estación de Howrah, desde donde vinimos, sino a la de Shalimar y un joven en la estación me recomienda que nos bajemos en la anterior, Santragachi, porque está más cerca del centro. Luego compruebo, gracias a Google Maps, que depende de adonde vayas y para nosotros es más recomendable Shalimar, aunque luego comprobaré que ha sido un error.
El vagón es de tipo “CC”, como el que vinimos, pero menos confortable, o quizás más viejo.
Los tres tenemos asiento de pasillo y yo comparto fila de tres con dos jóvenes de 30 años, cada una con un niño pequeño, uno de teta y otro de 7 años, muy serio y tranquilo. Y entre las dos, además de los dos infantes, llevan: una maleta grande, dos pesadas bolsas grandes, tres bolsas medianas, y cuatro bolsas pequeñas.
Por supuesto nadie se presta a ayudarles a colocar el equipaje en su sitio, pero allí está un caballero español, o sea nuestro hijo Luis (que yo no podría subir alguno de aquellos pesados bultos) para hacerlo. Y por supuesto, como buenas indias, ni un “thank you”.
Creo que ya lo he explicado en algún otro viaje anterior a este país: aquí ni se pide nada por favor, ni te dan las gracias después de que les prestes un servicio.
Es algo cultural y por tanto no hay que tomarlo como una prueba de desconsideración en el trato o de mala educación.
Así ha sido hoy, pues las jóvenes son hermanas y profesoras, la una de inglés y la otra de geografía. Así he aprendido el horario escolar.
El curso va de enero a diciembre, como debería ser cualquier actividad. Tienen un mes de vacaciones en “verano”, o sea en mayo y otro más en octubre, quizás porque ahora se junta la “Durga Puja” con otras festividades semejantes.
La semana va de lunes a medio sábado y la jornada escolar empieza a las 10, paran 30 minutos para comer a la una y media y acaban a las 4 de la tarde. O sea, 5 horas y media. En España 5 horas y 45 minutos. Pero allí 6 días en la semana y en España 5.
Lo anterior es en este estado, Bengala Occidental.
Muy interesante la charla.
Y como siempre en los trenes no cesan de pasar vendedores. El que más me impresiona es de los libros: además de una gran bolsa que imagino lleno de ellos, y por tanto muy pesada, lleva una gran pila desde la mano hasta la barbilla con una veintena de ejemplares.
El vendedor, o vendedores, porque hay varios, más interesante es el de “jhat muni”. Bueno, ese es el nombre que me escribieron mis compañeras de viaje. Para comprobarlo lo busco en internet y no lo encuentro, pero sí un vídeo (que te recomiendo que veas) sobre ese aperitivo donde lo llaman “bhel puri”.
Llevan 8 ó 10 recipientes con diversos ingredientes que echan en uno metálico con arroz inflado. Lo revuelven enérgicamente y al final le añaden varias especias. Lo sirven en una bolsita de papel de periódico (en el vídeo en un cucurucho). A pesar de su apetitoso aspecto no nos hemos atrevido a comerlo.
Los lavabos. Vaya, los retretes, para no ponernos finos: suele haber uno “Indian Style” y otro “Western Style”. Nunca vayas a este último, sino es que eres uno de los primeros usuarios.
El “Indian” tiene una plataforma de acero inoxidable con dos protuberancias para poner los pies y el necesario agujero para evacuar. Suelen tener un ventilador que airea el ambiente pues las ventanillas en los vagones de aire acondicionado están cerradas.
Este tipo de inodoro, que en España se llama “váter turco”, es tan inusual en algunos países occidentales que las guías de viaje detallan cuidadosamente la forma de utilizarlos a los viajeros que se topan por primera vez con uno de ellos.
Lo más curioso es el sistema de cierre de las puertas, iguales en ambos “style”.
Tienen un pestillo, un gran pestillo, en el interior que mantiene el habitáculo cerrado, pero tiene otro pestillo que pasa del exterior al interior que permite cerrar la puerta cuando sales, pero que a los no advertidos, vaya, a algún extranjero, le puede parecer que se cierra por dentro con ese que se maneja también por fuera.
Está bien pensado porque de esta manera se evita que te puedan dejar encerrado dentro.
En la puerta del “Western Style” entre las instrucciones o recomendaciones dice que “no ensucies el asiento”. No te lo creas. Así qué como he dicho antes: evítalo si puedes.
Al llegar a la estación de Santragachi, anterior a la final, el tren se queda casi vacío, lo que nos debía haber hecho sospechar.
Luis les baja los bultos a las dos jóvenes y yo ayudo con una bolsa a una de aquellas chicas que realmente no entiendo como se pueden manejar con todo aquello y los dos niños. Y, como antes, nadie más se apresta a ayudarla, aunque bajen con las manos en los bolsillos.
Y llegamos a Shalimar.
NB
Marisa odia que le haga publicar las fotografías de más arriba, aunque las haya hecho yo, pero es que las necesito para el relato.
18/01/2021 a las 21:02
muchas gracias por los halagos !! así da gusto
y si lo de los trenes indios, son de auténtica película, increíble recorrido.