De vuelta al hotel pasamos por una iglesia cristiana, la “Christ Church”, fundada en 1853, que no sé a qué grupo pertenece pero dada la austeridad de su interior claramente no es católica, aunque su vicario tiene apellido portugués: De Silva.
Lo curioso es que dentro de la iglesia hay un vigilante que es un policía. Pero un policía de verdad. Y es que en este país ha habido ataques a iglesias y comunidades cristianas por parte de monjes budistas. ¡Vaya con los pacíficos y el buen rollito! Sí, ya sé que en todas partes hay violentos pero es que en Sri Lanka, siendo Ceilán, un monje budista asesinó al primer ministro Bandaranaike. Y es que el budismo militante cree que Buda encargó al pueblo cingalés que la isla fuese un bastión budista en su forma más pura y de esta manera ven a los cristianos e hindúes como una amenaza para esa pureza. Pero parece que aquí se juntó ese fanatismo religioso con un tema mercantil. Siempre lo mismo.
Por otro lado será un servicio tranquilo el de esta iglesia, pero estar allí de plantón (sentado, que en la mili “de plantón” se estaba de pie) sin que pase nada en todo el día…Porque ni siquiera es de las que visitan los turistas. Y encima será un policía budista y si aparece un monje violento tendrá un problema de conciencia.
Por cierto que aquí los policías en las ciudades no llevan armas, ni siquiera porras. Ni mucho menos esposas y toda la parafernalia que llevan ahora hasta los municipales de mi pueblo, que parecen “robocop”.
Y esta iglesia también tiene un montón de lápidas conmemorativas por las paredes. ¡Qué cosas tan tiernas y a veces tan poéticas que ponían! Nada que ver con las iglesias católicas y sus cristos chorreando sangre y sus dolorosas arrasadas en lágrimas.
Mira esta de George Alexander Mackenzie con el lema “Luceo non Uro”, “Brillo pero no quemo”, que es el “motto” del clan Mackenzie. Dice: “Esta lápida ha sido erigida por su desconsolada viuda Luisa…en cariñoso recuerdo de un fiel y enamorado esposo”. O la de Georgina, “Una verdadera y fiel esposa, una madre ejemplar y sincera amiga…”, esposa del comandante Skinner e hija del teniente general Burrell quien murió en el mar Rojo y pone la latitud y la longitud. ¡Qué detalle!
O la de Catalina, “amada esposa” de T. W. Rossiter, que murió a los 28 años el 18 de mayo de 1859, y en la misma lápida Mary Ellen Ladbrooke, “su bebé”, quien murió el 8 de junio de 1860 a los 13 meses. ¡Qué desgracia! Primero se muere su mujer, seguramente de parto, pues a los 13 meses lo hace su hija. Lo curioso es que acaba con un salmo que está equivocado o que el lapidario no conocía los números romanos. Y finalmente una colectiva erigida por los oficiales del regimiento de los “Ceylon Rifles” en memoria del capitán J. C. Fielding, quien murió en el mar camino de Japón a los 35 años y 7 meses, del teniente William Cuy, quien también murió en el mar pero camino de Inglaterra a los 49 años y 8 meses, y del intendente J. Miller, quien lo hizo en Inglaterra a los 58 años y 11 meses. Lo curioso es que los tres lo hicieron en 1866 y no hay ninguna otra lápida de ese regimiento.
Total que todo muy emotivo.
Si yo fuese el policía de una iglesia me los aprendería de memoria como los personajes de Farenheit 451 o los memoriones de la antigüedad.
Para acabar con la iglesia: tiene unas bonitas vidrieras que parecen dedicadas (¿pagadas?) por Christopher Temple y su esposa Lucy en el siglo XIX. ¡Bien por los Temple!
Marisa cree que son del mismo autor que las de Galle.
Y justo al lado de esa iglesia está el edifico de la logia masónica Victoria. O por lo menos eso dice la placa de su puerta: “Victoria Masonic Temple”. La verja está cerrada pero el vigilante nos ve tan interesados que se acerca y nos dice que hoy y mañana estará cerrada pero que el lunes estará abierta. Marisa me dice que da un poco de miedo. ¡Tantos años de monjas y escolapios, Franco y su cruzada nos pasan factura!
Pequeño descanso en el hotel que se prolonga a nuestro pesar pues se acerca una enorme tormenta y decidimos esperar hasta que escampe.
Le pregunto a un joven que trabaja allí cuántas horas lo hace pues lo veo siempre que estoy: 24 horas durante seis días. Los domingos tiene fiesta y se va a su casa con su mujer. “¿Por qué no te vienes mañana conmigo a mi casa?”. Pues la invitación es muy sugerente pues me permitiría conocer cómo vive una familia normal en este país. He visto casas por dentro pero eran las “homestays” donde nos hemos alojado y no es lo mismo. Le digo que no aunque insiste. Tengo la experiencia de pasar medio día en una casa de un soldado profesional gurka nepalí del ejército indio al que conocí en un viaje en tren y a pesar de lo interesante no repetiré la experiencia.
Porque tú con un desconocido y con un nivel de inglés muy bajo (el suyo, el tuyo o el de ambos) puedes hablar en un viaje donde le explicas cosas de tu país o de tu familia y después de 10 minutos estás dos horas sin hablar pero en su casa sin saber qué decir y sin saber si lo que te sirven para comer es solo para ti o para todos…Que no.
Así acabamos la tarde visitando pequeños centros comerciales. Uno claramente es de “alta gama”. Allí por ejemplo veo chanclas normales a 750 rupias que en la calle están a 150. Y anacardos un 40% más caros que en la tienda oficial, que tampoco era la más barata.
Mañana más turismo.