15. Hong Kong-Macao-Shanghái. 2018. 25 de marzo, domingo. Sexto día de viaje. Hong Kong, día 5. Segunda parte.

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Y la última etapa es el parque Victoria.

La primera sorpresa es que alrededor del parque había cientos de indonesias sentadas en grupos.

No te lo puede es imaginar.

Y camino de la entrada había grupos a ambos lados y algunas que vendían comida que preparaban en ollas allí mismo.

 

 

 

 

 

Lo gracioso es que justamente por la puerta por la que hemos accedido había un gran letrero en chino, en indonesio e inglés que describía las prohibiciones y multas por vender estas cosas. Y acababa con una sabia frase, aunque fuese una amenaza: “No arriesgues tu futuro”.


Victoria Park.

La guía dice de él que es el terreno más grande de acceso público con vegetación de la isla de Hong Kong. Eso de “terreno de acceso público con vegetación” imagino que es la manera rebuscada de decir “parque”.

Por si te has olvidado de mis primeras “lecciones”:  Hong Kong, lo que se entiende por «Hong Kong» es una isla, lo demás son añadidos a ese territorio, como Kowloon donde estamos alojados.

El mejor momento para su visita es entre semana por la mañana cuando el personal está haciendo taichí.

Este parque era antes un “typhoon shelter”, o sea un refugio de las embarcaciones de pesca cuando había un tifón. Estos refugios son pequeñas bahías de formación natural o bien con barreras artificiales.
Y esto de los “typhoon shelter” parece que es algo propio de esta ciudad de manera que hasta el departamento de marina tienen una web donde los describe minuciosamente. E imagino que si eres un pescador de Hong Kong los conocerás muy bien.

Hasta hay una especialidad de la cocina local: “Typhoon shelter crab”.

Pues bien este parque fue creado a partir de la recuperación del “Causeway Bay Typhoon Shelter» que formaba parte de la bahía Victoria.


Y si hubiese leído la Wikipedia antes no me habría sorprendido la “invasión indonesia” de la entrada. Dice que los domingos las “trabajadoras domésticas” se reúnen aquí en este parque, pues ese suele ser su día de asueto semanal. También que las filipinas lo hacen en el entorno de “Statue Square”, que es donde las vimos ayer.

Y entre los eventos que tienen lugar allí cita Wikipedia que está el “Hong Kong Flower Show” y eso es lo que nos hemos encontrado nada más entrar.


¡Loadas sean las doctrinas orientales que en tan buena consideración tienen a los abuelos! ¡Mitad de precio!

Y aquello ha sido una locura: por las flores, por las plantas, por su presentación y por la gente. Y, como no, muchos pañuelos de “monjitas” indonesias, pero también muchísimas filipinas. Cientos de ellas.


Y es que he estado un rato sentado mientras Marisa hacía todas las fotos posibles y he charlado con un par de ellas.
Y su vida es terrible. Vaya, lo de “terrible” lo digo yo, no ellas, porque una llevaba dos años aquí y la otra seis y ambas pensaban quedarse todo el tiempo posible.


Su vida.

Trabajan todo el día, seis días a la semana. El contrato es por dos años y al final de él tendrían vacaciones, pero si al contratista le interesa las presiona y no se van.

Una de 32 años, soltera, la otra de 39 casada y con dos hijos y una nieta de su hija de 17 años. Y hace más de dos que no regresa a su casa. La última vez que estuvo lo hizo solo por una semana, pues parece que el dueño está divorciado y la necesita para cuidar a sus hijos. ¡Vaya cabrón!

Esta joven es tan buena persona que ha visto a una chica china con su pareja que llevaba una pequeña mancha de sangre en la culera del pantalón y se ha levantado para advertírselo. La china se ha puesto el bolso tapándose, pero no he visto que le diese las gracias ni una vez como se merecía.

NB

Las fotos, obviamente, no se corresponden con las protagonistas de las historias.

Cuando vamos a salir del recinto vemos a un joven negro de más de 2 metros con el que no paraban de hacerse fotos las pequeñitas indonesias y filipinas.


Hoy, en este “show floral”, la mayor concentración de esta ciudad de máquinas réflex y grandes teleobjetivos. No llegan al nivel de Corea o Japón, pero casi.


Acabamos el día asistiendo al espectáculo de luz y sonido que hay todos los días a las 8 de la tarde entre el “continente” y la “isla” en la bahía Victoria. Una maravilla que dura 10 minutos y que hoy, quizás por ser domingo, estaba a rebosar de personal.


Y cuando regresamos en el metro, en el último tramo de la salida una escalera muy “costeruda” que hay que hacer a pie vuelvo a leer la dos frases fatídicas premio a la estupidez humana: “Don’t rush!” y “Mind your step!”.

Después de estar todo el día andando de un lado para otro me dicen que no corra subiendo aquellas empinadas escaleras.

Sobre la traducción de los eslóganes publicitarios.
Una vez tuve que traducir un eslogan de una campaña de publicidad que en inglés era muy bueno: directo, corto y sencillo. “Two to tango”. Y que además se abreviaba muy bien: “TTT”. Formaba parte de la frase conocida “it takes two to tango”, por lo que el oyente o lector anglófono lo capta enseguida. Pero, ¿Cómo lo traduzco? La única que se me ocurrió fue “Hacen falta dos para bailar un tango”. Una patochada.

¿Recuerdas lo de “Beber es preciso…”? Todos poníamos inmediatamente “agua de San Narciso”.
Me hubiese gustado ver a un colega inglés traduciéndolo a su idioma.

Por cierto, que una vez un extranjero me hizo ver la inconsistencia de ese eslogan en las carreteras cuando en su país decían todo lo contrario: que no se bebiese cuando se conducía.

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