
Y cuando crees que ya has pasado todo, te topas con la larguísima cola de la “emigración”.
Paso rápido ese control, después de esa larga cola, pero Marisa se queda parada unos minutos por algo de su pasaporte.
(Esta foto, como todas las de este día, no se corresponde con estos momentos, que esta es del 2005 en la entrada del templo de Krishna de Dwarka).
Esto de Marisa es curioso por lo sospechosa que suele parecer a las fuerzas del orden del mundo: casi siempre que pasamos un control de equipajes la seleccionan para un examen más exhaustivo.
Y no me creo eso de que sea aleatorio, que debe responder a un mal diseño del programa que selecciona a los sospechosos.
Hace años un compañero de trabajo me contó que el grupo que había desarrollado una aplicación de una entidad bancaria que daba algún premio “aleatorio” al utilizar sus cajeros se habían puesto su número de cuenta para así resultar seleccionados.
La verdad es que era una recompensa pequeña.
También mi padre tenía un compañero de trabajo que en las fiestas de mi pueblo trabajaba vendiendo papeletas de una tómbola y a mi padre siempre le vendía las que tenían premio.
Y ya hemos pasado las tres etapas cuando avisan que hagamos cola para embarcar. Y eso es otra cosa mal diseñada: como es tan grande el avión, te llaman una hora antes, pero no empiezan hasta 30 minutos después.
Total, que no hemos tenido tiempo ni para tomar café y eso que todavía me quedan 5000 pesos y estoy contento de lo bien que he calculado los últimos cambios: nos sobran después de 30 días, y sin pagar con tarjeta de crédito, solo unos 10 euros.
Este avión es de 3+3+3 y como haremos todo el viaje de noche (o como si lo fuese) he reservado un pasillo y un centro de la fila central. A mi lado una argentina de 60 y tantos que va en un grupo. Le pregunto unas cosas sobre el país y me contesta: “Un momento que tengo que rezar”. Y eso en el momento de despegar y a mí me ha parecido cojonudo, porque imagínate que te vas a estrellar y Dios, el que sea, pues esa mujer era judía, o sea Jehová, decide salvarla por la plegaria que ha hecho, pues eso, que Dios no va a ser tan desconsiderado de salvar a la 23F y no al 23E. Que si hubiese dicho: “un momento, que en los despegues siempre tengo que blasfemar”, le habría pedido que se cambiara de asiento, pero lo de la plegaria me ha parecido muy bien.
Claramente, esta foto no corresponde a esa creyente que es de un abuelito rezando en la gran mezquita de Erzurum en 2011.
Esta ciudad os sonará a los que hayáis leído “Nieve” de Pamuk, o, lo que sería más raro, los que hayáis leído mis crónicas desde esa ciudad donde estuve solo en 2007 y volví en 2011 con Marisa, de las que os dejo los enlaces.
¡Aquellos sí qué eran viajes!
La señora es una sesentona que lleva unos vaqueros con las rodillas rotas para parecer que tiene 14 años… Que si eres una jovencita atolondrada y tus ídolos del TikTok te dicen que lleves los pantalones nuevos como si fuesen viejos, pues tiene pase, pero si has pasado de los 15… Y si tienes sesenta y tantos…
Además, no ha parado de charlar con su amiga que estaba al otro lado del pasillo y en una ocasión le he dicho que yo quería dormir y me ha echado en cara que llevaba todo el viaje durmiendo.
Me han dado ganas de explicarle cuál es el ave invasora de Madrid, pero me he contenido.
NB
Para los no madrileños: la cotorra argentina, “Myiopsitta monachus”.
No tengo ninguna foto de esa cotorra y la única que encuentro de un ave con la boca abierta es de esta “miná carigualdo” (Mino dumontii) de un aviario de Hong Kong.
He estado a punto de leer en voz alta la “Teodicea” de Hesíodo que llevo en la tableta, pues siendo monoteísta practicante debe joder bastante ver como se lo montaban los dioses del Olimpo. Pero en lugar de eso me he vuelto a dormir.
Porque es otra cosa que no entiendo: la gente de ese grupo iba a estar dos días en Madrid antes de irse a Valencia y la mayoría han estado viendo tres películas antes de llegar a la T4, pero luego estarán en Madrid hechos unas piltrafas todo el día. Y eso que parecían viajeros experimentados.
Y es que este viaje tenía el pasaje más parlanchín de todos que recuerdo: la parte final del avión con mucha gente de pie charlando toda la noche. Y la culpa es del “personal de vuelo”, pues en otras ocasiones por megafonía instan a la gente que esté sentada.
Y también curioso ha sido el aterrizar: nada más tocar tierra han empezado a levantarse y han acabado con una salva de aplausos para el capitán, que eso no lo veía desde mis viajes hace años con las líneas jordanas.
La restauración de Iberia es tirando a floja y eso que en el vídeo de las instrucciones para el vuelo aparece el careto de un cocinero importante: ¡vaya estupidez pagar a un famoso para que te pongas el chaleco salvavidas y luego largarte esos bocadillos!
Y aquí la foto tampoco es de Iberia, que es de un restaurante de Morella.
Llegamos con casi 30 minutos de adelanto, pero como luego te tiras un buen rato hasta llegar a las cintas de las maletas, cuando llegamos ya estaban allí.
Y en Madrid da gusto: el tren, y también el metro, te llevan desde la T4 hasta el centro o hasta Atocha, que es el centro de nuestro universo viajero.
De Atocha a Fuenla y de allí, tras los abrazos paternos filiales, a Alcañiz.
Se acabó la experiencia argentina.
Mañana, resumen y finales.
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