
Nosotros llegamos con el coche hasta un aparcamiento que hay cerca del monasterio de Lavra, desde donde sale un caminito que te permite llegar hasta allí.
Lo que te encuentras es una serie de construcciones en diferentes niveles y con una muralla en algunos tramos.
En la entrada una bella inscripción en el ininteligible georgiano. Si quieres comprobarlo haz clic sobre la foto y te llevará a la original de Flickr donde podrás ampliarla y ver en todo su encanto la caligrafía de este alfabeto.
La guía dice que algunas de las cuevas que se ven están todavía habitadas por monjes y que por tanto evites hacer ruido.
Nosotros no lo hicimos, no por los posibles monjes (no vimos ninguno) sino porque simplemente no hacemos ruido, pero te sorprende esta petición de silencio ya que no vimos ningún letrero en el recinto pidiéndolo.
En el interior la tumba de David Gareja, (santo para la iglesia ortodoxa georgiana) que sorprende que todavía se conserve después de todas la vicisitudes por las que ha pasado este lugar.
Te recuerdo: mongoles, timúridas y safávidas, para acabar con los soviéticos.
En la iglesia un iconostasio de aspecto muy reciente con bonitas pinturas.
Algunas de fácil comprensión como esta “Anunciación”, en la que al observarla detenidamente casi me duele la espalda viendo lo forzada de la posición del ala izquierda del arcángel Gabriel. Vaya, que parece que se la hayan partido.
Pero otras pinturas no logro saber a quién representan como este que quizás sea el mismo David.
Aunque me temo que no, pues a los santos padres asirios los suelen representar muy viejos y con luengas barbas blanca. (Jamás pensé que podría utilizar ese adjetivo, “luengo”).
Y mira que he buscado fotografías en la web para localizarlas, pero nada.
Eso sí he dado con esta estúpida foto de un señor en ese complejo monacal con dos cervezas.
Y ¡es que hay gente pa’to!
Un conjunto muy interesante.
Desde allí un caminito por la ladera de la montaña te lleva hacia el monasterio de Udabno.
En el trayecto, excavadas en la roca, lo que parecen unas conducciones para el agua de lluvia.
Pero nosotros en lugar de ir directamente allí nos dirigimos primero a una capillita que está en lo alto de una colina.
Desde la cima una vista impresionante de todo el territorio.
Cuando luego en casa compruebo la situación de esa capilla me percato de que está en una lengua de tierra que igual puede ser Georgia que Azerbaiyán, pues este es un territorio reclamado por ambas partes y no sé si lo fotografiado pertenece a un país o al otro.
Te dejo las coordenadas y el enlace a Google Maps para que lo compruebes. Y si lo ves en la vista de «satélite» te percatarás de la situación de la ermita en el mismo borde fronterizo aunque los de Google lo han colocado en Azerbaiyán.
41.441630417414494, 45.37701541909387
¿Podremos decir que hemos estado en Azerbaiyán?
Vaya, tendremos que ir para que sea verdad, verdad.
Y un consejo: no subas en un día con lluvia.
En nuestro camino de vuelta sí pasamos por el monasterio de Udabno.
La guía te advierte que tengas cuidado con “las venenosas víboras”.
Estos de la guía siempre tan exagerados. Por supuesto que no hemos visto ninguna. Y si son como las de las sierra de Madrid tampoco es para echarse a correr. Y si no lo son, no las reconocería, así que da lo mismo.
El conjunto está muy deteriorado, pero hay preciosos frescos de los siglos X al XIII donde Marisa se vuelve loca fotografiándolos.
Como esta machacada “Ultima cena”.
O este gracioso ángel.
O este extraño carro con caballos que tiran en ambas y opuestas direcciones.
Que quizás sea una forma medieval georgiana del asno de Buridán.
Pero en cualquier caso es una pena que los malditos iconoclastas se hayan dedicado a destrozar todo aquello y como siempre haciendo hincapié en los rostros.
Dejamos con pena este increíble lugar y regresamos de nuevo al monasterio de Lavra.
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