Canto II. 877 hexámetros. El sueño de Agamenón. 5 minutos.

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A Zeus le gustan las bromas y manda a Ensueño que le trasmita a Agamenón (en sueños) que es fácil tomar ahora Troya, ciudad de calles anchas. Agamenón llama a asamblea y, antes, cuenta al consejo de ancianos (¿Qué pintaban los ancianos en la guerra?) su sueño, pero les dice que a las tropas va a contarles lo contrario para probar su estado de ánimo y sus deseos de luchar.

Ante las tropas dice que Zeus le ordena que regresen sin gloria después de nueve años de guerra. Los soldados como era esperable se lanzan a sus naves y hubieran zarpado de no ser porque las diosas Hera y Atenea eligen a Ulises, fecundo en ardides, para que los convenza de volver a pelear. Así ocurre. Hay algunos párrafos asquerosamente elitistas comparando a los soldados con bandadas de moscas y con rebaños de cabras como si los jefes por sí solos tuvieran valor en la lucha. La única voz disidente es la de Tersites que reprocha a Agamenón que quiera mantenerlos años y años en Troya y le arrebate el botín a Aquiles muy superior a él. Como sus argumentos tienen peso el narrador dice de antemano que Tersites era el hombre más indigno de los que habían llegado a Troya y además patizambo, cojo, encorvado, de cabeza picuda y calvo. Era el más odioso para Aquiles y para Ulises (o sea para los guapos) lo que no era recíproco pues Tersites defiende a Aquiles como el mejor.Ulises hace callar a Tersites y le golpea. Este suceso se ha considerado como el primer ejemplo cultural del aristócrata haciendo callar al hombre común que dice la verdad. La grandeza de Homero es que da voz sensata al hombre común, aunque tenga que afearlo en exceso para que sea digerible. Además, si tan poco gusta, ¿porqué habéis reclutado al pobriño?
Una vez que todos acuerdan volver a la lucha comienza el «Catálogo de naves» que es la relación de jefes y naves de todas las tribus y clanes que aparecerán posteriormente, troyanos incluídos. Es como el final de las actuales películas que en los últimos tres o cuatro minutos detallan todos los nombres intervinientes incluido el que le trae el bocadillo de atún al segundo actor (tuna fish waiter for Mr. Bloom).
Puede pensarse que el «Catálogo» es un pestiño de 400 versos, pero merece la pena leerlo porque es la manera más breve de conocer nombres de la Grecia clásica y porque enumera muchos pueblos y territorios que nos suenan y no sabemos de qué. El «Catálogo» comienza con una frase que se repite en el libro y que, aprendida, podemos repetir en muchas ocasiones en las que no estemos inspirados. «Decidme ahora, Musas, dueñas de olímpicas moradas».
Algunos de los pueblos enumerados son los beocios, focidios, locrios, arcadios, cefalenios, cretenses, rodios, mirmidones (que son los que aporta Aquiles) y bastantes más. Ciudades como Áulide, Eubea, Estira, Atenas, Tirinte, Micenas, Corinto, Arcadia, Cnoso y otras más. Nombres propios como Penéleo, Ascálafo, Epístrofo, Menesteo, Menelao, Agapénor, Protesilao, Eumelo, Prótoo, Anfio, Pilémenes que mandaba a los plafagonios y decenas de nombres más de jefes. De cada jefe se dice cuantas naves ha aportado de un total superior a 1100, hay naves en las que se dice que han embarcado 120 jóvenes y en otras 50 por lo que el ejército aqueo sumaría de 60.000 a 100.000 soldados (muchos son). En Wikipedia encontramos la enumeración de los contingentes.
Entre las enumeraciones de jefes y naves se intercalan opiniones y chismorreos; Ares se acostó al lado de la pudorosa doncella, aquel otro estaba henchido de orgullo porque era el mejor, este estaba enemistado con su padre, ese mató al tío materno de su padre, las mejores yeguas eran las de…
Al fin del Canto parece que los dos ejércitos están listos para la batalla.

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