
Y los pronósticos meteorológicos se han cumplido: amanecemos con una buena nevada.
Afortunadamente el dueño de la casa nos limpia el camino para poder llegar desde nuestra habitación hasta el comedor.
Y es que nos espera un suculento y más que copioso desayuno: 4 huevos fritos, mortadela, 40 tortitas, mantequilla, mermelada, queso, crema, galletitas y té.
Menos mal que si nos quedamos bloqueados aquí no moriremos de inanición, pues son poco más de la 8 de la mañana y sigue nevando copiosamente.
Por la carretera que hay cerca de la casa no pasa ningún vehículo y dada la falta de comunicación con la familia anfitriona no sé qué podrá ocurrir.
Así que de momento acudo a internet para saber qué pasa en el mundo.
Estamos en plena crisis de Crimea que acaba de declarar su separación de Ucrania (reconocida solo por Rusia, su patrocinador) y leo en El País las declaraciones de dos políticos españoles, uno del PP y otro un catalán que están allí como observadores (?) de la votación sobre el referéndum: El Sr. Ravelló dijo en una rueda de prensa en Simferópol: “En Cataluña tenemos la misma situación que en Crimea”.
Y luego que el primer ministro ucranio Arseni Yatseniuk dijo: “La tierra arderá bajo los pies de los separatistas de Crimea”.
Eso les tenía que haber dicho ayer a los del Toyota estacionado delante de la iglesia de Tsminda Sameba y no la tontería de los filipinos.
Me tendré que preparar esa frase en varios idiomas, aunque pensándolo bien es una frase preciosa, pero me temo que no tendría más consecuencias que preguntar a los infractores paisajísticos si eran filipinos.
A las 10 deja de nevar y nos vamos al centro del pueblo para ver si hay algún transporte para Tiflis, pues con la nevada tampoco podremos hacer ninguna excursión y si vuelve a hacerlo quizás nos quedemos realmente bloqueados. Vaya, más de lo que ya estamos.
Preguntamos y parece que no hay servicio de transporte público hacia Tiflis, así que la única oportunidad será encontrar a algún taxista (o similar) que nos lleve.
Y el problema, el gran problema, es la barrera del idioma, pero la suerte favorece a los obstinados que buscan la fortuna (creo que la frase es de Tucídides el Sinecuro, pero no lo sé con certeza) y me encuentro con Tomás, un polaco que está en la misma situación que nosotros, pero que habla ruso, además de su lengua natal y algo de inglés, y ya sabes que aquí estamos a 15 km de la frontera rusa.
Me confirma que la carretera está cortada, pero que busca quien le lleve a Tiflis.
Pregunta y le van diciendo que no, que no se puede, pero al rato me dice que ha encontrado uno que nos lleva por 30 laris cada uno (pagamos 10 a la venida). No sabe el conductor que estamos en sus manos y que pagaríamos casi lo que nos pidiese.
Y en esa incertidumbre aparece uno en bicicleta. ¡En bicicleta! Y vuelvo a pensar en lo que dijo (que no lo dijo) “el Gallo”: “¡Hay gente pa’to!”.
Volvemos al hotel y quedamos con Tomás que nos pasará a recoger con el coche contratado.
Nos despedimos de la familia y de la casa donde tan bien hemos estado y adonde volvería sin pensarlo si alguna vez regresamos aquí. Que no me importaría hacerlo.
Y aparece el polaco Tomás con un potente todo terreno. ¡Qué menos para sortear los obstáculos de esta nevada y esta carretera!
Error: es un modesto Opel Astra en un estado regular, pero parece que es el único que se ha atrevido a hacer el viaje.
Empezamos a encontrar camiones parados en la carretera. Muchos, pues esta es la famosa “Georgian Military Highway”, en georgiano (por si tienes que preguntar por ella) “Sakartvelos samkhedro gza” y en ruso ”Voyenno-Gruzinskaya dorog” y en osetio “Arvykomy fændag”.
Y esto último no es ninguna ocurrencia (como sí lo sería ponerlo en tamasheq, por ejemplo), pues Osetia del Norte es una de las repúblicas que forman parte de la Federación de Rusia y es la que hace de frontera aquí con Georgia, vaya, que su capital es Vladikavkaz y está a menos de 50 km.
Pues encontramos muchos camiones parados, pero nuestro conductor adelanta a todos hasta que no puede más. Vaya, que está cortada, pero cortada totalmente la carretera en lo que parece un control de la policía.
Y menos mal que gracias al polaco nos enteramos que hay que esperar una hora pues hay peligro de avalanchas.
Porque la carretera parece que sí está expedita. Más o menos.
Y nuestro conductor muy hábil se ha colocado en primera fila para salir como en una carrera.
Se ven coches de varias nacionalidades: georgianos, muchos rusos, armenios, y azerbaiyanos pero en pelotón, que me recuerda a la India en los paso a nivel con barreras.
Y en medio de todo aquello veo un par de curas con sus barbas y sus atuendos, mal cuidados y con faldas.
¡Qué manía de las religiones en significarse con signos excéntricos!
Ahora nadie lleva faldas, pero ellos sí. Y si eres mujer y no las llevas debes ponértelas para entrar en algunas iglesias.
Y no solamente mejora el tiempo sino que empieza una buena ventisca.
Al final aparece una máquina quitanieves; parece que solo hay una para esta carretera, y además no es una verdadera “quitanieves” como las nuestras, sino un tractor especial.
Habíamos llegado a la una y son las ya las 3 de la tarde.
Aparece solamente un coche en la dirección que debemos tomar y vemos que llega con bastantes problemas. Vaya, como dando tumbos.
Y por fin a las 4 y 10, después de más de 3 horas de espera salimos. Y el chófer se santigua. Solo por eso debíamos haber supuesto lo que nos esperaba.
Salimos de los primeros del pelotón, pero para él eso no es suficiente y se dedica adelantar a todos.
Conduce con una mano pues la otra la utiliza para hablar por su teléfono. Y con la ventisca no se ve nada. A veces quita el hielo del limpiaparabrisas con la mano, por supuesto sin parar el coche.
Afortunadamente cuando bajamos de los 2300 metros de altitud no hay nieve en el piso, pero la ventisca sigue.
Llegamos a Tiflis a las 7 menos cuarto de la tarde.
Creo que ha sido uno de los viajes en que he pasado más miedo.
En Tiflis cogemos el metro con todo el personal de negro. Y me veía en el centro rodeado de recios varones y yo con el ridículo paraguas de princesita.
Y al fin el reposo en nuestro encantador y confortable hotel.
Etiquetas: 2014, El País, Georgia, Kazbegi, Rusia, Tiflis, Tsminda Sameba
29/10/2021 a las 09:14
Me ha encantado imaginarte rodeado de señores vestidos de negro y tú «con tu paraguas de princesita»