Canto XVII 761 hexámetros. Las hazañas de Menelao. Gesta de Menelao. 4 minutos.

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Menelao nota que Patroclo ha sucumbido y acude a defender su cuerpo. lucha contra Euforbo * a quien impide que despoje a Patroclo, le clava su lanza en el cuello y le arrebata su armadura. Apolo excita a Héctor que con sus soldados y chillando se lanza contra Menelao.

Éste duda y retrocede buscando ayuda. Ayante acude y con Menelao vuelven hacia el cadaver de Patroclo, que logran recuperar aunque Héctor ya le ha despojado de su armadura y entregado a los troyanos para que la entren en la ciudad. Glauco reprocha a Héctor que no defendiera el cadáver de Sarpedón y que no resista ante Ayante. Héctor rechaza el agravio y antes de que lleguen a la ciudad, alcanza a los soldados y se pone las armas de Patroclo (que eran las de Aquiles). Zeus le deja hacer. Vistiendo las armas de Aquiles arenga a los suyos y les pide que ataquen a Ayante y arrastren el cadáver de Patroclo hasta sus filas. Se da una alternancia en la posesión del cadáver que primero arrastran los troyanos, luego recuperan los aqueos. Todo el día está en suspenso la disputa. Aquiles ignoraba la muerte de Patroclo. Los caballos lloran por su auriga. Héctor y Eneas quieren apoderarse de los caballos de Patroclo, pero Automedonte, ayudado por los Ayantes lo evita. Junto a Patroclo se da una violenta batalla que se inclina hacia los aqueos porque Zeus cambia otra vez de pensamiento y envía a Atenea a que aliente a Menelao. A la vez Apolo estimula a Héctor, que regresa fiero al combate. Ayante y Menelao notan que Zeus protege de nuevo a los troyanos. Temen que Aquiles no sepa que Patroclo ha muerto y quieren enviar a alguien a decírselo, pero están envueltos en una espesa bruma. Piden a Zeus que levante la bruma a los aqueos. Menelao encuentra a Antíloco, le cuenta la muerte de Patroclo y le pide que le diga a Aquiles que salve el cadáver desnudo de su amigo. Menelao vuelve adonde los Ayantes. Menelao y Meriones toman los brazos del cadáver sobre sus hombros y se encaminan a las naves protegidos por los Ayantes. La tropa troyana con Eneas y Héctor los acosan entre chillidos. Muchas bellas armas caen alrededor y a los lados del foso.

* Este Euphorbo se reencarnó en Pitágoras siglos después o eso creía Pitágoras. Es curioso saber que hasta los Grandes creen patochadas.

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