Posiblemente tendría un lugar seguro entre las naciones del mundo si estuviese en otras coordenadas. En el Magreb, en el sur de Arabia, en medio del Brasil, en el Pacífico Sur. Pero está donde está.
Ucrania ha tenido una Historia muy cambiante, compartiéndose con todos los poderes zonales, Rusia, Polonia, Lituania y Austria. En los últimos tres siglos ha pertenecido en mayor o menor unión a la Rusia imperial o a la URSS y su mayor «independencia» fue la que consiguió con los Atamanes cosacos que fueron tributarios de los zares.
Desde su independencia de la URSS tampoco ha tenido mucha suerte. Basta leer las biografías de los presidentes de Ucrania que se distinguen, ceteris paribus, por su mayor o menor grado aparente de corrupción y su cercanía o alejamiento de Moscú. Como ejemplo, el actual Presidente es un actor cómico que creó un partido político para presentarse a las últimas elecciones y le dió el nombre de la serie de televisión en la que él tenía el papel de presidente de Ucrania (Servidor del Pueblo).
No obstante, la posibilidad de guerra no tiene que ver con la probidad de la clase política ucraniana sino con las relaciones de Estados Unidos y la Unión Europea con la Rusia postsoviética. USA y la UE a través de la OTAN han incumplido, en teoría, los acuerdos Bush-Gorbachov acerca de la incorporación a la OTAN de los paises de la órbita soviética. Teniendo en cuenta que la OTAN es un instrumento de la Guerra Fría que debería haberse templado con el paso de los últimos treinta años, que Rusia ha intentado a trompicones salir de la horrible situación de los 70 años de la URSS, que es un proveedor esencial de energía (el único input transversal en la economía) y que el enfrentamiento con «Occidente» ha inducido a Putin a buscar y encontrar nuevos aliados, la política de la UE con Rusia no está guiada por la sensatez. Tampoco en esta ocasión en la que el 30% de la población ucraniana tiene el ruso como lengua materna. Una política exterior menos ideologizada y más pegada a los intereses y a los hechos sabria que no hay que enemistarse con el repartidor de butano cuando se necesita la bombona para guisar hoy. Un vicealmirante alemán ha dimitido el sábado pasado al saberse que había afirmado que Crimea jamás volvería a ser ucraniana. Jamás es mucho decir. pero quienes han leído a Chejov creen lo mismo. También ha dicho que a Putin hay que tratarle con respeto, que es como demostrar la evidencia.
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