El aspecto de entrada del “Jinhua Architecture Park” es estupendo con unos magníficos y cuidados jardines, con paseos entre ellos y uno más ancho al lado del río y gente pescando en él a pesar de un letrero que prohíbe hacerlo.
Este es un país con muchos contrastes, entre lo que cuidan lo público (seguimos sin ver ni un arañazo y no te digo pintadas) y el control de identificación del personal y el poco caso que hacen algunos de las prohibiciones, como esta de la pesca o la más habitual y menos obedecida de no fumar. El día en que el gobierno chino se percate de lo que les va costar la EPOC y los múltiples cánceres se acabará la permisividad. Y si no al tiempo.
Llegamos a la primera obra arquitectónica, “The ancient tree” y mientras estoy intentado traducir lo de “ancient” y que pueda calificar a un árbol, aparece el joven de la moto al que le preguntamos. Ha resultado llamarse Chen, tener 30 años, una hija, trabajar en el negocio inmobiliario y mostrar un gran interés por nosotros porque nos ha acompañado durante más de una hora. Lo que no sabía es que Marisa en un entorno así podría haber estado una semana. O casi.
Me pregunta mi edad y a partir de ese momento no paraba de decirme que tuviese cuidado al subir o bajar cualquier cosa.
Hablaba muy poco inglés, pero echaba mano del traductor de su teléfono, y descubrí que no te puedes fiar de él, por lo menos en español. Por ejemplo, son las 2 de la tarde y me enseña el mensaje de lo que quiere decirme: “Hace una buena noche”.
Me dijo varias veces que lo más importante para ver en Jinhuá era “la cueva doble del dragón”, o quizás fuese “la cueva del doble dragón”. También que si queríamos ir a Zhuge (nuestra próxima etapa) teníamos que contratar un coche pues no había autobús. Y como en esto insistió más de la cuenta temí que nos quisiese llevar él.
Al final nos dijo que vivía cerca y que nos invitaba a cenar.
Tengo la experiencia de haber aceptado la invitación de un militar gurkha en un viaje por la India y no lo volveré a hacer: comer con una familia que te trata como a un rey, pero con la que no te podías comunicar más que con el padre y no mucho y además desconocer toda las reglas de comportamiento y temer meter la pata en cada movimiento. Así que decliné la invitación, aunque podría haber sido muy interesante.
Además el pobre Chen estaba muy interesado en España; ¿adivinas en qué? Pues claro, en el futbol y el baloncesto. Y yo soy el más ignorante en ambas materias. Tanto como con el croquet, que solo he visto una vez en mi vida en Nueva Zelanda.
Así que me habla de un futbolista chino que juega en España y que espera que yo conozca y le dé detalles y me habla de Gasol y también de “Lubio”, que creo que hay un jugador que se llama “Rubio”. El pobre se quedó, imagino, muy decepcionado conmigo.
Hay escritos por todas las partes, tipo banderola y Marisa dice que deben ser eslóganes del gobierno. Chen me confirma que sí. ¿”Y que significan?”. “Civilización”. O sea que tú en chino escribes 30 palabras y su traducción es esa, “civilización”.
Si me hubiese entendido le habría contestado con un “¡anda ya!”, pero no lo hice.
Al final el joven Chen vista mi falta de conocimientos del fútbol y del baloncesto y mi poco interés en ir a visitar esa cueva del dragón, así como en ir a cenar a su casa se fue. E hizo bien porque tenía la moto bastante lejos y se puso a llover.
Marisa me dijo aquello de “¿cuál es el segundo peor enemigo del turista”? Y yo le contesté que “después de la peste bubónica, la lluvia”.
Pues no, que el primero es la diarrea, curiosa palabra que el personal evita. Antes se le llamaba “descomposición”, palabra también en desuso. Pues eso, que primero la diarrea y luego la lluvia.
Pero nosotros no íbamos a rendirnos por tan poca cosa, aunque no paró de llover ni un momento.
