Canto XXII. 515 hexámetros. La muerte de Héctor. 4 minutos.

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Los troyanos están despavoridos dentro de las murallas. Los aqueos se acercan a ellas. Héctor se queda fuera cuando las puertas se cierran. Aquiles querría venganza contra Apolo si pudiera por haberle embromado y alejado del combate. Príamo ve acercarse a Aquiles y advierte a su hijo de que entre en la muralla.

Los ruegos de su padre y su madre no convencen a Héctor, que razona sobre su situación y decide entablar la disputa con Aquiles que se acerca. Al verlo Héctor deja atrás las puertas y huye. Delante huía un valiente, pero uno mucho mejor lo perseguía. Tres vueltas dieron a la ciudad. Zeus interroga retóricamente a los dioses si «vamos» a salvar a Héctor pero permite a Atenea cumplir su designio. Apolo ayuda un rato a Héctor, y cesa en su ayuda cuando Zeus utiliza su aúrea balanza que resulta desfavorable a Héctor. Atenea detiene a Aquiles y con figura de Deífobo, hermano de Hector, convence a Héctor de que luchen juntos. En cuanto Héctor se presta a la lucha, La Atenea disfrazada lo abandona. Héctor ofrece a Aquiles el pacto de que el vencedor respete el cadáver del vencido y le despoje de las armas. Aquiles desprecia su oferta. Ambos fallan el primer lanzamiento de su pica, Héctor se queda sin lanza y Aquiles recibe de nuevo la suya de Atenea. Héctor corre hacia Aquiles con su espada desnvainada mientras Aquiles piensa dónde hundirle su pica en la armadura que antes fué suya y que llevó Patroclo y le acierta entre el cuello y el hombro. Héctor implora que respete su cuerpo y Aquiles no lo acepta y le dice» no implores, perro». Los aqueos que se acercan contemplan la envidiable belleza de Héctor y le hieren. Aquiles ata el cadáver a su carro y lo arrastro por la llanura. La ciudad se llena de gemidos y lamentos. Príamo y Hecuba, los padres y Andrómaca la esposa lloran sin consuelo y pronuncian palabras de desesperación. Andrómaca se propone quemar las ropas de Héctor sutiles y graciosas como honor tributado por los troyanos y las troyanas, ya que no reposará vestido con ellas.

Héctor es uno de los pocos ejemplos de «ser humano» decente que aparece bien descrito en la Ilíada. El trato que recibe hace resaltar la insustancialidad y perfidia de otros caracteres de humanos, semidioses y dioses.

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