Un querido amigo me pide que firme en change.org una iniciativa cuyos primeros firmantes son un grupo de «catedráticos y funcionarios públicos» valencianos que pide «Aplausos para el Dr. Fernando Simón«. En su condición de tales, y ya empieza a no gustarme su recomendación porque parece una pizca corporativista, quieren «dejar constancia de la extrema dificultad de la misión que cada mañana completa Fernando Simón con sus explicaciones. Pero nuestra admiración está especialmente motivada por su contrastada vocación de servicio, y por su extrema eficacia social.»
Como abajofirmante pasivo que he sido durante mucho tiempo he estado a punto de firmar de inmediato, pero después de pensar un momento me he dicho: No estás de acuerdo ¿porqué vas a firmar? es más leal decir razonadamente porqué no firmas.
Discrepo bastante:
a) De la dificultad de la misión. Creo que cualquier buen «actor» con un guión escrito por el mismo Dr. Simón lo hubiese hecho de manera convincente. Él podría haber intervenido en preguntas estrictamente técnicas que eran las menos.
b) No dudo de su vocación de servicio porque su posición es un marrón que le ha caído y no es justo que quien no tiene poder sea responsable. Me molesta bastante que la expresión «vocación de servicio» se reserve para el funcionariado. He visto mucha vocación de servicio en las empleadas de Viena Capellanes.
c) De su extrema eficacia social dudo mucho, ha tenido errores, ha sido tozudo en el error y no me ha parecido didáctico.
La petición de change.org comienza con el consabido principio de autoridad. El Dr. Simón tiene excelente curriculo, dilatada experiencia, director de centros de prestigio, insuperable nivel de compromiso que demuestra a diario. Dicen que esos valores no le libran de que la derecha política y mediática lo conviertan en una «bestia negra«.y «en la práctica, acusándolo de ser el principal responsable de la tremenda crisis sanitaria provocada en España por el Coronavirus.» Dicen «los terribles calificativos con los que especialmente en determinados medios de comunicación y también a través de las redes sociales se ha aludido a Fernando Simón. Podríamos condensarlos diciendo que intoxicadores profesionales y aficionados han querido construir la imagen de un «supuesto experto que se ríe de los muertos y que está al servicio del social-comunismo».»
No debemos leer los mismos libelos o es que en Valencia de donde proceden los primeros firmantes se leen cosas más raras o ponen vendas para poder hurgar en la herida. Desde enero he leído una amplia coleccion de prensa española e internacional y no he leído nada parecido. Solamente otro aragonés como él le dispara con polvora gruesa y claramente es por elevación contra quienes, en buena medida, lo utilizan de pantalla. El resto de los medios que he leído le trata con respeto aunque hay muchos columnistas que no le expresan afecto alguno. Deben referirse a medios marginales o con poco «share». Otra cosa son las redes sociales o los foros de prensa donde pueden leerse cosas más gruesas y gravísimos insultos de los intoxicadores profesionales de los 360º. Quien basa sus criterios en las «llamadas redes sociales» (como change.org por cierto) o en los foros de prensa debe saber que solo los más «concienciados» o «activistas» escriben en ellos y por tanto suelen estar en los extremos y no ser representativos en modo alguno, como tampoco me lo parecen los que desde las cercanías de miembros del Gobierno afirman que de ésta hay que salir sin corona ni virus y a quienes el ministro Grande-Marlaska, que no ha aplicado la severidad sancionadora al Consejo de Ministros, debiera apartar de las vías públicas con más interés que a quienes pasean por caminos rurales solitarios en pedanías de 100 habitantes, caso que conozco de primera mano.
Muchas de las discrepancias expresadas con el trabajo del Dr. Simón tienen que ver con el hecho (poco frecuente en otros países de nuestro entorno) de que tanto él como el Dr. Antoni Trilla, que forma parte también del Comité Asesor, fueron negacionistas del efecto de la pandemia hasta la segunda semana de marzo. Hay numerosas intervenciones suyas, pero con este resumen de sus opiniones en febrero basta.
