Desprecio paradojal.

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Cuando intento alcanzar los 8000 pasos que recomienda la OMS evito cruzarme a menos de cinco metros de distancia con corredores aficionados. Creo que son corredores porque parece que corren y sé que son aficionados porque la gran mayoría van con el cuerpo doblado en la cadera, caen sobre las plantas de sus pies como si chapoteasen en mercurio, respiran con dificultad o sin cadencia y dan pasos excesivamente largos o excesivamente cortos por lo que no hacen favor a sus pies, tobillos, rodillas y pelvis, por no mencionar más. Un fisio me dijo en confianza el siglo pasado «yo vivo de los runners», es decir, de sus lesiones. Algo debe haber de cierto porque hay quienes no saben hablar con un cajero automático y saben donde están los isquiotibiales y los psoas. Intento sin lograrlo no dar consejos, pero me gustaria poder hacer algo por estas personas que me dan pena por lo que se infligen y un respeto imponente por el sacrificio que son capaces de soportar por razones bienintencionadas y poco fructíferas en muchos casos. Para mí es evidente que son personas a evitar porque su consumo de oxigeno y aire es cuatro veces superior al normal y lo expelen cinco veces más rápido por boca de lo que lo expelo por nariz lo que se puede compararlos con una manguera vírica.
Aquí es donde encaja mi perplejidad: ¿porqué razón estas personas esforzadas merecen el desprecio y el olvido de la norma sobre el uso de mascarillas?
Como muy bien dice el preámbulo del Real Decreto-ley 30/2021, de 23 de diciembre la situación actual del covid variante ómicron exige «otras medidas no farmacológicas para el control de la transmisión en la situación epidemiológica actual. Una de ellas es la extensión del uso correcto de la mascarilla por parte de la ciudadanía«, escúchese en la frase el disfraz eufemístico del autoritarismo. Así que toda la ciudadanía con mascarillas por nuestro bien aunque no haya nadie a la vista, salvo si estamos en un medio natural. Pero ¡cuidado! porque medio natural es según Wikipedia «un ambiente o entorno que no es el resultado de la actividad o la intervención humana» por lo que seguramente el decreto ley se hace decreto trampa y natural es lo que parece natural. Pasear por la Estanca de Alcañiz, un camino rural entre campos de soja en Valladolid o una pradera en las estribaciones bajas del Sarrablo no es natural y está prohibido sin mascarilla según la letra de la ley, que todavía no sé leer el espíritu de las leyes.
A pesar de la buena intención del decreto ley su artículo 6, número 2 párrafo d) dice que «La obligación contenida en el apartado anterior» o sea la obligatoriedad de llevar mascarilla siempre «no será exigible» «En el exterior, durante la práctica de deporte individual, así como durante la realización de actividades de carácter no deportivo que se realicen en espacios naturales y manteniendo, en todo caso, la distancia mínima de 1,5 metros con otras personas que no sean convivientes.«
En resumen sólo los deportistas pueden exponerse y exponer a otros a la polinización cruzada de la Muerte.
Y mientras todos vamos tan ricamente por la calle con nuestras mascarilla solidarias guarrindongas, aunque he visto que los componentes del Gobierno ya han accedido a llevar mascarillas egoistas (a veces de marcas o propagandas varias) porque se han dado cuenta de que su vida es importante para la ciudadanía, los pobres deportistas están excepcionados (la joven ministra los prefiere a exceptuados). ¿Es posible que el Gobierno ame el Deporte (por eso es ministro Iceta) pero no a los deportistas? Acepto que correr con mascarilla es un infierno (andar con ella lo es para mí), pero salvar vidas debiera ser lo primero.

P.S.
Leído con atención el decreto ley citado, para mi que el artículo 1 es una mera excusa para colar sin problemas los artículos 2 y 3 y las disposiciones finales y mezclar las mascarillas que tanto nos gustan con títulos y paguillas. Que no se me olvide, la mascarilla de Tanxugueiras cuesta 36 euriños.

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