
Aunque el Gran Bazar esté cerrado hay una calle llena de puestecillos aledaña a él. Y en una bocacalle damos con un mercado de libros: la cuesta de Moyano de Estambul.
La descubrimos en nuestro primer viaje (me parece que fue en 1991) y creo que no habíamos vuelto a pasar por allí desde entonces.
Marisa, gran lectora del libro electrónico, pronostica que aquella callejuela pronto desaparecerá. Por lo menos quedará una bonita fuente.
Desde allí llegamos a un mercado tipo “rastro” especializado en rosarios musulmanes y con algunos cachivaches bastante extraños.
Los vendedores y compradores son todos hombres y mayores. Quizás sea un mercado solo dominical.
Vemos aparecer en la cercana plaza de la universidad a varios hombres cada uno con un carro y un saco enorme. Marisa los fotografía pues forman una estampa bastante curiosa.
“¿Qué deben ser?”. “Pues yo creo que son basureros que recogen plásticos dado el gran volumen de los sacos y que acuden aquí porque vendrá el comprador en una furgoneta”.
Marisa deja de disparar pues nunca lo hace a mendigos o similares.
(La explicación del porqué a pesar de lo anterior pongo esta fotografía lo detallo luego).
Por aquellas calles llegamos a la espectacular mezquita de Solimán o mezquita de Süleymaniye, en turco Süleymaniye Camii. Y además de lo impresionante del conjunto tiene en su exterior los lavabos públicos más limpios y cuidados de Turquía. Y gratis. Esto es una característica de los servicios de todas las mezquitas que conozco.
En la parte exterior hay una serie de grifos con bancos para que los fieles muslimes se laven antes de entrar a la mezquita. Hoy no hay nadie, pero en cambio sí los había en los lavabos en la zona de los baños públicos, donde además de mingitorios y retretes hay una zona para lavarse los pies.
En ambos lugares, en el interior y el exterior, lo curioso es que solo se lavan los pies los hombres. ¿Será que las mujeres siempre van limpias? A lo mejor se lavan en algún oculto lugar y por eso no las veo.
Entramos en su interior y aunque no es viernes es una de las horas de rezo. Y como siempre me sorprende que las mujeres recen en un corralico separadas y alejadas del lugar importante: el mihrab.
Me sorprende no el que las confinen a lugares distantes y cerrados, ni que las discriminen, que eso está en el espíritu esencial de casi todas las religiones; me sorprende que a pesar de eso sigan siendo fieles musulmanas, budistas o cristianas. O monárquicas. (Véase la ley sálica y la sucesión en la monarquía española y monegasca).
Pues allí están ellas, aunque en número muchísimo menor que los hombres.
Pero a pesar de todo y sin que tenga que ver nada con eso, este edificio es algo maravilloso, por dentro y por fuera. Tanto que el gran Sinán pidió ser enterrado aquí.
Si creyese en la resurrección de la carne tampoco me importaría a mí despertar a la vida eterna en un sitio tan extraordinario.
A los infieles nos dejan entrar sin ningún problema, excepto la prohibición de ir calzado (¡que manía la de dioses y profetas con los zapatos!), pero no nos permiten pasar de una barrera distante del lugar donde están los rezadores. ¿Será para evitar las fotografías o que deambules mientras rezan? Pues eso era cuando los únicos turistas éramos los occidentales cristianos, pero ahora ves al personal musulmán pasar para ver aquello de cerca, hacer fotos y no rezar.
Entiendo que quieran mantener el recogimiento en las horas de rezo, pero obviamente este no era el caso.
En otras condiciones atmosféricas me encanta sentarme en el patio de la mezquita y estar allí un buen rato. El lugar es precioso y se respira paz. Pero hoy no era el día adecuado.
Regresamos a la plaza de la universidad y aquello ya está lleno de gente. Hay una especie de “rastro” y los que creíamos “mendigos basureros” descubrimos que no eran tales sino los vendedores que llevaban en los grandes bultos sus mercancías.
Así esta plaza se ha convertido en una especie de “rastro desorganizado” donde venden ropa y sobre todo “restos de naufragios” : una lámpara rota, relojes perdidos, piezas sueltas de una vajilla o de una cristalería, casetes (¡sí, casetes!), … Vaya, los objetos que no te llevarías ni regalados.
Luego volvemos a pasar por el mercado de los rosarios, ahora ya más animado.
Vamos a comer a nuestro restaurante habitual y luego camino de regreso al hotel volvemos a pasar por delante de Santa Sofía y de la Mezquita Azul.
Allí tenemos delante a un grupo de japoneses y de repente se vuelven todos a una que hasta me asustan. Como cuando en la mili ordenaban dar media vuelta a toda la compañía: “media vuelta ¡ar!”.
Y de golpe y con la misma celeridad vuelven darse otra media vuelta y a quedarse como estaban. Entonces nos percatamos que llevan el “auricular japonés” y el guía les va explicando las características de esa gran mezquita y comparándolas con las de Santa Sofía. De ahí los cambios repentinos.
Vamos a comprobar la reserva y la situación del otro hotel que tenemos para cuando volvamos de Georgia, pues aunque estuvimos allí en el 2011 es un tanto complicado llegar hasta allí dada la intrincada distribución de esas callejuelas.
El recepcionista es un joven encantador que conozco de la otra vez y con el que charlo un rato. Ha estado en España y ha aprendido un poco de español.
Me dice que estuvo en unas cuantas ciudades y que le gustaron mucho y que fue con su marido.
Vaya, ¡cuánto ha evolucionado Turquía! Quizás haya sido influencia del Sr. Rodríguez Zapatero y su “Alianza de Civilizaciones” que ha puesto en marcha con el Sr. Erdogan.
No me atrevo a preguntarle a él directamente por su situación conyugal; intentaré hacerlo por otros métodos.
Y con este tiempo de perros no te queda otro remedio que refugiarte en el hotel.
Consejos para visitar mezquitas (y más en días de lluvia).
Si eres una joven presumida y vas a la moda, quizás lleves unas magníficas y enormes y altísimas botas. (Lector, te recuerdo que esto fue escrito en la primavera del 2014).
Como diría una publicidad de seguros: “¡ERROR!”.
Porque en la entrada de las principales mezquitas te proporcionan unas bolsas de plástico para que pongas dentro tu calzado, pero no piensan en ti, ni en tus estupendas botas. Además de que simplemente el quitártelas puede ser un problema.
Así que olvídate de ser “fashion” o “hipster” o lo que seas que te haga llevar tan poco práctico calzado y ponte unos zapatos normales.
Etiquetas: 2014, Estambul, Georgia, Gran Bazar, Mezquita Azul, Santa Sofía, Sinán, Turquía
08/10/2021 a las 22:09
bueno consejo este de las botas jajaja