
Paramos en Batumi para recoger a los últimos pasajeros para Estambul y aprovecho para hacer alguna fotografía del personal de la calle.
Esta ciudad es una especie de Benidorm en el mar Negro, donde junto a algunos bloques de pisos “tipo Bellvitge” quedaban casitas con aspecto de principios del siglo XX y algunos rascacielos modernos, de esos con firma de arquitecto famoso. En pocas palabras: con mucha obra inútil.
Finalmente paramos en Sarpi, el último pueblo georgiano antes de pasar la frontera.
El gasóleo debe ser más barato que en Turquía pues reposta el autobús: 2,02 laris/litro.
En la espera de combustible aprovecho para fotografiar a uno de los pasajeros de mi bus: un ejemplar de cabeza y nariz caucásica.
Cambio los últimos laris por liras turcas. Se pierde algo, pero gracias a mis acertados cálculos apenas nos quedaba dinero de este país.
El paso fronterizo ha sido más rápido que a la ida, pero sigue siendo bastante lento. Tienes que cargar con todo el equipaje y pertenencias personales y en este caso al revés que en el otro sentido no hay carritos para cargarlo. Nosotros dentro de todo íbamos ligeros, pero había gente que tenía que ir haciendo viajes continuos con enormes bolsones.
Y así pasas el control de pasaporte de los georgianos, luego el de los turcos y finalmente la aduana turca.
Llegas a una explanada caótica donde están todos los viajeros de los autobuses esperando que pase el suyo además de todos los coches que cruzan la frontera.
Tienes que buscar a los pasajeros del tuyo que están agrupados donde a alguien le ha parecido quedarse pues nadie tiene ni idea de donde parará el autobús cuando pase. Así que cuando aparece todos detrás de él hasta que aparca.
En esa espera nos acercamos hasta la playa que está a unos 20 m y vemos una preciosa puesta de sol sobre el mar Negro.
A las 6 de la tarde hora georgiana, salimos.
Es divertido que en un simple paso de una raya en el suelo ganes dos horas de tu vida: en Turquía son las 4, pero como estamos en la parte más oriental del país se hace de noche muy rápido.
Otra particularidad fotográfica: si controlas y cambias la hora de tu cámara cuando descargues las fotos si lo haces de forma cronológica se colocarán primero las que acabas de hacer en el lado turco (son las de la 4 de la tarde) que la que has hecho en Sarpi (eran las 6 de la tarde).
Y ya en Turquía el autobús va veloz y como la seda por las grandes autovías del país.
Como hay wifi en el bus intento enviar un mensaje a mis amigos diciéndoles que estoy en el mar Negro en un autobús, cosa que para mí, neófito en el wifi de los transportes me parece una novedad, pero el android no está hecho para mí o mi tableta es una porquería o ambas cosas.
Logro enviar una nota, pero en la siguiente me escribe en inglés lo que yo escribo en castellano. Y a partir de un determinado momento ni en inglés, con lo que me quedo bastante frustrado. Sí me funciona la música que pruebo por primera vez en la tableta y en este viaje, pues afortunadamente la “música de a bordo” del autobús estaba estropeada. Oigo “Amanecer en Estambul” y decido que la volveré a oír cuando suceda ese momento.
Error: se me acaba la batería.
Paramos a cenar a las 5 de la tarde.
El pasajero del otro lado del pasillo un joven de unos 30 y tantos, se decide a hablar conmigo: es georgiano y me pregunta si soy ruso. Bueno eso creía yo pues no le entiendo nada. Cuando le contesto que “espaneti” me dice que “Olympiakos”, que por el nombre debe ser un equipo deportivo griego. Su compañero de asiento le echa una bronca cariñosa y creo que le dice que no, que ese equipo no es “espaneti”.
Más tarde este segundo viajero, ya más confiado, me saca su teléfono y me enseña una fotografía de su hijo, otra de la catedral nueva de Tiflis y la última de su perro.
Llega la noche y nos ponemos a dormir. Esta vez el autobús va lleno y no me puedo cambiar a otro sitio como en la venida.
A las dos menos cuarto nos paran en un control de la policía. Hay 20 o 30 de ellos y no tengo ni idea de que es lo que buscan. Más tarde otro control más. Aunque es algo extraño lo único malo es que te rompen el sueño.
Breve resumen.
En Georgia no se ven turistas occidentales en grupos, sí algunas parejas, pero muy pocas.
No se ve ninguna moto. ¿Estarán prohibidas?
Resumen: (como en críticas de productos en revistas)
Pros: muy interesante, muy bonito, muy calmado y muy buena comida.
Cons: no respetan pasos cebra, ni la línea continua, y fuman donde no se debe.
La nevada (aunque es impredecible e inevitable), los pobres mendigos, los pobres que venden cuatro cosas, la religión, los curas, la falta de cuidado del centro de Tiflis que en cuatro días acabará con él. La falta de comunicación por el problema del idioma.
Ni pros ni cons: todo seco, pero imagino que en mayo o junio estará verde y florido.
NB
El último pueblo georgiano en la frontera se llama Sarpi y el primero en la turca Sarp.
Esa coincidencia de nombres me hace sospechar de algo que me confirma Wikipedia (¡qué haríamos sin ti!):
“En 1921, cuando se determinó la frontera entre Turquía y la Unión Soviética, surgieron dos poblaciones como resultado de la división de una sola aldea en dos”.
La presencia de una mezquita de deja claro cuál de la dos es turca y cuál georgiana.
Etiquetas: 2014, Batumi, Estambul, Georgia, Mar Negro, Sarpi, Tiflis, Turquía, Unión Soviética, Wikipedia