Zeus convoca asamblea de dioses (masculino no inclusivo a pesar de la e) y de diosas y les ordena no ser parciales en la ayuda a uno u otro bando en lucha.
Los troyanos salen impetuosos a la lucha y de mañana mueren por igual aqueos y troyanos. A mediodía Zeus toma la aúrea balanza y las Parcas se inclinan hacia los aqueos (así que Zeus predica el haz lo que digo y no lo que hago). Zeus hace trampa y ayuda a los troyanos; los aqueos huyen incluso Diomedes a quien Héctor llama miserable muñeca. Zeus dios inconstante, incitado por Hera, cambia su apoyo y los aqueos reviven en la lucha. Destaca el arquero Teucro que se esconde tras el escudo de Ayante y sale el breve tiempo de apuntar a algún troyano a los que siempre atina. Zeus infunde de nuevo furia a los troyanos; Hera y Atenea quieren apoyar a los aqueos pero Zeus amenaza con fulminarlas, por lo que ellas se sientan en sus sillas de oro y esperan a que sea el azar el que decida. Héctor, al llegar la noche, hace acampar a los troyanos fuera de las murallas para intimidar al enemigo, ofrecen hecatombes a los dioses (las hecatombes en La Ilíada ya no son de cien bueyes, diríamos que de bastantes animales) y encienden miles de hogueras. Las hogueras entonces eran lo más.
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