7. China 2019. 5 de abril, viernes. Cuarto día de viaje. Hong Kong, día 3. Segunda parte.

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Seguimos en Wetland Park.

Hormigas voraces comiéndose una apetitosa larva.

La única vez que estuve en la selva y sabana africana, la de verdad, y con animales de verdad, el único ataque que tuvimos fue el de una columna de hormigas, pues tuvimos que atravesar un río de ellas, tipo “Cuando ruge la marabunta”. ¿Recuerdas a Charlton Heston interpretando a un rudo terrateniente y a la dulce  Eleanor Parker como su sufrida esposa?

Me picaron bastante y creo que más de un día, claro que en ese viaje no nos duchábamos. Pues hoy me ha picado muy fuerte una jodida hormiga cuando me he sentado un momento en un banco.  He tenido la suerte que lo ha hecho en la ingle antes de entrar en zona sagrada. Creía que la había matado, pero no quería correr el riesgo de que fuese correteando por esa zona,  así que he ido al primer servicio que he encontrado: allí estaba, había muerto, pero se había quedado picando, o mejor mordiendo.

No podemos dejar de comparar el bullicio de hoy  con el silencio de Japón. Y eso que hay letreros donde dice que “los pájaros tienen oídos, por favor, no hagas ruido”.

Marisa fotografía   a placer una preciosa mariposa, pero luego descubrimos en un cartel que no es tal sino la “Rhyothemis variegata arria”, “flutterer”, que “vuela como una mariposa”. Y todavía más extraño: es una libélula.

Pero investigo más sobre las que yo creía que eran “libélulas”  y según un letrero descubro que en inglés las llaman “flangetail”, sin traducción al castellano como tal nombre, pero sí que están emparentadas con las libélulas.  Vaya, aquí tendría que ponerme en plan Linneo y lo voy a dejar. Así que todas libélulas.

También vemos un fruto que es “como una piña tropical”, pero que es el fruto de un “screw-pine”. Ni idea de tal especie.

Resulta que en español se llama “pandano” y efectivamente pertenece a la familia de las…¡pues claro, de las pandanáceas! Ni idea.

En una zona embarrada un montón de “mudskipper”, “saltarín del fango”, nada fotogénicos cubiertos de barro, pero a su lado unos coloridos cangrejos.

Está visto que hoy nos tendremos que conformar con los invertebrados.

Entramos en un puesto de observación de pájaros, pero desde allí no se ve nada. Además del bullicio reinante ahora es marea baja y el agua está lejos.

En una caseta sí había una señora mayor sentada con un pequeño y robusto trípode y un artilugio para poder mover la cámara con facilidad. Va tan preparada que hasta tiene un pequeño ventilador al lado de la cámara. Intenté preguntarle que pretendía fotografiar, pero no me hizo ni caso y mira que a los que fotografían pájaros les gusta que les pregunten por su afición.

En el último en que entramos sí había un par de fotógrafos con grandes teleobjetivos y allí si había alguna ave cercana y le pude preguntar  a uno de ellos por el nombre de los ejemplares que se veían y fue  tan amable que me los señaló en unas tablas explicativas de cada  especie.

Porque tú fotografías un ave preciosa y luego si no sabes si se trata del “zorzorrín murciano” o del “embuscat catalán”, no has hecho nada.

Así nos tuvimos que limitar a unas cigüeñuelas, una garza china y a unos archibebes claros, Tringa nebularia, según el letrero informativo.

Y un descubrimiento casi al final del recorrido: el emblema de Hong Kong es el “árbol de la orquídea de Hong Kong” y lo es desde 1965. Se llama “Bauhinia blakeana”, en honor de Sir Henry Blake, gobernador que lo fue de esta ciudad.

Curiosamente es un árbol, pero dado  que es un híbrido sus semillas no germinan, por lo que el único medio de reproducción es por injerto.

En resumen, que si vienes aquí lo hagas pensando en que vas a darte un paseo estupendo en un entorno muy bonito, pero nada de que vas a ver “vida salvaje”.

Regresamos con el metro y allí un curioso anuncio: “Sepelio Verde”. Para que esparzan tus cenizas en el “Jardín del Recuerdo”.  Y acaba con un esperanzador eslogan: “Vuelta a la naturaleza”.

No sé lo que cobrarán pero tienes una aplicación en internet para informarte. Te dejo la dirección del sitio. Como dice “gov” debe ser algo oficial. También me ha parecido ver otro anuncio para echarlos al mar, pero no estoy seguro.

Es cojonudo que para solucionar el problema de las cenizas, las tuyas,  tengas que tener una “ap” como dicen  los jóvenes.

Insisto: dicen “ap”, porque ¿has oído a alguien que diga “app”, así con dos pes?

Hoy he aprendido una nueva palabra en inglés en un letrero del parque y que ha resultado ser un “faux ami”: “Danger! No trampling”, creía que te avisaba de que había trampas, aunque me sobraba el “no” que lo precedía.

Error: “Tramp” es ”pisotear”. Lo que no entiendo  porque había peligro en ello. Quizás es que sí había cepos.

NB.

Ahora caigo que cuando estuvimos en Nueva Zelanda descubrí que allí utilizaban el verbo “tramp”, como sinónimo de senderismo.

Para acabar el día vamos a “Victoria Harbour” y aquello está a reventar.  El año pasado la “Avenue of Stars” estaba cerrado en casi todo su recorrido, pero ya han debido acabar las obras y ha quedado un bonito paseo.

Por la bahía van (decir “navegar” me parece excesivo)  tres falsos juncos, dos con velas rojas y otro azules. La gran mayoría  de pasajeros son occidentales.

Esperamos para ver el espectáculo de luz y sonido y sigue pareciéndome una maravilla. Además tiene la duración justa: 10 minutos. Y hoy  con una cantidad de gente que no te lo creerías.

En el metro en que regresamos tengo sentado a mi lado a una señora en los 60 que no para de hablar por teléfono. Se pone la mano delante como para tener intimidad en la conversación  y aún resuena  más.  La miro con mala cara y Marisa, que está  sentada enfrente de mí,  me echa la bronca. Y es  que es un continuo “cuac, cuac, cuac”. Como un pato. Y no es una cuestión de xenofobia, que me daría lo mismo aunque fuese de Calatayud. Al final le digo que baje la voz que tengo la cabeza como un bombo. Lo primero por señas, que lo ha debido entender, y lo segundo por señas y en castellano y se ha levantado cabreada y se ha ido con el “cuac, cuac”, a otro lado.

Cuando subimos las últimas y empinadas escaleras  del metro (no mecánicas) hay un letrero que ya descubrí el año pasado y que de nuevo me hace sonreír y decir  “la madre que te parió”, por el redactor de la frase: “Do not rush”. Porque llegas con la lengua fuera y encima te dicen que “no corras” con el añadido de “apresuradamente”. Solo le faltaba añadir «que es peor».

Cena callejera de las que me encantan en los puestos de fritos.

PD

El personal no puede pasear y contemplar la maravilla de “Victoria Harbour” sin hacerse una fotografía.  Y hoy abundan las “monjitas indonesias”.

Y el sitio también es aprovechado por los novios. Me percato que aquí a diferencia de la noche de Shanghái del año pasado los vemos con luz del día y sus asesores  de imagen les han recomendado el blanco para las novias.

Quizás haya algún sitio especial para las fotografías nocturnas y vistan de rojo como en Shanghái.

 

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