Fernando Simón (y Antoni Trilla) fueron negacionistas del peligro del SARS-COV-2 hasta la primera semana de marzo. Simón desestimó desde el inicio la importancia de las mascarillas como protección, quizá porque no había, lo que indica la falta de previsión y la tardanza en comenzar. Insistió mucho en la importancia de lavarse las manos, que es sensato, pero no dijo «en caso de salir de casa y tocar superficies» lo que provocó que personas confinadas rigurosamente y sin contacto con el exterior se lavasen las manos compulsivamente sin haberse movido de su silla en horas. Eso también contribuyó de forma implícita a pensar que el virus volaba aunque se insistía machaconamente en que caía al suelo a metro y medio de la boca. No ahora cuando los autodenominados «deportistas» y ciclistas echan el bofe a seis o diez metros y tampoco cuando se habla estentóreamente. Permitieron que dos destacados miembros del Gobierno rompiesen la cuarentena con sus cónyuges infectadas. El propio Dr. Simón se infectó y en alguno de sus vídeos se le ve tocándose la cara con las manos. El 22 de marzo el Gobierno eslovaco tomó posesión con todos sus integrantes con mascarilla, aquí no hemos visto nada similar; no son de extrañar las bajísimas cifras de Eslovaquia con un Gobierno con esa concienciación. En resumen, no ha hecho una pedagogía adecuada y a pesar de su tranquilidad y bonhomía no ha aminorado el miedo, y ha dejado flotando la idea de que eso de la cuarentena es para la «gente». Formando parte del «mando único» no valoró la gravedad de lo que podría ocurrir con los ancianos internados en residencias y afirman que la responsabilidad es de las CC.AA. Dicen los firmantes que es un hombre sencillo y afable y estoy de acuerdo con ellos, así aparenta y sería una buena pareja de mus, pero no comparece en esa función.
Como miembro del Comité técnico asesor de Presidencia está claro que ha tenido que ver con el aspecto sanitario de la crisis, pero en las comparecencias siempre afirman e insisten en que todas las decisiones se han tomado con criterios científicos. Supongo por eso que abrir los estancos y las tiendas de repuestos de cartuchos para impresoras tenía más interés científico que las mercerías, los almacenes de bricolaje y los viveros de plantas tan propios de las jornadas de reclusion y que han abierto en otros países, o que las administraciones de lotería que al menos hubiesen proporcionado unos magros ingresos al Estado tan necesitado de ellos, o que el Ministerio de Fomento hubiese volcado todo su presupuesto en arreglar lo que pudiese de las maltratadas carreteras españolas durante el estado de alarma sin esperar a las fechas de verano habituales y molestísimas y aliviando un poco el paro que va a ser tan corrosivo como el sulfúrico.
Curiosamente, de todo lo que he oído quien más responsabiliza a los expertos sanitarios y por tanto a la cabeza de entre ellos es sibilinamente (¡faltaría más!) una de las ministras. Repite varias veces «hicimos siempre lo que los expertos dijeron». Cabeza de turco asegurada. Seguro que los expertos no sabían que tendrían que cambiar de opinión exactamente el día siguiente.
La persona que más temprana y razonadamente ha pedido su dimisión no ha sido un furibundo intoxicador profesional (como los «no partidarios» a ultranza de las mascarillas preocupadísimos ahora porque «la Ayuso» reparta mascarillas inadecuadas) sino Oriol Mitjà, un investigador (infectólogo, nunca se me habría ocurrido que las pequeñas cosas no vivas diesen lugar a tal cantidad de especialidades científicas) que arremetió contra el tratamiento de la crisis sanitaria por el Gobierno y pidió la dimisión del Comité asesor y, en concreto de Fernando Simón.
Los medios defensores del Gobierno (por ejemplo El País) desdeñaron su crítica y utilizaron para menospreciarlo un rasgo que no suelen utilizar: «es indepe» o sea como Torra al que tanto queremos. Bueno pues leyendo los artículos y razones de Oriol Mitjà no aparecen argumentos independentistas sino los propios de un investigador «joven y ambicioso» que en mi opinión dice algo así como «vosotros habéis fallado y yo he acertado en las previsiones de la pandemia, dejad paso que yo lo voy a hacer mejor». Porque en sus artículos en El País de 13 de febrero defiende suspender el Mobile contra la opinión casi unánime de todos los Gobiernos y consciente del perjuicio que causa a Barcelona y el 16 de marzo ratifica que en su cuenta de twitter pidio las dimisiones del Comité de Gestión Técnica del Coronavirus y de Fernando Simón. Tengo tanta simpatía por los políticos independentistas catalanes como las princesas por los sapos, pero es una de las pocas veces que he visto en El País desdeñar la opinión razonada de un científico por ser «indepe». Mitjà como muy bien dicen los firmantes de Simón «con sus aciertos y sus errores» que los ha tenido, tuvo aciertos relevantes antes de los acontecimientos (que es cuando tiene mérito tener aciertos) y si como afirma Tomás Pueyo en su artículo en seis días se duplica el número de infectados, quizá algo más de acierto hubiese contribuído a salvar miles de vidas.
Por lo dicho, sin tacharle de bestia negra y aceptando jugar al mus con él o que me enseñe a escalar en su rockódromo favorito, no voy a aplaudir al Dr. Fernando Simón.
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