Seguimos paseando por este precioso pueblo del agua. Y sigue pareciéndonos una maravilla. Pero no solo las callecitas, los canales y las casas que los flanquean, también algunos jardines.
Mientras la gente pasea o están sentados en un velador me percato de como una agraciada joven toma un té con elegancia (ya sabes con el torso erguido y con los dedos de la mano izquierda juntos, nada de dejar el meñique flotando en el aire) mientras que su pareja duerme encima de la mesa. Si fuese Yuelao le diría: “deja ahora mismo a este modorro que prefiere dormir en lugar de no dejar de mirarte y contemplar tu refinado estilo”.
Información filológica.
Velador. En su quinta acepción del DRAE:
«Mesita de un solo pie, redonda por lo común». Exactamente como esta.
Modorro. En su octava acepción según el DRAE:
«Veter. Aturdimiento patológico del ganado lanar, producido por los cisticercos de los cenuros que se alojan en el cerebro y que pueden alcanzar gran tamaño». Exactamente como el cabezón del novio.
Y el personal no puede dejar de hacerse autorretratos. ¿Es que no se conocen? Quizás yo critico demasiado este acto porque lo confundo con un narcisismo exagerado y sea que siguen el concepto griego de “conócete a ti mismo”. Y así cuando llegan a su hogar, en la tranquilidad del crepúsculo no cesen de verse en todas las poses y en lugar de enamorarse como Narciso (confío en que no pasen a mayores en este aspecto) estén inmersos, o inmersas que son mayoría las chicas, en el “nosce te ipsum”. (Lo lamento pero no estudié griego en el bachiller, solo latín).
Encontramos el templo del amor, “Yuelao Miao», o mejor, según su letrero, del dios del amor, del que la guía dice que los solteros y las parejas vienen aquí para ganarse el favor de ese dios encendiendo barritas de incienso y atando cuerdas rojas con amuletos.
Hay dos árboles cargados de esos amuletos y con un letrero cada uno.
El árbol de la familia.
El letrero está escrito con muy poca imaginación pues solo narra la historia de una pareja que se conoció durante la dinastía Qing (1644-1912) o sea que nada mitológico, que a partir del siglo XVII ya no se podían contar según que cosas, ni siquiera en China. Total que él dio dinero para construir este templo, luego se casó con su novia y tuvieron muchos hijos. Unos años más tarde crecieron tres árboles al lado del templo con la característica que procedían de la misma raíz. Los de allí se sorprendieron y le llamaron ”el árbol de la familia”.
¿Conoces una leyenda más sosa? Confío en que en la escritura en chino tenga más misterio.
Acaba con que “si se reza con sinceridad pidiendo amor y matrimonio las deseos se cumplirán”. Pues aquel árbol ya no puede tener más peticiones.
El árbol de la pareja.
El letrero dice que hay muchos templos populares en China dedicados a Yuelao, el dios del amor, que tiene la imagen de un hombre viejo. Y el de este lugar yo diría que bastante estrambótico, sobre todo por lo que porta en sus manos que no he logrado descifrar qué es.
Sigue diciendo que si él (¿tendría que haber escrito “Él”?) une a un hombre y a una mujer con una cuerda roja se enamorarán y se casarán. Eso ya lo veo más tipo misterioso: ¿cómo Yuelao ata la cuerda a los dos? Confío que en la trascripción china esté más claro ese mecanismo.
Añade que para rogar por un amor romántico (¿es que hay otro en la pareja?) y un matrimonio feliz los fieles deben inclinarse ante Yuelao.
Y si dos enamorados juran su amor debajo de este árbol será eterno y vivirán y morirán juntos.
Y lo que hay dentro del templo son jóvenes jugando a ese juego de sacar palitos de un cilindro tras agitarlos y parece que no se lo toman muy en serio, pero no veo a ninguno que se ate la cuerda con nadie.
Camino de la salida encontramos una antigua (aquí todo es antiguo) fábrica de salsa de soja, aunque por la información del letrero parece como si estuviese funcionando todavía y lo que a mí me parece de atrezo quizás sea de verdad. Un detalle que confirma esto último: dice el letrero que la soja seleccionada es “non-GMO”. Así también me entero que la producción de salsa de soja se realiza durante el periodo más cálido del año, de mitad de julio a mitad de agosto, que luego necesita seis meses para exponer la soja fermentada a la luz del sol y que deben cubrirse las tinajas con redes de seda para evitar los insectos y taparlas con un sombrero de bambú para evitar que se mojen con la lluvia. Vaya, que es un sinvivir eso de la salsa de soja que tú te tomas tranquilamente cuando sazonas con la Kikkoman.
NB
El letrero dice que lo de las redes de seda (un poco exagerado que deban ser de este material) es para evitar que caigan dentro de las tinajas los insectos y los “flyers”. Yo lo traduzco todo como insectos pero te aviso que “flyer” quiere decir “folleto”, que no es el caso, o piloto o pasajero de un avión y eso ya me tiene más preocupado. Si hubiese habido una oficina de información sojística habría entrado a preguntarlo. Quizás en chino está más claro pero lo del idioma…También podría ser que quisieran decir “insectos y moscas”, sin pensar que las moscas son insectos, a no ser que el Linneo nacional las coloque en otra clasificación.
¡Cuántos interrogantes!
En un patio localizo a un señor con una cámara fotográfica digital de medio formato y un gran fotómetro. ¡Un fotómetro! Como dirían que dicen que dijo “el Gallo”: “¡Es que hay chinos pa’tó!”.
Debe hacer más de 50 años que no veo a nadie con un aparato así por la calle. Si hubiésemos tenido más tiempo me habría gustado seguirle y ver que tipo de fotografías hacía, pero es que vista la multitud que hay tememos que tengamos problemas para regresar a Hangzhou. Así que cuando llevamos media zona oeste visitada decidimos regresar a coger el autobús.
En la cola del autobús de la zona turística a la estación tres chicos jóvenes se colocan delante. Les digo que “nasty de plasty”. (El no saber chino te permite estas licencias lingüísticas). Lo curioso es que somos los segundos y el joven que tenemos delante, que es el primero, no les ha dicho nada. El otro día en el metro a uno que intentaba colarse le dije lo mismo y el de delante de mí levantó su dedo en señal de “muy bien”, pero el cagón lo le dijo nada. Puede que aquí sea de mala educación dirigirse a los maleducados.
Cuando vamos a coger el autobús de vuelta a Hangzhou de nuevo control de equipajes y de identificación de pasajeros. Y por primera vez sube una señorita a contarnos y dice a los pasajeros que se abrochen los cinturones.
El autobús sale muy puntual y de nuevo el chófer (no sé si será el mismo de esta mañana) va aventado.
Y hoy es el primer día que llegamos temprano a la estación y decidimos cenar allí e ir al hotel sin pasar por el centro. Será la primera noche. Y de nuevo vamos bajando; hoy solo 11.502 pasos.
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