Seguíamos visitando ese enorme parque (te recuerdo más de 2 km de largo) y yo cada vez estaba más cabreado.
¿En qué pensaba el arquitecto de la estructura blanca? ¿¿En su ego? Pues debe haberlo reventado. Pero con dinero público. Si Mao levantase la cabeza…
Hay un curioso letrero con un par de herramientas cruzadas y Chen me traduce el letrero: “¡Ten cuidado está en reparación!”
Pues lo único que hay allí son dos señores sentados tomándose un té.
Hay un gran letrero que tiene una frase en chino y al lado su traducción de “Normas de la dirección” y el resto de las normas en chino. Inexplicable. ¿Para qué me sirve a mí saber que esas son las normas de comportamiento sino puedo entender ni una palabra?
NB
Traduzco “Mangement” por “Dirección” porque no sé de qué van las normas, que seguro que podría tener otra traducción.
A pesar del abandono no hay pintadas, ni expolio, ni siquiera han arrancado los letreros con el título de la “obra de arte” y el nombre del perpetrador.
Encontramos a una señora que parece que debe ser del mantenimiento del parque que utiliza una de estas obras de arte, que lo son, para secar brotes de bambú. Esto indica que por un lado el personal es muy civilizado y que por otro esta zona del parque con las construcciones está muy poco utilizada.
La lluvia sigue y yo sigo cada vez más cabreado, a pesar del entusiasmo de Marisa. Como he escrito, había leído que el diseñador había sido el señor Ai y que había acabado en la cárcel. Deberían haberlo encerrado por este parque, pero parece que fue por algo de tipo político.
Este abuelito chino tiene mucha fama y seguramente, no, seguro, que será un gran artista, pero nunca le perdonaré lo de este desastre.
Cuando acabamos ya es casi de noche y no hay nadie por aquel parque a pesar de ser Domingo de Ramos. Es lo bueno de estar en tierra de infieles: ni saetas, ni palmas, ni como nos dijo nuestro hijo, ni una “mani de Dios”.
Llegamos a la parada de autobús y por allí no pasa ningún 528 de vuelta a la estación, ni siquiera está en la lista de autobuses. Y, a pesar de lo que he escrito al principio, no tenía el nombre de la estación de ferrocarril en chino, que hubiese sido nuestro nombre de referencia. Porque a ti te parece que “Railway Station” o “Train station” lo entiendo todo el mundo, pero no es así.
Y encima lloviendo de noche en aquella solitaria parada, porque autobuses sí pasaban pero no sabíamos adonde iban y no aparecía el que habíamos venido.
Al final aparece un señor que sí me entiende y entonces me pregunta que si quiero ir a la estación que está en la dirección de la izquierda o de la derecha. Porque resulta que hay dos estaciones y entonces se me hace la luz: saco el billete de tren que decía que era de Hangzhou a Jinhuá y doy por supuesto que al lado de Jinhuá dirá en chino el nombre de la estación. Así ha sido, la de la derecha. Al primer autobús que aparece le pregunto al señor si va a nuestra estación y subimos felices. Piensa que en muchos sitios algunos transportes públicos finalizan a las 6 y media de la tarde.
Llegamos a la estación y aunque está todo vacío luce espléndidamente por la noche. Además han iluminado algunos de los edificios que están enfrente de ella. No es Pudong pero está muy bien.
Hemos salvado el día y la lluvia no nos ha vencido.
Notas del parque.
Un curioso letrero sobre la prohibición de pasear perros: de las 7 de la mañana a las 7 de la tarde.
Encuentro el candado más inútil del mundo: lo han cerrado solamente en uno de los lados de la puerta. Menos mal que junto a él está el hermano listo. Lo más gracioso es que el “inútil” tiene grabadas las palabras “TOP SECURITY”, así en mayúsculas. O sea que encima de tonto prepotente.
Si estás interesado en la arquitectura y en las fotografías de tipo geométrico puedes echarle un vistazo al álbum de Jinhuá pues la mayoría son del “Jinhua Architecture Park”.
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