16. China 2019. 10 de abril, martes. Noveno día de viaje. De Shanghái a Hangzhou. Segunda parte.

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¡Qué felicidad estar por fin en el hotel! Y más pensando que hace 10 minutos creía que nunca saldríamos de la estación. Y encima el establecimiento tiene una pinta magnífica. Así que doy por supuesto que en esta estupenda recepción alguno hablará inglés. Hay tres jóvenes empleados y dos de ellos casi empujan a uno para que nos atienda. Conoce unas 17 ó 18 palabras en inglés, pero sobre todo sabe usar un diccionario vocal y él le habla en chino y me aparece la traducción en la pantallita en inglés.

La habitación es fantástica, estamos en el piso 12 con unas vistas impresionantes sobre el entramado de las vías de la estación y con detalles preciosos como un juego de té de los que te tienes que refrenar para no meterlo en la maleta cuando te vas.

En esta ciudad la estrella turística es el “West Lake”, un lago del que la guía dice que es una maravilla y descubro que hay una estación de metro cerca de él

Como en Shanghái y Hong Kong nos fue tan fácil utilizar el transporte público gracias a sus tarjetas de transporte pregunté esta mañana en el quiosco de turismo de la estación si había algo semejante aquí. Pues no, no la hay.

Llegamos al metro, que está en el mismo edificio de la estación de ferrocarril (es una especie de intercambiador)  y allí hay una señorita de información a la que parece que le jode que le pregunten algo, pues a la gente que se acerca ni les levanta la mirada. Me confirma que no hay tarjeta de transporte, pero sí tiene un mapa de metro y ¡en inglés!, aunque el tamaño de la letra me impide leer el nombre de las estaciones, sí me da una idea de por dónde vamos.

Nos enfrentamos a una máquina expendedora de billetes y como tiene la opción de inglés consigo los dos billetes. Vuelvo a pensar que todo será fácil. Luego en el vagón que nos lleva al lago me doy cuenta que debe ser una línea muy moderna y que por eso las máquinas son tan listas y la pantalla del vagón la información que proporciona es la mejor que he visto en mi vida.

Llegamos a nuestra parada y ya estamos en el lago y es realmente una maravilla. El día está encapotado y con neblina, pero eso le da un tono especial.

Me sorprende que a pesar de ser un día por la tarde y entre semana haya tanta gente. Por la cantidad de fotografías que se hacen deduzco que la mayoría son turistas chinos, aunque también he visto a una docena de occidentales, pero no grupos de estos. Creo que es porque lo típico es visitar Pekín, Xian y Shanghái y aquí no llegan.

Cerca del lago un puesto con un producto especial para nosotros: un pastel relleno de pasta a base de durian. Marisa lo huele a lo lejos y allí vamos.

Exquisito, pero solo para una vez. Y por supuesto para comer con palillos lo que no lo hace más fácil.

Pasamos por un puesto donde sirven té y que tiene mucho éxito. Hay unas 30 ó 40 clases diferentes y afortunadamente tienen un menú con sus características. Elijo un té verde con miel y grande. El joven me marca un sitio donde hay que elegir entre 6 ó 7 temperaturas diferentes desde muy frío a caliente. Le digo que caliente. Me dice que no. Insito. Al cuarto intento aparece una empleada con un teléfono: “No hot”. Pues lo tomaré frío. Que elija el frío.

Listo. Pues no. Hay que elegir la cantidad de azúcar en una tabla con 8 opciones. Elijo sin azúcar. Que tampoco. Así que voy subiendo y recibiendo negativas hasta que me dicen que sí.

Cuando me lo sirven me dan té con jazmín y en vaso pequeño.

Menos mal que era té y no albóndigas porque me veo comiendo criadillas de pollo con salmorejo de ciruelas claudias.

¡No hay nada como no saber chino en China!

Y en un sitio tan bonito y con tantas flores el personal no puede resistirse a hacerse fotografías.

O a hacerlas del precioso lago.

En el paseo por el lago decidimos llegar hasta la isla de Gushan, a la que se accede por  una calzada elevada.

En la isla un pequeño grupo de excéntricos disfrazados de antiguos chinos. O eso imagino.

El contrapunto: una caperucita roja fotógrafa.

O un precioso pato.

Al atardecer hay un espectáculo de luz en el lago, pero llegamos tarde aunque los reflejos de los establecimientos que lo rodean nos compensan.

Ha sido un paseo precioso que hemos acabado en lo que creo que debe ser el centro de la ciudad.

Regresamos en el metro y desastre final en el hotel con el ordenador como relato al comenzar de la crónica del día.

Hoy casi llegamos a los pasos de ayer: 24.613.

 

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