Comemos en un pequeño restaurante que tiene un adelanto tecnológico que me ha encantado: un dispensario de palillos tipo instrumental de dentista. Vaya, a lo peor solo tiene una luz azul, pero quiero pensar que además esteriliza la herramientas de comer.
Una comida sencilla y buena y sin picante.
Y nos acercamos al famoso río Yantsé, al que la guía nombra Yangzi.
Hay un parque, el Binjiang, y jardines a lo largo de la orilla.
Encuentro un gran letrero rojo (¡mira que les gusta ese color a los chinos!) donde explica una “Introduction to Binjiang Health Trails”. Es una especie de carril peatonal de 10,5 km cuyo “concepto de camino saludable se originó en USA”. Acaba diciendo que para “mantener la seguridad se prohíbe circular a bicicletas y vehículos a motor” Y no he visto país menos seguidor de las normas establecidas (exceptuando la India, por supuesto), así que no paran de pasar bicicletas y motos.
También están prohibidos los perros, pero como apenas hay alguno eso no cuenta y de la prohibición del tabaco ni te digo.
Paseando por aquel parque nos hemos encontrado a grupos de abuelitos dedicados a la música: una pequeña orquesta de cámara de 4 a 6 componentes, de los cuales uno tocaba una flauta y los demás instrumentos de cuerda y un o una cantante.
Y esto es lo más gracioso: el cantante se cambia al acabar cada canción. Así que cuando uno acaba se acerca otro, coge el micro y empieza su actuación, generalmente con partitura, aunque Marisa observa que su notación es diferente a la nuestra.
Parece que nadie tiene pudor en cantar frente a sus conocidos, porque imagino que son siempre los mismos y todos los días, a no ser que por casualidad hoy sea “el día del abuelo cantor”.
Lo he grabado pero no puedo incluir ficheros sonoros en este post, pero si alguno es fanático de las costumbres populares se lo puedo enviar. Adelanto que los instrumentos de cuerda, excepto algún violín son de esos típicos chinos de un par de cuerdas que suenan como una cigarra.
NB
Lo del “canto de la cigarra” es una licencia poética, pues te recuerdo que la cigarra no canta, que estridula.
En uno de los sitios uno de los espectadores se ha quitado la pierna ortopédica y la ha apoyado a su lado. Cuando busco en la fotografía quién es su propietario lo descubro porque es el único que lleva una zapatilla verde. Como la pierna suelta.
Y además como son tan amables cuando nos sentamos en un jardín para oír a un grupo rápidamente nos acercan taburetes de plástico para que estemos más cómodos. Admirable su gesto y nosotros agradecidos.
No es muy fácil, como ya he descrito, el viajar por aquí, pero es tan reconfortante…Puede que te parezca una tontería y no estás delante de los Campos de Marte de París, pero este detalle de los taburetes es precioso.
Pero más que la música, o por lo menos tanto como ella, les gusta el juego y allí los ves sentados e incluso a alguno de pie, tanta es su afición (¿su vicio?), dejándose las pestañas en una partida de cartas. Lo que no sé es si lo hacen con dinero o solo es por amor al juego.
También al lado de un pequeño estanque una grácil señorita (o señorito de larga melena) practicando una de esas gimnasias chinas.
Y una especie de feria como las de mi pueblo en las años 50.
Para regresar a la zona del hotel tenemos que ir a una parte de la ciudad que ya nos parece normal, que quizás sea el centro de Yichang, pues hay tiendas normales, restaurantes, gente…
Así pasamos por una calle con varios restaurantes. En uno de ellos el personal está formando delante de un jefe quien parece que les da las instrucciones, que no sé si serán de tipo práctico, como lo de lavarse las manos y no escupir o bien de tipo moral, como el respeto a lo mayores, por ejemplo. ¡Qué mal lo de no entender nada!
También en la misma calle un trío de jóvenes, con el inevitable cigarrillo en la boca, están limpiando un montón de ostras. Como se supone que se han de comer crudas no parece que tengan muchas medidas de higiene.
El autobús nos deja en la estación y allí cenamos en el tipo de restaurante favorito de Marisa: los de autoservicio, donde se ven los platos que puedes elegir y seleccionar los que crees (que no siempre aciertas) que no pican.
Llegamos al hotel e intento de nuevo y con el mismo éxito (o sea gran fracaso) conseguir información de la simpática recepcionista, pero eso de comunicarse solo por un traductor de teléfono es complicado cuando quieres algo que sea más que “sí”, “no”, o “la derecha”.
En el hotel volvemos a encontrarnos la publicidad de señoritas. Esta vez me la aguardo y cuando regrese a Madrid intentaré que me la expliquen en mi chino favorito.
Como estoy intranquilo con lo que hemos contratado, y más cabreado conmigo mismo por la escasa, nula, capacidad de elección, me dedico a buscar en internet información sobre este crucero.
De la “Ballena Azul” solo encuentro una somera descripción y con tonterías tales como que su nombre se debe a que su casco tiene la forma de ese pez, perdón de ese mamífero. Y también publicidad de cómo lo han restaurado y de que ha quedado hecha un primor. Pero a mí me interesan más las opiniones y solo las encuentro referidas a los cruceros por este río en general, pero no de los barcos en concreto y desde luego nada de este. Además muchas son de páginas chinas, imagino que del turismo oficial, y todas son de alabanzas y parabienes.
Acudo al socorrido TripAdvisor y aunque allí encuentro un abanico más variado ninguna referente a este barco en concreto o a los “Tourist Boats”. Encima la mayoría de la recientes (no me sirven las de 2014, por ejemplo) son de americanos y australianos y su punto de vista puede diferir bastante de los europeos. Y he descubierto que todas las que encuentro son de viajes organizados en su país de origen y en grupo, nada de “solo travellers” como es nuestro caso.
Y encuentro pareceres de todos los gustos, aunque en general elogiosos. Total, que me acuesto sin saber que me encontraré mañana, pero resonándome en la mente la frase final de Paco Nadal cuando le pregunté en el programa de la SER: “Y sobre todo elige un buen barco”. Que eso debe ser fácil cuando hablas chino o cuando, lo contratas en Madrid o te lo paga la empresa y no te importa el precio (y hoy aunque no te hubiese importado), pero si eres “solo traveller” y sabes el chino que yo sé…
PS
Voy retrasado en la escritura de los borradores de estas crónicas y estoy aprovechando los periodos de tranquilidad del barco para hacerlos. Esta, por ejemplo, la escribo en la cubierta superior de proa a las cuatro de la tarde teniendo frente a mí un enorme río Yangtsé. Puede que hubiese una gloriosa puesta de sol pero está nublado y neblinoso. Sopla una suave brisa que me permite estar con manga corta y con conversaciones en chino a mi alrededor pero a un volumen amigable.
¡Cuánto hablan las señoras chinas!
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