Llegamos a “People Square” y vamos directamente al Parque del Pueblo, “People’s Park”. Aquí parece que todo sea del “pueblo”, como un discurso de I. U., ahora Podemos.
Y vamos allí porque además de que la guía dice que es un refugio verde y escape de las calles cargadas de los humeantes contaminantes de Shanghái, tiene la particularidad de que hay todos los domingos al mediodía una especie de “mercado de novias y novios”.
Nada más entrar en el parque encontramos un dispensador de agua hirviendo. Porque aquí todo el personal lleva un termo con té e imagino que cuando se les acaba acuden a este tipo de surtidores. Debe haberlos en otros sitios, pero es la primera vez que los veo.
Y después ya nos encontramos con el mercado matrimonial.
En los estrechos caminos del parque se sitúan a ambos lados los padres y madres, generalmente estas últimas, sentadas con un pequeño paraguas abierto delante de ellas donde han colocado el currículo del pretendiente o pretendido, no sé.
Solo he logrado entender el año del nacimiento y la estatura, todo lo demás obviamente estaba en chino; intentaré enterarme si las ofertas eran de varones o de chicas.
La gente se paseaba por allí y de vez en cuando alguien se interesaba por alguno de aquellos mastuerzos y charlaba con la madre. Algunos, muy pocos, tenían fotografías.
Y he pensado en lo desesperados que deben estar algunos padres de tener a sus hijos y que no se vayan de casa para estar allí todos los domingos. Claro que a lo mejor prefieren estar en el parque que en casa viendo como el retoño no se levanta para comer porque es domingo y ayer sábado noche se pasó de la raya.
Es de esas situaciones que ves que son muy interesantes, pero de lo que te falta toda la información para comprenderlos a fondo.
En aquel paseo nos ha interpelado una simpática pareja venezolana-canaria: “¿Saben qué es todo esto?”. Porque claro, yo ya lo había leído en la guía, pero sino tú paseas por el parque y te encuentras a un montón de personas entre 40 y 60 años cada uno con un paraguas abierto en el suelo y con una hoja plastificada A4 y realmente debe ser difícil entender qué es aquello.
Y como casi es la hora de comer lo hacemos en el único restaurante que está dentro del parque y que la guía recomienda: “Barbarossa”. La verdad es que lo sitúa en “Drinking & Nightlife”, pero ha sido un lugar muy interesante y además situado al lado de un pequeño estanque que lo hace más encantador.
Lo único que no me ha gustado es que no tenía nada de sabor local, ni en los platos (había hasta paella), ni en los comensales pues eran, éramos, mayoría de occidentales. A nuestro lado uno grande y gordo de unos 50 años con una jovencita china muy arreglada, como una princesita.
En la orilla del estanque encontramos a un músico que toca un extraño instrumento, tipo zanfoña, pero moderno y lo hace con gran maestría. Me ha parecido que tocaba por afición pues no he visto que pidiese nada , ni que el público le diese algo.
Después de comer seguimos nuestro paseo por el parque y encontramos grupos de hombres jugando a las cartas.
Juegan a una especie de rabino y apuestan dinero, aunque me parece que no mucho. Lo sorprendente, como en Macao, es que algunos hablan mucho mientras juegan y también alguien del público comenta las jugadas.
En otro sitio encontramos jugadores de mahjong y a otros jugando a una especie de damas chinas de las que desconozco el nombre.
El último descubrimiento ha sido una especie de pequeño parque de atracciones donde en uno de los puestos lo que había eran unas palas excavadoras que manejaban los niños. Marisa ha exclamado: “¡Mira que bien, tan pequeños y ya aprenden a ser albañiles!”.
Salimos del parque y nos dirigimos al Museo de Shanghái donde estuvimos ayer, pero queremos comprar algunas cosas en su tienda. Y en el camino encontramos a una pareja feliz. ¡Qué bonito ver a gente así! Debe ser como lo de la “comunión de los santos”: te hace ser mejor.
Volvemos al hotel, pequeño descanso y nos vamos a de nuevo al Bund. Hay tanta gente que va y viene que la policía establece un sentido obligatorio para los peatones en la calle Nanjing Road, que es el principal acceso a ese paseo. Incluso para acceder a la parte superior del paseo y para cruzar los semáforos. No paro de pensar en qué pasaría en la India en una situación semejante. Aquí todo orden y concierto.
Volvemos a pasar por la grandísima tienda de Apple y cada vez me reafirmo más en que es como una secta: está a reventar.
Marisa no para de preguntarse que porqué tenemos la idea de China que tenemos (antes de venir aquí) y es que estas calles están llenas de tiendas de lujo o frente a nosotros un enorme luminoso de Tyffany & Co. Pensamos que China será como Cobo Calleja (aunque también allí hay, o había, una alta densidad de coches de lujo), lleno de restaurantes a 9€ el menú de tres platos (uno de ellos de arroz tres delicias y otro de pollo en salsa agridulce), postre y vino. Y entonces aparece delante de nosotros un impresionante y enorme Ferrari rojo.
Shanghái no es Hong Kong, pero tampoco Madrid o Barcelona, por lo menos esta zona.
Y ya en el Bund nos volvemos a encontrar con el rito de la fotografías a las novias, casi todas vestidas de rojo.
Estos días que no hemos estado quizás ellas tampoco, pues hoy había muchas y aunque el día no era tan fresco como estos pasados en cuanto acababan la sesión fotográfica se ponían rápidamente ropa de abrigo por encima.
Porque es una convención: siempre de rojo, palabra de honor y casi siempre ajustadísimo al cuerpo. Claro que la mayoría tienen unos tipines como de sardineta e intuyo que con los pechos rellenos.
¿Qué harán las tanquetas? Porque no hemos visto ni una. Quizás haya una especie de “Muro de las Lamentaciones” donde van a fotografiarse.
Las novias suelen estar bien y los novios en general feíllos. Además hoy alguno iba con un traje de cuadros horroroso.
Y hoy había cola de novias en los 3 o 4 sitios donde las colocan con preferencia los fotógrafos.
La nota diferente la ha puesto un señora de entre 40 y 50 años con un traje elegante y a que la fotografiaba su marido. Yo le hubiese recomendado que cambiase de fotógrafo. Y de marido.
En los edificios enormes y preciosos del Bund ondea en lo más alto la bandera china. Nadie se sorprende. ¿Por qué en España es un problema poner la bandera?
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