3. China 2019. 2 de abril, martes. Primer día de viaje. De Madrid a Hong Kong.

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La hora de salida es ideal: te permite llegar a la T4 sin necesidad de madrugar y con unas carreteras que no están sobrecargadas. De todas maneras nuestro hijo, que como es habitual nos lleva de nuevo, conoce muy bien esa zona aeroportuaria de manera que siempre llegamos bien.

La cola de facturación es larguísima, aunque afortunadamente estos clientes  chinos no han utilizado la posibilidad de “facturar en línea”, cosa que nosotros sí hemos hecho y  la cola de los “internautas” está vacía, así que en 5 minutos ya tenemos nuestra tarjeta de embarque.

NB

Esta fotografía no es de la cola de embarque, ni tampoco de China, que es del centro de Madrid.

La terminal T4, como siempre, grande, espaciosa y con las colas de control de equipajes y pasajeros muy rápidas.

La aeronave un Airbus con asientos 3+3+3. Estos días ha habido problemas con un Boeing y se agradece que no sean de esa compañía.

En este vuelo vamos estar separados Marisa y yo, y creo que es la primera vez, o por lo menos en un vuelo tan largo, pero ha sido algo buscado. Hemos seleccionado  en la “facturación en línea”, un asiento ventanilla y otro pasillo. Esto nos permitirá ver el territorio a uno de nosotros, vaya a Marisa, durante el día y tener acceso fácil por la noche a los servicios al otro, vaya a Marisa.

Además había pensado, con una gran dosis de ingenuidad, que si el avión no se llenaba sería más fácil que el asiento entre los dos estuviese libre, pero estos chinos viajan mucho y en este hemos tenido entre los dos a una  agradable jovencita taiwanesa. Y eso me ha hecho recordar que tenemos que visitar esa isla.

Antes de despegar nos reparten una hoja con el menú (en este caso en inglés y chino) y compruebo que habrá comida (espero que en breve) y desayuno pero no cena. Y es que volamos hacia el este por lo que pronto se hará de noche y estaremos todos durmiendo.  Pero tampoco se pasará hambre, pues el menú dice que habrá cosas para picar a lo largo del vuelo. De todas maneras, ya lo he escrito en otras ocasiones, y en contra de lo que suelen opinar otros pasajeros en los aviones, yo como cojonudamente  y eso que vuelo siempre en clase turista (que lo de “económica” suena fatal) , excepto una vez que lo hice en la antigua “primera”, pero eso daría para otra crónica.  Claro que en esta ocasión tuve la tentación de “mejorar de clase” por una comunicación de la compañía aérea que lo ofertaba como una “Puja de mejora: una oportunidad para disfrutar de una clase de cabina superior. Esta es su oportunidad. Consiga mejoras para acelerar los trámites aeroportuarios y viajar cómoda y plácidamente”. Pero desistí porque me costaba más de la mitad de lo que había pagado por el vuelo, aunque seguramente era mucho menos de lo que costaba al principio ese billete, pues según esa información se trataba de una “subasta”.

La compañía, la misma del año pasado, Cathay Pacific, pues además de que nos fue muy bien creo que es la única que tiene un vuelo directo desde Madrid a Hong Kong. Y encima compruebo en el mapa que muestra la pantallita de mi asiento que pasaremos por encima de Calamocha.

En este vuelo recorreremos 11.395 km durante 12 horas y media  y sobrevolaremos no solo esa famosa ciudad de la provincia de Teruel, sino también  Córcega  y Marisa puede hacer una bonita foto, aunque ya sabes que desde el avión, a no ser que vayas en un avión espía, las fotos suelen ser regulares.

Comida. Cuando estamos juntos Marisa y yo nos intercambiamos los  “me gusta, no me gusta”, o sea que siempre me como lo que no le gusta a ella, pero hoy tenemos a la joven taiwanesa en medio y es más difícil el intercambio.  Vaya, si hubiese tenido más confianza incluso le habría pedido el jamón “serrano” (según la traducción al inglés) que acompañaba al cuscús y que la joven no ha probado. Pero no le he dicho nada. Si lo hago Marisa me mata. (Para los robots chinos que me leen: ese “me mata” es una figura retórica, llamada “exageración” y también “hipérbole”).

Atravesamos Italia y la visibilidad es nula, pero en el mapa veo en el horizonte ciudades de la que fue Yugoslavia y que me suenan mucho, aunque no estoy seguro de haberlas visitado todas: Novi Sad, Pristina, Belgrado, Skopje y a lo lejos mi querida Estambul, que una vez dominó todas estas tierra balcánicas. Vaya, más de una vez, porque siempre pensamos en el imperio otomano, pero antes estuvo Bizancio.

No me atrevo a decir que la comida fue estupenda, sobre todo para no herir los sentimientos de los amigos que son enemigos de las bandejas de los aviones, pero no ha estado mal y además sin el consabido intercambio de viandas entre Marisa y yo por no molestar a la joven taiwanesa, aunque tengo que decir que durante todo el viaje ha estado de lo más sonriente.

También las jovencísimas azafatas (esta vez sin chicos) que se movían raudas y veloces. Todas chinas o similares, pues a una de ellas que por el uniforme  parecía la jefa, le he preguntado si era cristiana, por su nombre, “Esther”, y me ha dicho que sí y que era de Malasia.

Y un pequeño desastre: se me ha caído medio vaso de té por encima de los pantalones, exactamente en la zona genital. Espero que no me deje mancha.

La noche no ha sido muy redonda quizás debido al té que tomé antes de dormir y también a la hora de hacerlo. Porque este vuelo tiene una hora de salida muy conveniente como dije antes  y también de llegada, a las 7 de la mañana, lo que te permite tener todo el día libre para hacer turismo, pero sino duermes durante el viaje estás jodido, pues llegas a Hong Kong sin haber descansado lo suficiente.  Y debes intentar hacerlo después de comer cuando en España son las 3 de la tarde pero que en tu destino son las 9 de la noche.  Además tenía el temor de que pudiese tocar cariñosamente en el duermevela a la joven de al lado pensando que era Marisa.

Y así entre sueños y despertares se pasa la noche.

Para los hambrientos y los insomnes hay cositas para comer a lo largo de la noche, pero compruebo que a este pasaje lo que más le gusta son los fideos: veo a casi todo el personal entre mi asiento y el final, donde está la “cocina”, con un vaso con sopa y fideos. Como está todo apagado, excepto la luz mortecina que dejan de luz ambiente, parecen un grupo de recién resucitados que han vuelto a la vida con mucha hambre. De verdad que era un poco terrorífico.

En uno de los despertares veo el mapa y estamos por  el desierto de Taklamakán. Tenemos que ir. No sé cómo convenceré a Marisa, pero hay que ir. Y a lo lejos Ürümqi, también tenemos que ir.

A las 5 encienden la luz para que nos vayamos preparando para el desayuno.

Amanece por encima de un mar de nubes y con la luna en cuarto menguante como en un paisaje oriental: ¡precioso!

Ya estamos en el Mar de la China Meridional y se ven pequeñas islas  antes de llegar a Hong Kong, aunque su aeropuerto también está en una isla, la de Chek Lap Kok.

Nada más tomar tierra el pasaje aplaude y se quitan rápidamente los cinturones:  clic, clic, clic,…,más de 250 clics.

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